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Lo que no podía suponer ella ni
la policía ni ninguno de los miles de amigos que poseía la víctima, era la
soledad que habitaba y las condiciones en las que deshojaba sus días: con una
ventana como único cordón umbilical que le conectaba con la realidad exterior
de su vida (el resto de accesos se encontraban tapiados de basura) y un
ordenador que le abría su interior enfermo al resto del mundo, y mostraba sus
emociones elevándose sobre las cumbres de desechos.
Tuvo que ser una amiga a la que
no había visto jamás quien diera la voz de alarma, porque nadie cercano a él lo
echó a faltar. Facebook le ofrecía el calor humano que la realidad le negaba, y
en su caso suplía a esa persona con la que compartes vida y compañía o que cada
noche, por muy cansado que estés y por agotador que resulte en ocasiones, te
llame y te pregunte cómo te ha ido el día, cómo te va la vida.
Con toda seguridad la naturaleza
de su enfermedad no ayudó a que esta situación fuera diferente, pero lo
sorprendente es el extraordinario número de amigos que poseía en el mundo virtual
frente a un círculo familiar y de amistades totalmente desolado en la vida
real. Y aunque de manera artificial, al menos facebook debió aliviar parte su
soledad.
No es el único caso. Es más
frecuente de lo que pudiéramos pensar y cada cierto tiempo los titulares nos
descubren situaciones semejantes. Historias tristes de soledad y desolación
entreveradas en el mismo espacio que habitamos. Historias que no vemos ni
sabemos leer porque vivimos de espaldas a la realidad que nos envuelve. Y tan
ensimismados, tan preocupados por banalidades, tan condicionados por la visión
que nos ofrecen del mundo, que perdemos la perspectiva de lo realmente
importante; la perspectiva de lo único que de verdad vale la pena: cuidar de nosotros
y de cuantos nos rodean; preocuparnos por nosotros y por los demás; embellecer
con palabras y con gestos el pequeño espacio de vida que nos circunda. Intentar
hacer más agradable una vida ya de por sí complicada y en ocasiones inhóspita,
sin más.
Podrá parecer una ingenuidad ¿pero
acaso hay algo más importante que eso? ¿Hay algo más interesante que mejorar nuestras vidas con
pequeños gestos que iluminen nuestro espacio cotidiano? Decorar nuestra
existencia con actos bonitos, generosos, solidarios; como quien decora su casa.
Derrocharlos para sentirnos más persona. Dar y darse. Conocer y dejarse conocer.
Construir una sociedad no sólo interconectada a una realidad virtual, sino también
a las personas. Porque nos pasamos el día conectados, sepultados por montañas
de información, como aquel bajo la basura, y sin embargo, sabemos más de cualquier
personaje público que de nuestro vecino. No sabemos quién es, qué le preocupa,
cómo se encuentra, a qué se dedica…y siempre podrá ayudarnos mucho antes y con
mayor interés que el tertuliano o la ‘tronista’ que mejor nos cae ¿no te
parece? ¿Por qué no empezamos por ahí?
Esta receta puede ayudarnos a
ello. Invitar a una conversación y de paso a un plato que es la
reinterpretación de las clásicas habas frescas con bacalao: Milhojas de habas y bacalao. Milhojas
como todas esas preocupaciones que se nos acumulan y que sin embargo son
prescindibles en su mayoría. Milhojas, en este caso, que junto a las habas y al
bacalao crean una combinación perfecta cando se unen a la untuosidad del huevo,
la sutileza del aguacate y la frescura
del tomate. Un conjunto de un cromatismo espectacular y un sabor único que no
dejará indiferente a nadie, y tal vez se confirme como el inicio de una buena
amistad.
Que lo disfrutes.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 150 g de habas frescas en grano.
- 4 tomates firmes y maduros.
- 3 huevos duros.
- 150 g de migas de bacalao desalado.
- 1 cebolleta.
- 2 aguacates maduros y firmes.
- Aceite de oliva virgen extra.
- 1 diente de ajo pequeño.
- Unas gotas de zumo de limón.
- Sal.
ELABORACIÓN
- Quitamos la piel a los granos de haba. Reservamos.
- Cortamos los tomates en rodajas finas, salamos ligeramente y reservamos.
- Pelamos el ajo y lo cortamos en trocitos muy finos. Hacemos lo mismo con la cebolleta. Mezclamos con el bacalao y le añadimos aceite de oliva virgen extra. Removemos bien y reservamos.
- Pelamos los aguacates y cortamos en daditos (añade unas gotas de limón para que no ennegrezca). Reservamos.
- Pelamos los huevos y los cortamos en rodajas.
- Emplatado: Utilizando un molde de cocina, ve colocando, por este orden, de abajo hacia arriba y formando capas: tomate, bacalao, aguacate, huevo duro y habas tiernas. Rocía con un hilillo de aceite de oliva virgen extra y añade unas escamas de sal.
Sencillo, espectacular y
delicioso. A disfrutar.
NOTA
Puedes utilizar también salmón
marinado (no lo mezcles con ajo). Si lo prefieres, prepara un tartar con atún,
salmón fresco o incluso gamba y tunéalo con el adobo que más se ajuste al sabor
de tu casa; le quedará de maravilla a este milhojas con habas.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: El infierno. Russian Red.
Para la degustación: 5 Razones. Manu Chao.
VINO RECOMENDADO
Los Molinos, verdejo. DO
Valdepeñas.
DÓNDE COMER
En la terraza, en el balcón, en
la playa, en la montaña…donde sea que prefieras, pero al aire libre, lejos de
la soledad de una habitación sin vistas más que a uno mismo. Y por supuesto
bien acompañados de amigos que no hagan reír. Se recomienda regar bien la
ensalada con el vino.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Dejar el móvil, cerrar el
ordenador y caminar; caminar hasta que caiga la noche, ahora que se retrasa. Eso
sí, parando en cada estación y apeadero a charrar con quien te plazca, que no
hay ninguna prisa.