viernes, 29 de julio de 2016

Falsa langosta con espagueti negro. La política o el día de la marmota

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 No sé a los demás, pero a mí las últimas elecciones me dejaron tan agotado ante una realidad política tan inamovible y miserable, que hice el firme propósito de no volver a hablar de ella. Así que he estado unos días de viaje, absolutamente desconectado de la actualidad del país y del mundo, y de las novedades que los amigos derramaban en las redes sociales. Salvo algunas llamadas y mensajes, que me situaban en el día a día de la rutina diaria de las personas más cercanas, la verdad es que cuando regresas te sientes nuevo; casi como de un viaje de iniciación, de esos que recomiendan los libros de autoayuda y los monjes budistas.

No es necesario atravesar el Himalaya ni ponerse zen (aunque sean valores añadidos de un atractivo indudable, sobre todo el primero); lo único que precisas, en realidad, es cerrar los datos del móvil, obviar la prensa y no encender la televisión. Así se inicia un camino que puede arrancar perfectamente en la puerta de tu casa. Un ejercicio de desconexión (no necesariamente a la catalana) que debería enseñarse en las escuelas para aprender uno a limpiarse por dentro y a encontrarse consigo mismo. Y no me refiero a darle la espalda a la realidad, sino a tomarse un descanso de ella para retomarla a la vuelta con más ganas y la mirada menos contaminada por sus salpicaduras.

Más allá de las primeras horas desconectado del mundo, en las que entiendes los padecimientos de un viejo yonqui por su dosis, lo cierto es que al poco ni te acuerdas del móvil ni echas a faltar la actualidad o las banalidades que cuelgan tus amigos. Así de significativo debe ser todo lo que nos creemos importante.

Y ha sido a mi vuelta cuando he confirmado su falta de trascendencia: nada nuevo bajo el sol. Todo sigue igual en lo esencial: El PP imputado por enésima vez por el tema negro y sucio de la destrucción de los discos duros de un tipo bizarro y duro llamado Bárcenas. El PP ofreciendo a PSOE y C’s negociar leyes laborales y Mordazas impuestas por ellos, tan restrictivas y con tan amplio margen de mejora que por mucho que cedan seguirán teniendo al ciudadano cogido por donde más les duele. Izquierdas moderadas invitando a ex izquierdas más moderadas para que transiten el camino de la izquierda. Independentistas en labores eternas de desconexión mientras pactan con quienes se empeñan en evitarlo. Rondas de consultas reales con negativas infinitas a investiduras que terminarán por investir… (Hacer política llaman a todo esto, creo). Terroristas ‘terrorificando’ el mundo un poco más cada día. Estados aprovechando coyunturas terroristas para terrorificarnos a los ciudadanos y sus víctimas. Incendios que asolan nuestros bosques y se llevan tras de sí la belleza que oxigena nuestra existencia, como todos los veranos. Refugiados sin refugio...y así inmersos en un bucle inacabable de una realidad falsa y negra. Es como una de esas series de televisión de las tardes, que estás meses sin seguirla y un día te sientas frente a ella, la vuelves a ver y te metes como si el tiempo no hubiera pasado.

Bill Murray debe estar descojonándose manejando los hilos del espacio/tiempo desde su día de la marmota. Ya digo ¿algo nuevo bajo el sol? Más indignante, tal vez. Nuevo, nada.

Por otro lado, me ha resultado curiosa y paradójica otra circunstancia a mi llegada. Al tender la ropa para guardar mi viaje definitivamente en el armario, me he percatado que todo lo que había tendido al sol era negro, desde la ropa interior hasta el chubasquero. Así que me he planteado seriamente incorporar alguna una nota de color a mi existencia. Porque uno empieza por comprarse ropa de un color, se siente cómodo en ella y sin darse cuenta, motivado por un impulso inconsciente, va impregnando su vestuario del tono que cree mejor le sienta, hasta empaparlo todo. Con la realidad pasa algo parecido. Es necesario cambiar su traje de tanto en tanto, desnudarla y desnudarse de ella de vez en cuando, para poder vestirse con sus ropas sin que las costuras nos hagan daño.

Y para que la tela con la que está elaborada esta realidad falsa y negra no nos apriete demasiado, nada mejor que esta receta: Falsa langosta con espagueti negro. Una combinación perfecta que nos la recuerda y no por ello nos impide disfrutar de ella. Una falsa langosta hecha de rape y tan buena como aquella y un lecho confortable de espagueti, por más negro que se presente, para que campe sobre ellos a sus anchas. Una combinación perfecta, ligera y sabrosa que hará que disfrutemos del mar en cualquiera de sus versiones, por mucho que falsee su contenido.

Que la disfrutes.        

     
NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 1kg de rape limpio y sin el hueso central.
  • 250g de espagueti negro.
  • Pimentón duce de la Vera.
  • Sal y pimienta.
  • Aceite de oliva virgen extra.
  • 1 diente de ajo.
  • ½ guindilla.
  • 2 cucharadas de tomate frito.
  • Agua para cocer.
  • Perejil bien picado.


ELABORACIÓN

  1. Coge la cola de rape, sala ligeramente y embadurna muy bien por todos sus lados con aceite y con el pimentón. Colócalo en el fondo de una cazuela y ponlo a cocer en su jugo cuidando de darle la vuelta de tanto en tanto. El tiempo de cocción varía con el tamaño de la pieza, pero calcula unos 7’ por cada ½ kg de pescado. Saca de la cazuela, deja enfriar, corta y reserva.
  2. En la cazuela habrán quedado algunos restos del rape y un poco del caldo de la cocción. Reserva.
  3. Corta muy fino el ajo, previamente pelado, y en unas gotas de aceite sofríelo junto a la media guindilla. Incorpóralo a la cazuela de la cocción de rape junto a las dos cucharadas de tomate frito. Remueve todo muy bien hasta obtener una salsa. Rectifica de sal si es necesario.
  4. Cuece los espaguetis en una cazuela con agua hirviendo, durante 9’ aproximadamente. Deben quedar al dente. Escurre e incorpóralos a la cazuela donde has elaborado la salsa. Remueve bien para que ésta se reparta homogéneamente por la pasta. Salpimienta.
  5. Emplatado: Coloca en el fondo del plato un lecho de espaguetis negros y sobre el mismo, montados ligeramente unos sobre los otros el rape alangostado. Espolvorea con el perejil picado.

Sencillísimo y delicioso. A disfrutar.  

NOTA

Hay quien cuece el rape, bien al vapor o en agua, previamente envuelto en papel film y después en aluminio. Queda perfecto también, pero de esta manera obtienes la base para la salsa de los espaguetis. También puedes embridar la cola para que le dé un aspecto más similar a la carne de la langosta.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Go. The Chemmical Brothers.
Para la degustación: Big Cat. Wild Beasts.

VINO RECOMENDADO

Borsao selección, rosado. DO Campo de Borja

DÓNDE COMER

En la orilla de la playa, justo en el momento en que el sol comienza a ponerse (me refiero a irse, que el término confunde y uno no sabe si el sol llega o bebe, cualquier cosa menos marcharse). También en el lugar más fresquito de la casa, en el balcón o la terraza, por ejemplo; y en cualquier caso con la mesa perfectamente vestida, bien surtida de vino y la mejor de las compañías para que el plato realce aún más su sabor, si cabe.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Poca cosa, dado su bajo aporte calórico; pero como es fácil que te hayas pasado con el vino, no remolonees, levántate de la silla y da un paseo por la orilla, anda…



lunes, 18 de julio de 2016

Cuscús Facilón. El discreto encanto de los pequeños rituales cotidianos

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Nos hemos construido una vida con tantas obligaciones que vivimos en exclusiva para ellas y el tiempo se convierte en un capital tan escaso que hemos de administrarlo con precisión de metrónomo. Sacamos tiempo ubicando nuestras existencia en el centro de todos los servicios y en la periferia de lo que debería importarnos más: nosotros, si no tuviéramos que cumplir con el deber inexcusable de llegar a todo para no sentirnos culpables. Una tarea tan enorme que nos deja sin perspectiva e incluso, a veces, nos aplasta.

Compramos cuanto necesitamos en el mismo supermercado, y a poder ser dentro de un centro comercial, para que al pasar frente a los escaparates cojamos aquello de lo que nos encaprichamos sin pérdida de tiempo ni tiempo para pensarlo ni casi desearlo, como se pasa por los lineales de los alimentos al hacer la compra semanal. Compramos las verduras ya lavadas, cortadas y envasadas, el fiambre loncheado y empaquetado, el pescado rebozado, los fideos en un bote y los caldos preparados. Compramos la cebolla frita y enlatada, los huevos ya batidos con o sin las claras, los panes acuchillados en rebanadas exactas, siempre blandos y esponjosos para que no nos cueste tragar; y los yogures, con tantos componentes extraños, que en el tiempo dedicado a comernos uno nos cura de diez cosas diferentes a la vez…qué cosas.

Y todo esto está muy bien, porque hace que nuestra vida sea más sencilla y dediquemos todo nuestro tiempo a lo más importante: trabajar mucho para poder ir mañana de nuevo al centro comercial y que el ciclo vital del consumo no pare; y poder caer rendidos, por fin, en el sofá cuando llega la noche.

Y es que estamos tan obsesionados con facilitarnos esta vida a la que nos han empujado, con hacer de cada gesto un acto sencillo, que tendemos a simplificarlo todo y a perder esa sensibilidad por los pequeños rituales que hacen de nuestras rutinas un lugar más habitable y bonito. De tanta simplificación estamos construyendo un paisaje de inercias sencillas pero sin alma que despojan de cualquier encanto a todo cuanto hacemos, y muchas veces renunciamos al placer del viaje que nos acerca a un destino por alcanzarlo cuanto antes. Y creo firmemente que las personas que saben ver y aprovechan ese viaje logran pequeñas victorias al tiempo que les hacen más felices.

No me refiero al placer de una carta o una postal frente a la inmediatez de un whatsapp, que también. Ni al encanto del revelado frente a la foto digital. O la delicia de un viaje en tren haciendo volar el paisaje en sentido contrario, y tantas otras cosas propias de una vida menos ajetreada. No. Me refiero a pequeños placeres que se empeñan y nos empeñamos en sustituir por gestos que dejan sin huella su paso por nuestros días. A poco que pensemos nos vienen multitud a la memoria, pero hay dos que  en particular me irritan y me sorprenden: los tapones de rosca en las botellas de vino y las cafeteras de última generación.
Con los vinos con tapón de rosca pasa como con el café y la Nespresso: le quitas el ritual del descorchado o de su preparación y pierden todo su encanto. Se convierten en bebidas para sedientos que valoran sólo el contenido y menosprecian el protocolo. Un vino que sirves en la copa después de un leve giro de muñeca y el sonido seco de romper las rótulas al tapón, no sabe igual que después de un descorchado elegante y al ritmo ceremonioso de su extracción. Por mucho que lo exijan en ese formato los países importadores para facilitar su consumo, se convierte en un placer a medias, en un placer que deja un poso melancólico.
Del mismo modo, el sonido de sirena de fábrica de una Nespresso, ronco y frío, jamás podrá sustituir la musicalidad del café que va emergiendo ni a su aroma flotando en el ambiente. Una cocina que se despereza sin esos ingredientes es una cocina sin alma que deje huella en nuestra memoria, por más crema que tengamos en la taza.
Pequeños rituales que dotan de encanto a las rutinas diarias y las llenan de significado. Es como si en la ceremonia japonesa del té valorásemos más beberlo que la magia de su preparación y de servirlo.
¿Te imaginas que en tu primera cita para cenar en su casa, esa que se espera sea memorable, te ponga en el plato una pizza congelada y encima mal horneada? Por mucha ceremonia con que la haya sacado del envoltorio, si ha dedicado solo ese tiempo en intentar alagarte, vale la pena que te des la vuelta y que te vayas, porque seguro que todo lo que sucederá después será tan rápido como poco elegante y falto de sensibilidad.

Aquí te dejo una receta que te hará quedar como un chef de primera, a pesar de la sencillez en su elaboración (de la que nadie tiene por qué enterarse) puesto que muestra el mimo con que se ha preparado. Un plato fácil, que no delata a quien lo prepara por su rapidez, que asegurará el éxito en todas tus citas: Cuscús Facilón. La combinación del pulpo y la Pericana con el cuscús hacen de esta receta un plato elegante y de fácil digestión, llena de color y sabor que sorprenderá a todo el que lo pruebe. Te aseguro que no quedará ni un pequeño grano en el plato.
Que lo disfrutes.  

NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 200 g de patas de pulpo cocido.
  • 1 bote de 200 g de salsa pericana.
  • 150 g de ajos tiernos limpios y troceados.
  • 300 g de cuscús.
  • 300 g de caldo de pescado.
  • Sal y pimienta.
  • Aceite de oliva virgen extra.



ELABORACIÓN

  1. Calienta un poco de aceite en una sartén y sofríe los ajos tiernos. Cuando veas que ya casi están incorpora las patas de pulpo troceadas, remueve, salpimienta y que sofría un poquito.
  2. Incorpora la pericana y deja que cueza todo junto 2’ o 3’. Añade el cuscús y remueve.
  3. Añade el caldo sigue removiendo y apaga el fuego. Que el cuscús vaya absorbiéndolo. Prueba el punto de sal y rectifica a tu gusto. Remueve de tanto en tanto para que quede bien suelto y los sabores conjuntados.
  4. Emplatado: servir recién hecho en plato hondo.

Sencillísimo, rápido, económico y delicioso. A disfrutar.

NOTA

Puedes sustituir el cuscús por fideo fino y hacer una fideuá directamente en la sartén. Está igualmente exquisita.
Si no encuentras Pericana (pasta intensa y contundente, troceada muy fina, normalmente para untar, típica del interior de Alicante, elaborada con pimiento seco y bacalao o capellán), puedes hacer una pasta similar desmigando, cortando muy fino y friendo bacalao desalado junto a tomates y pimientos secos bien picados, y ajo. No es lo mismo pero se asemejará, y te aseguro que el resultado será igual de bueno. Yo he utilizado una ya elaborada.   

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Feeling Good, Muse
Para la degustación: Mi guitarra y vos, Jorge Drexler

VINO RECOMENDADO

Atance Bobal tinto. DO Valencia

DÓNDE COMER

Es un plato sencillo, pero estiloso y elegante, propio para quedar como un Masterchef, pero sin máster (sin problema, nadie tiene por qué enterarse de su sencillez, al contrario). Por tanto, viste bien la mesa, el vino que esté en su punto de temperatura y en abundancia, la luz adecuada, la música recomendada, la mirada…y a triunfar en todos los sentidos.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

¿2+2? Si no me das más datos…