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“…Si hoy amaneces y los pies te están doliendo
Es porque estuviste toda la noche
Caminando por mis sueños…”
Nacho Vegas, ‘Taberneros’
“Sólo quiero morirme. Sólo quiero
morirme…” Repetía con un hilo de voz, mientras que las lágrimas se precipitaban
por una cara bonita, y tan tersa y limpia que aún estaba casi por estrenar. Su
novio le había dejado. Tenía el corazón destrozado y cuando éste salta por los
aires arrastra tras de sí todas las certezas que te dan seguridad y fijan tu fe
en el mundo. Una tras otra, por parejas o en grupo, casi todas las chicas de la
clase se acercaban para arroparla: manos que le rozaban el pelo, miradas de
complicidad, palabras de ánimo u odio hacia el otro… Todas, cada una a su manera,
le decían que no estaba sola, que entendían su dolor e incluso las pocas que no
tenían relación con ella sentían lástima por lo mal que lo estaba pasando.
Después de muchos años dando
clase a jóvenes y adolescentes, esta situación la he vivido con relativa
frecuencia. El amor es una extraña emoción que pese a no entender de sexos
despierta reacciones diferentes en unas y en otros, y mientras que las chicas lo
muestran con más naturalidad y suelen cerrarse abiertamente alrededor del
corazón desdichado, los chicos recelan de expresarlo públicamente, mostrándose
más distantes y alejados con el dolor del infeliz. Una cuestión de puro condicionamiento
cultural. Por lo demás, los mismos destrozos, el mismo dolor profundo y
antiguo, el mismo desamparo y esa extraña parálisis que sobrevive al naufragio
y te convierte en un girón melancólico y abandonado en la playa solitaria de
los recuerdos. Escuela de vida en estado puro. Puro aprendizaje que acabas
asimilando por resignación.
Para el amor no se pide ni fecha
ni hora, pues es él quien te elije a ti. Es indiferente la edad, es indiferente
el momento, porque mientras la forma de expresarlo puede variar, la de vivirlo
siempre es igual, y cuando éste estalla en la cara, cuando el tsunami de la
emoción pasa por encima, jamás te coge preparado, siempre te sorprende inerme y
entregado. Y da igual que sea amor o desamor, pues no es el desamor la
antítesis del primero sino la indiferencia, que uno y otro se viven con la
misma turbulencia emocional.
Debería enseñarse en las escuelas
cómo reparar un corazón destrozado y sobre todo cómo evitarlo. Debería existir
en el currículum una asignatura ‘transversal’ que nos enseñara a pensar con el
corazón para afrontar con racionalidad la infinitud de decepciones que nos plantea
la vida. La chica de la cara bonita y casi aún por estrenar lo agradecería.
Porque sentir es pensar con el corazón y si aprendemos a pensar con él seremos
capaces de gestionar eficazmente nuestras emociones.
Ninguna reforma educativa ha
tenido en cuenta jamás el aspecto emocional de la persona; esta última, por
supuesto, tampoco. Pero ahora sabemos que es cierto; sabemos que el corazón
tiene razones que la razón, lejos de no entender, comparte, modificando y
condicionando el modo como percibimos la realidad. Se ha demostrado que el corazón tiene cerebro, un cerebro conformado por un sistema nervioso
independiente y más de 40000 neuronas perfectamente interconectadas entre sí, que
le dotan de una inteligencia que hasta ahora había pasado inadvertida y no
tenida en cuenta. Un cerebro que le permite tomar decisiones y aprender de la
experiencia no sólo de forma independiente, sino antes incluso que con el de la
cabeza y con capacidad para influir en él, y donde la intuición toma el
protagonismo frente a la respuesta consciente con mayor precisión. Un cerebro,
por tanto, que cuando aprendemos a utilizarlo (activándolo a través de las
emociones positivas) crea un estado armónico y de equilibrio general en el
cuerpo, generando personas mucho más eficaces en todos los aspectos.
Deberíamos tomarnos muy en serio
las posibilidades que esto nos plantea, conocer cómo piensa el corazón y
aprender a hacerlo también con él. Ser capaces de seleccionar las emociones que
nos son beneficiosas, que nos mantienen equilibrados, y desechar las que nos
hacen daño; pensar desde el corazón, desde la raíz misma de la emoción en
aquello que nos da seguridad y hace felices.
En definitiva, el auténtico reto
de la educación no es otro que la preparación para la vida como personas
autónomas y equilibradas capaces de gestionarse emocionalmente, más allá de una
simple colección de conocimientos técnicos y teóricos.
Mientras tanto, la chica de cara
bonita y casi por estrenar sigue llorando. Su corazón, seguramente la parte más
racional de su persona en este momento, le está hablando, pero no le escucha.
Le está diciendo que relativice, que nada es tan trágico como nos creemos, que
debe ser valiente y aceptar que somos diferentes y que nadie es de nadie, que
si su chico se ha ido es porque no debía seguir a su lado y seguramente le
habrá dolido hacerlo también. Que no juzgue. Le dice que no sufra, que nada es
en vano y está aprendiendo; que amar, aunque no quiera, seguirá haciéndolo, y
la chispa surgirá donde menos se lo espere. Que siga en ello, a ciegas, a tumba
abierta, que una vida sin desamores es una vida escasamente vivida; que el
desamor y los desengaños son las letras con las que se escriben las mejores
canciones. Que sea ella misma, sin impostura; que sea torre de babel de todos
los amores posibles o recelosa ermitaña de su independencia sin compromiso,
pero que sea, lo que es y lo que sienta. Que no hay receta para reparar un corazón
herido, ni consuelo, ni alivio; tampoco tormento ni martirio que no se escoja;
tan sólo seguir viviendo, seguir mirando desde el corazón y amando: primero a
ti y después a quien te sepa ver y te merezca. Y sobre todo a la vida, ese
pequeño milagro que te permite rehacerte día a día.
Y si aun así no lo ha entendido:
que a las penas ‘puñalás’ y un buen vino.
Para todos los corazones mudos y
afligidos, esta receta: Salmón marinado
con mayonesa de wasabi, el bocado
contra el desamor. La combinación perfecta para levantar el ánimo: la suave
carne del salmón sutilmente macerada y una fina mayonesa con el toque justo de
wasabi para espolear el alma. Que todas
las aflicciones tuvieran tan deliciosa, sabrosa y sencilla cura.
Que te aproveche.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 600gr de lomo de salmón fresco limpio.
- ½ kg de sal gorda.
- ½ kg de azúcar.
- Eneldo.
- Pimienta y pimentón ahumado.
- 1 huevo.
- 100cc de aceite de girasol.
- 100cc de aceite de oliva virgen extra.
- ½ limón exprimido.
- 1 pellizco de sal.
- ½ ó ¾ de cucharadita de pasta de wasabi (según te guste con un toque más o menos picante; ve probando).
- Brotes de alfalfa.
ELABORACIÓN
- Eliminamos del lomo cualquier resto de grasa y espinas que pueda tener y lo embadurnamos bien con eneldo. Mezclamos el azúcar y la sal junto a una cucharadita de pimienta y pimentón ahumado, removemos bien y extendemos en una fuente la mitad, colocamos el lomo sobre la misma y cubrimos con el resto.
- Tapamos con papel film y le colocamos un peso encima (un par de cajas de leche, por ejemplo). Reservamos en la nevera entre 36 y 48h. Sacamos, lo limpiamos bien eliminándole los restos de azúcar y sal y ya tenemos nuestro salmón marinado.
- Introduce en el vaso batidor el huevo, los aceites, el limón, la sal y el wasabi. Bate a velocidad alta sin separar las cuchillas del fondo y cuando veas que ha emulsionado ya tienes tu mayonesa de wasabi.
- Emplatado: sobre cucharillas de servicio colocar un pequeño taco de salmón, sobre él una cucharadita de mayonesa de wasabi y culminar con unos brotes de alfalfa.
NOTA
Puedes sustituir los brotes de
alfalfa por cualquier otro que te guste más. Los de ajo también le quedan muy
bien. El salmón puedes presentarlo del mismo modo en finas láminas o cambiarlo
a su vez por atún o bonito, en este caso modificando la marinada (tataki de atún y bimi).
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: How can you mend a broken heart, Al Green
Para la degustación: Taberneros, Nacho Vegas
VINO RECOMENDADO
Peregrino Prieto Picudo, R11. DO
Tierra de León.
DÓNDE COMER
Es bocado rápido, fugaz y ágil,
especialmente recomendado para corazones y estómagos abatidos. No lo estreses
más, cómelo con tu mejor amigo, ése que te lleva con su conversación y alegría
por donde el corazón, precisamente hoy, te pide a gritos estar.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Tranquilo, que nada como un
disgusto para mantener la cintura a raya. La naturaleza es tan sabia que hoy
aunque te atraques no pasará absolutamente nada.