¿Y esto cómo se come?

Cómo digerir la crisis comiendo bien, con glamour y sentido del humor



Nada como unas cervezas, unos amigos y una conversación divertida para que salte la chispa que enciende una idea. Afirmación que confirma dos verdades irrefutables: que los bares y las cañas en este país son a las ideas lo que los garajes a la informática en EEUU y que te lo pasas mucho mejor en los primeros que en los segundos, y por supuesto socializas más.

Fue así, acodados a una barra, entre quinto y quinto, como surgió la idea de escribir un blog de recetas para indignados, hartos como estábamos todos los allí reunidos de la crisis y de los protagonistas de la misma. ¿Cómo sabrán una lentejas indignadas? Deben picar a rabiar, seguro ¿Y a qué plato le pegaría la prima de riesgo? Pues a un suflé, que sube y sube. Y así, unos por otros iban pasando las horas sin darnos cuenta mientras retiraban tandas sucesivas de botellines y una retahíla de nombres surrealistas y recetas imposibles e ingeniosas nos entretenía y soltaba esa risa fácil e incontrolable que tan a gusto te deja y no te hace consciente de los estragos del trasiego hasta que decides irte a casa.

Me reí tanto y me pareció una idea tan divertida que los días siguientes no podía dejar de pensar en platos y en nombres que estuvieran relacionados con la actualidad política y económica. Era algo obsesivo. Daba igual lo que estuviera haciendo, porque todo, absolutamente todo,  tenía que ver con la cocina: cuando me cepillaba los dientes, montaba claras a punto de nieve; cuando me quitaba la ropa, pelaba una alcachofa y en lugar de echarme colonia, me adobaba con ella.

Pero al margen de los nombres de las recetas, los platos que se presentan son sabrosos y atractivos, aparentes y nutritivos. Y por supuesto de cocinillas, ese que llevo dentro y a veces no me deja pensar en otra cosa que no sea cocinar y sobre todo disfrutar comiendo. Son recetas que forman parte del catálogo de mi casa,  sencillas pero resultonas. Y junto a éstas la de todos aquellos, cocineros de verdad o de mentiras pero apasionados, que buscan divertirse cocinando y mostrar su ingenio. Las únicas premisas son la originalidad y la inspiración y que el plato resultante sea económico, aparente y sabrosón. Su nombre encabeza su receta.

Son recetas triple A, para realizar en la zona cero de tu cocina, el único lugar donde los brotes son verdes de verdad, porque los compras tú y los ves y la imaginación vuela tan lejos como estés dispuesto dejarla llegar para hacer con ellos lo que quieras. Recetas austeras, pero elegantes. Recetas sencillas y agradecidas, donde el único recorte está en el precio.

¿Se puede ser sofisticado y exquisito sin apenas gastar dinero? ¿Se puede amar y comer bien en tiempos revueltos? Pues claro que sí, nunca hay que dejar pasar la ocasión si el plato y la compañía son los adecuados, a pesar de los tiempos revueltos, a pesar de los dichosos mercados.
Se completa cada receta con un comentario sobre el plato y su relación con el nombre que lo identifica y con la sugerencia de un vino, cerveza o cava con una relación calidad-precio a prueba de carteras esmirriadas.

También se incluyen alucinaciones varias, que si no tienen que ver con la cocina directamente sí la complementan o comparten espacio, bien en uno mismo, a poco que te descuides, bien porque en algún lado habrá que ponerse a disfrutar de lo que vas a comer y con la compañía deseada. De este modo, junto a cada plato se sugiere un consejo orientativo de qué hacer para compensar el valor calórico de la receta y equilibrar el placer de disfrutarla con el gozo de mantenernos atractivos y exquisitos, que lo cortés no quita lo valiente. Y por otro lado, te sugerimos el lugar adecuado donde saborear en perfectas condiciones las excelencias de cada uno de ellos, que sopa y bandeja nunca se han llevado del todo bien, aunque convivan, además de que el lugar donde comer va a depender de la ocasión que queramos celebrar y la compañía.

Como soy de los que piensan que la vida debería incluir banda sonora de serie, una banda sonora interior que no molestara al de al lado, pero que fuera testigo sonoro de todos nuestros actos, cada plato viene acompañado de un par de sugerencias musicales, que no se rigen por nada más que el propio gusto de quien las selecciona, una para escuchar mientras se prepara y la otra para cuando te lo comas, porque cada momento tiene su música y su ritmo y porque son temas que casi seguro te van a encantar y dan forma y contenido a la Banda Sonora de la Cocina Indignada.

No voy a poder resistirme a incluir algunas reflexiones sin más valor que mi propio desahogo. Los he llamado Entremeses, porque eso es lo que son; en primer lugar, porque los iré ubicando entre las recetas con el mismo orden lógico con que se  dispone el fiambre en el plato de entremeses de los menús preconstitucionales, es decir, ninguno;
y en segundo lugar porque, como en aquellos, son el entretenimiento para matar el hambre hasta que llega el plato principal, en este caso las recetas. No son más que opiniones que no pretenden ir más allá del puro divertimento, pese a que en algunos momentos se me ve el plumero y como no podía ser de otro modo mi indignación.

Espero que me comprendáis y podáis disculparme, pero me ha resultado imposible contenerme. Y sobre todo espero y deseo que disfrutéis: que disfrutéis con las recetas, en la cocina, con lo que hagáis y de cuantos os rodean. Nada me alegraría más que el contenido de este blog lograra haceros sonreír y os ayudara un poquito a ello.


Pasos a seguir para el uso adecuado de las recetas

Cada receta tan solo requerirá de ti convertir en un placer el tiempo invertido en elaborarla. Para conseguirlo los pasos a seguir son muy sencillos:
Selecciona una de ellas por la mañana, que la hora del desayuno es un momento muy bueno para organizar el día. Piensa con quién te gustaría disfrutar de ese plato. Si no es de casa llámalo con suficiente antelación, que si no parece que quieras pero no quieras y no queda bien. Mira qué ingredientes te faltan, elabora una lista y sal a comprar. Lo ideal es que luzca el sol y haga calorcito, pero si no es así, tampoco pasa nada. Ve al mercado y una vez hecha la compra y tomado el cortado de media mañana, regresa a casa, organízalo todo, ponte el tema sugerido para ese plato en la banda sonora de la cocina indignada, descorcha una botella de vino, échate una copa… y a disfrutar.
La verdad, no sé si los ricos también lloran, pero lo que tengo claro es que se puede comer como uno de ellos por muy poco y encima pasarlo de maravilla. No me digas que no es tentador meterte así en la cocina.

PD: En la relación de recetas que se irá presentando hay platos indignados y  resignados, entre otros, según sean más o menos “tranquilos de carácter” por el tipo de condimento o elaboración. Armoniza estos platos con tu estado de ánimo.
Come beligerante o conciliador según te encuentres e intenta alternarlos, pero hazlo con gusto y por darte satisfacción, no se te agrie el carácter, porque el sentido del humor y el optimismo debe ser parte esencial en tu dieta.