sábado, 18 de noviembre de 2017

Manitas de cerdo al estilo Eme Punto Rajoy

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“Qué época tan terrible ésta en que unos idiotas gobiernan a unos ciegos”.
Willian Shakespeare

No es verdad que los árboles no nos dejan ver el bosque, a veces es un sólo árbol el que nos lo impide. La última temporada de la serie catalana ‘El Procés’ ha batido récords de audiencia. Y no precisamente en plataformas de pago de contenidos online como Netflix o HBO, sino en todos los canales públicos y privados estatales. Líder de las series de ficción en los últimos meses, cada episodio televisado ha conseguido, más que el minuto de oro, el de platino.

Ha sido tal su éxito que ha trascendido el ámbito del entretenimiento y llenado de contenidos los programas de debate y opinión en todos los medios (televisivos, sonoros y escritos), donde el análisis de la trama y su argumento ha convirtiendo a sus protagonistas en verdaderas estrellas de la audiencia, tan odiados por unos como admirados por otros.

 Una realidad inducida y nada casual, hábilmente promovida por los programadores oficiales del gobierno (que dirigen y controlan las principales cadenas de televisión y grupos de información), que han llenado la parrilla informativa durante horas, días y semanas con el único contenido de ‘El Procés’, ensombreciendo series de reconocido prestigio como ‘La verdad sobre el caso Gürtel’.

No es una práctica nueva, ni mucho menos; pero sí poco democrática desde un punto de vista de la audiencia al limitar la libertad de elección. Pues, como responsables del soma informativo que nos alimenta, establecen qué series son de interés general y cuáles no; y en función de los datos de audiencia que quieren obtener, dan prioridad a unas en detrimento de otras, determinando las preferencias del espectador, convirtiéndose (convirtiéndolas) en creadores de opinión. Pura manipulación.

Y es una lástima, porque en el penúltimo episodio de ‘La verdad sobre el caso Gürtel’, la aparición de un personaje que hasta el momento había pasado inadvertido, un inspector jefe de la UDEF (Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal -no veas cómo suena, ¿eh?, y la tensión que se respiraba en su declaración. Estos guionistas son la leche-), que llevaba investigando 8 años el caso, aclara lo que era un secreto a gritos entre la fiel audiencia de la serie: que el presidente de un gobierno de una nación occidental y democrática, y muchos miembros de los diferentes gabinetes de gobierno del mismo partido, habían estado poniendo la mano miserablemente y cobrando sobresueldos de una contabilidad paralela gestionada por el propio partido. Al menos “indiciariamente”, decía el inspector. Sólo por esta palabra y cómo la pronunciaba al responder tras cada nombre por el que era preguntado, valía la pena seguir la serie desde sus inicios. Porque una de las piezas clave de la serie ha sido determinar si la inicial de un nombre asociada a un apellido que corresponde al del presidente de gobierno, inicial que coincide con la del nombre del mismo, es indicio suficiente para confirmar su identidad.

Para quien no haya seguido ‘La verdad sobre el caso Gürtel’, ha de saber que perpetúa la tradición de la mejor novela Negra. Es muy recomendable y de lo mejor que se ha rodado en los últimos años. Como un Cuéntame -por el tiempo que lleva en antena-, pero en política. Trata sobre la corrupción en las más altas esferas y sobre impunidad ante la ley. Sobre la ausencia de independencia judicial, fiscales a la carta y policías e inspectores de delitos económicos atosigados y puestos en entredicho desde el gobierno para entorpecer su labor de investigación. Hay muertes misteriosas alrededor del caso, testaferros, hombres de paja y desgraciados que pagan por todos. Políticos que alargan la mano y cogen sobres llenos de dinero, que se retuercen como cucarachas para defenderse, que mienten sin pudor y gastan recursos públicos en sus defensas porque saben que no tendrán que devolverlos. Y trata, en definitiva, de la cara más abyecta y miserable que puede mostrar el ser humano.

En fin, todos los ingredientes que ha de tener una buena serie de ficción para quedar boquiabierto capítulo a capítulo. Y está tan bien hecha que si no fuera porque sabes que es una película hasta creerías que pasa de verdad. A veces llegas a pensarlo. En serio. Creo que tiene un montón de Emmy’s; o de Grammy’s, no recuerdo. Pero tener tiene algo, ya digo, porque engancha.

Menos mal que aquí, en la vida real, tenemos un presidente que ante las mentiras e injusticias ha dicho: “Si se engaña a la gente uno está inhabilitado para la política”. No sé a ti, pero al menos a mí, después de ver ‘La verdad sobre el caso Gürtel’, este tipo de declaraciones me dan confianza y me tranquilizan.

Para el penúltimo capítulo de esta serie hice una receta que le viene al pelo: Manitas de cerdo al estilo Eme Punto Rajoy. No veas qué bien saben y cómo se disfrutan mientras ves los tejemanejes de esta gente en el televisor. Te pones como un gorrino chupando huesecillos, pero vale la pena. Unas manitas de cerdo bien cocidas con su salsa y patatitas. Y un suave manto de micuit de pato rallado por encima para darle más untuosidad al plato, si cabe. ¿Se puede pedir más para digerir una trama como la Gürtel? No sé yo, pero a mí me han sabido a gloria.

Que las disfrutes.


NECESITARÁS (para 4 personas)

·         8 manitas de cerdo limpias.
·         2 cebollas medianas.
·         1 puerro.
·         2 tomates rallados.
·         4 dientes de ajo.
·         2 hojas de laurel.
·         1 clavo (de especia).
·         ½ cucharadita de romero y otra media de tomillo.
·         Sal y pimienta.
·         3 patatas medianas.
·         50 g de micuit de pato congelado previamente.
·         Aceite de oliva virgen extra.
·         Agua para cubrir el guiso. 

ELABORACIÓN

1.      En una olla rápida introduce las manitas salpimentadas junto al puerro troceado, 1 de las cebollas en cuartos (con el clavo pinchado en uno de ellos), dos dientes de ajo machacados, el laurel y un chorrete de aceite. Deja cocer aproximadamente durante 1h. Dejar enfriar y reservar.
2.      Corta la cebolla y el ajo muy finos y sofríe en aceite en una sartén. Cuando empiece a ponerse transparente la cebolla incorpora el tomate rallado, las aromáticas y rectifica de sal. Dejar sofreír.
3.      Añade un poco de agua de la cocción de las manitas y batir. Rectifica de sal si es necesario. Añadir las manitas y dejarlas cocer en la salsa unos 10’-15’ más.
4.      Pela y lava las patatas y córtalas en láminas de medio cm aproximadamente. Sofríelas en abundante aceite.
5.      Emplatado: en un plato llano coloca una camita de patatas fritas y sobre ella dos manitas. Añade 3 cucharadas de salsa y ralla por encima el micuit previamente congelado.
Indiciariamente delicioso, sencillo y económico. Para rebañar hasta llevarse la porcelana del plato.

NOTA

También puedes comprarlas cocidas; indiciariamente todos pensarán que las has cocido tú…O no, a saber. Cuando hayas dado buena cuenta de las manitas, puedes añadirle un huevo frito a la salsa que nos queda y las patatas fritas que hemos puesto como cama. El bocado resultante es tan contundente como glorioso, indiciariamente, pues no suele quedar rastro en el plato.
  
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Que os follen. Niño de elche
Para la degustación: España va bien. Ska-P

VINO RECOMENDADO

Ruberte garnacha tinto 2016. DO Campo de Borja

DÓNDE COMER

En lugar espacioso donde puedas abrir bien los codos, porque te vas a poner de chuparte los dedos hasta las cejas.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Indicialmente las manitas son muy gelatinosas y no tienen por qué tener una carga calórica importante. Pero si les sumamos el micuit rallado, las patatas, el tomate y el posible huevo, o comes con una camisa de fuerza para no expandir el continente abdominal más de lo necesario o sería recomendable unos trotecillos livianos una vez acabada la digestión (incluso antes).





martes, 31 de octubre de 2017

Conejo a la Puigdemont

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Está bien ser creativo e improvisar para salirte con la tuya cuando ya no se sabe qué hacer, pero de ahí a la bochornosa actuación de Puigdemont de las últimas horas hay un mundo. Dicen que cuando el camino se ha acabado sólo los tontos siguen adelante; y después de entonar una melodía de sedición con tanto convencimiento y solemnidad, y de dirigir el coro que le acompañaba, acabar así y con la épica de la realidad en la que se creía inmerso es decepcionante, muy decepcionante. Lo último que se esperaba de él es que huyera como un conejo a pedir asilo político, y cuando no lo consigue (como con seguridad ya imaginaba) disfrazar su huida de ‘Govern en el exilio’ e intentar internacionalizar un conflicto alimentado por él en buena medida.  

¿Qué habrá pasado por la mente de Puigdemont para actuar de una manera tan vergonzosa e indigna para él e incómoda para los demás –para los belgas los primeros-? ¿Cómo se puede pasar de ser incómodo e irritante para algunos a ser ridículo y grotesco para casi todos (incluso para los tuyos)? ¿Por qué huye? ¿De quién se esconde? ¿De Rajoy? ¿De una decepcionada CUP? ¿De Ferreras?... ¿Se habla catalán en Mátrix? Al menos en el suyo pueden darse ruedas de prensa en cuatro idiomas y pintar mundos paralelos de represión y tortura. ¿O es un adelanto horario de Halloween y el ex-president es un muerto viviente? Hay pruebas que apuntan a ello…

Cuántas preguntas a esta especie de charlotada que nos tiene a todos boquiabiertos y ojipláticos; a españoles, catalanes, belgas y europeos. Y lo que es peor: nos ha pillado a contrapié y sin palomitas para asistir al espectáculo como es debido. Porque algo de cómico hay en todo esto. Algo tragicómico, más bien. Recuerda la polvareda levantada por el Roldán de sus mejores días de ‘coge el dinero y corre’. Incluso los de aquel Dioni ‘Berlangariano’ que gastaba dinero a toda prisa en Brasil ¿Cómo puede darse una imagen tan bochornosa de uno mismo? ¿Cómo justificar la responsabilidad de sus actos ante quienes le han votado y apoyado ciegamente? Porque la decepción puede olerse en la distancia.
Sean cuales sean sus razones: huir desquiciada y vergonzosamente hacia delante como los conejos o una estrategia de internacionalización del conflicto catalán, su fotografía por Bruselas y en esa rueda de prensa, donde sólo ha contestado 5 preguntas (una a TV3 y cuatro a medios extranjeros, ninguna a un medio español) no son más que las últimas escenas improvisadas de una película que, por fin, está a punto de acabar…

¿Continuará?

El conejo es su plato, no hay duda. Conejo a la Puigdemont. Un plato que se acompaña con mongetas y bulets, y que como aquel jamás, jamás te dejará indiferente.

Que lo disfrutes

NECESITARÁS (para 4 personas)

  • ½ conejo troceado (unos 500 g).
  • 150 g de ‘bulets’ (en este caso setas siitake).
  • Una cebolla pequeña.
  • 3 dientes de ajo.
  • 1 tomate de pera pequeño.
  • 1 bote de alubias cocidas de 660 g.
  • Sal, pimienta, romero, chile molido (opcional) y una papelina de azafrán en polvo.
  • Aceite de oliva virgen extra.
  • 1 l de agua.


ELABORACIÓN

  1. Salpimienta el conejo y añádele las aromáticas y un chorrete de aceite. Déjalo reposar 1h.
  2. Sofríelo en una cazuela con aceite a fuego moderado. Dale unas vueltas hasta que esté dorado. Retíralo y reserva.
  3. Lamina la cebolla y los ajos y sofríelos en el aceite donde has pasado el conejo. Cuando la cebolla esté transparente, ralla el tomate e incorpóralo. Remueve y deja que termine de sofreír. Rectifica de sal. Añade un poco de agua caliente y bate para que el sofrito de cuerpo y consistencia al caldo. Añade el resto del agua caliente.
  4. Corta las setas e incorpóralas junto al conejo y el azafrán en polvo. Prueba y añade sal al gusto.
  5. Deja cocer 20’ aproximadamente y añade las alubias de bote (si son naturales y cocidas sólo con agua y sal no las escurras, incorpora también su caldo; si no es así, escúrrelas y lávalas primero). Deja cocer 5’-10’ y reposar otros 10.
  6. Emplatado: en plato hondo y sin miramiento, que es receta ligera, económica y deliciosa.

Para repetir.

NOTA

Si ves que te quedan las alubias algo claras, rállales un huevo duro para que la yema espese un poquito el caldo (como he hecho yo). También puedes coger unas cuantas alubias y algo de caldo, batirlas y las vuelves a incorporar al guiso.
Las pelotas de carne acompañan a la perfección al conejo en este plato. De hecho, es un plato que forma parte del recetario tradicional: Conejo con pelotas. Desgraciadamente este conejo no las tiene, aunque puedes añadírselas tú.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Un velero llamado libertad. José Luís Perales
Para la degustación: No volveré. Chavela Vargas.

VINO RECOMENDADO

Lo Flamenk tinto. DO Terra Alta

DÓNDE COMER

La mejor opción es en casa de Puigdemont, allá donde la tenga, Bruselas, Gerona o Barcelona. Pero, a falta de invitación, siendo como es plato de almuerzo y telediario, en el comedor y frente al televisor, con la mesa bien vestida y en vajilla fina, que el conejo lo merece; y en buena compañía, que comparta y que comente las andanzas de este nuevo Willy Fog.  

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Es plato ligero y veloz, por lo que cuatro carreritas y unos saltitos de conejo a media tarde será ejercicio suficiente para evitar la indigestión.



sábado, 30 de septiembre de 2017

Se busca viento que arrastre tanta porquería... Parlem?


Mañana es el gran día y yo todavía con estos pelos. Tengo mi armario tan lleno de informaciones que al final no sé qué ponerme. ‘Erase una vez…’ Así empiezan las grandes historias, y ésta de Cataluña y España, de España y los 17 enanitos (más dos nanoenanitos) empezó con el reparto de competencias, con el reconocimiento de identidades y con el rechazo de un ‘Estatut’. Empezó como empiezan los escarabajos, con una pequeña porción de porquería que van rodando y rodando hasta formar una impecable bola de mierda que arrastran sin cesar. Los escarabajos lo hacen para regalársela a la ‘escarabaja’ que les gusta y poder echar un polvo con ella -ironías de la vida-. Pero con esta pelota que se ha formado nos follan a todos. Esto es imparable. Poco más queda por decir. Si es que queda algo. Los ánimos están tan tensos, que incluso Rajoy, así por lo bajini, planteó a Trump que ensayara su muro mejicano en las fronteras con Cataluña. Un muro, eso sí, no muy alto para que pueda ser saltado en vacaciones e ir al pueblo a descansar.
  
La verdad es que el ‘Erase una vez’ y cómo hemos llegado hasta aquí ya es lo de menos. La verdad es que la fractura que está produciendo se oye desde Kurdistán. Entre el inmovilismo inicial de unos, transformado en intransigencia autoritaria, y la insolencia narcisista de otros; entre la aplicación de la ley como doctrina y la desobediencia como estrategia, aquí estamos, todos, en el medio, atrapados, y cada vez más jodidos. Gracias a la incompetencia de unos políticos incapaces de sentarse a negociar (¿Alguien les ha explicado el  poder que tiene unas cervezas sobre una mesa y un clima distendido?) En lugar de eso se han dedicado a generar tensión, a manipular, a alimentar el miedo y el odio, actitudes que domestican a una sociedad tremendamente manoseada en interés propio.

Qué  exceso de arrogancia por todos lados. Qué falta de empatía, de amabilidad. Qué forma tan obscena y ofensiva de jalear consignas, de ondear banderas. Qué desproporción de orgullo patrio. En todos.

El gran éxito de los independentistas catalanes ha sido convertir un acto de desobediencia en una cuestión de derechos civiles, una circunstancia que ha contado con la eficaz e inestimable ayuda del gobierno del PP y su exhibición de músculo a través de la judicatura, la fiscalía y las fuerzas de seguridad del estado (también de los medios de comunicación que comen de su mano, de contertulios y periodistas de nómina). Claro que, llegados al punto que hemos llegado, y con la ley en la mano ¿qué otra respuesta se esperaba? El problema real ha sido, precisamente, haber llegado hasta aquí por la ausencia de diálogo previo. La verdad es que hablar con el PP debe ser algo parecido a masticar por el hueco de una muela: sin voluntad negociadora, como sin molar, es imposible digerir un bocado o un argumento lícito como la reforma de la constitución.

Qué bien les ha venido este conflicto a todos para tapar la basura en la que nadan. Pero se les ha ido de las manos. A todos. Al PP aprovechando el sentimiento anticatalanista que hay en determinados sectores de la sociedad. Y a los independentistas catalanes que han sido muy hábiles manipulando el sentimiento de pertenencia (por otra parte incuestionable), convirtiendo, a su vez, a quienes además de catalanes se sienten españoles, en poco menos que apestados, fachas de mierda a quienes hay que señalar con el dedo. No vale el argumento de que se les señala, no por lo que sienten sino por sus reticencias al referéndum, pues, obviamente, quien no quiere separarse no tiene el mismo interés por una votación. Sin embargo, una cuestión inicial de desobediencia política ha derivado en un problema de desobediencia civil, un tsunami donde todos se ven arrastrados, quieran o no.

Y mientras estas cosas pasan el cristal de la convivencia agrietándose, crujiendo, rompiéndose. Hay muchos catalanes hartos de ‘los españoles’, eso es verdad; tantos, como españoles hartos de ‘los catalanes’. Esa costumbre congénita que tenemos en este país de confundir gobiernos y ciudadanías. Lo que está claro es que, a este ritmo, el lema “donde vamos uno, vamos todos” cada vez tiene menos sentido; y habrá que ir repensando la nave o dividiéndola, pero entre todos.

“Pase lo que pase el 1-O, ya hemos ganado”, dicen algunos políticos independentistas. Creo que, pase lo que pase ese día, todos hemos perdido ya un poco. Un poco más de confianza en nosotros mismos, en nuestra capacidad para empatizar, para ponernos en el lugar del otro. Incluso cierta inocencia sobre la existencia de una convivencia sin fisuras.  

Hoy es sábado. Mañana es el día. No sé qué me ofrecerá la noche, pero sé que el día me seguirá entregando más noches de cristales rotos: amistades envenenadas por las consignas políticas, sueños que estallan en pedazos contra la realidad, verdades absolutas hechas añicos y una infinitud de fragmentos de decepción y hastío estancados sobre nuestras vidas, con esa pesadez triste y perezosa de las tardes de domingo.

Qué pereza dais, de verdad. Unos y otros. Qué cansancio. Qué país de ciudadanías ciegas y sordas, de insufribles políticos, mediocres e irresponsables. Pirómanos. Hablad de una puta vez. Pactad. Ceded. Ganad. Ambos. Todos. ¡Ya! Y dejadnos vivir en paz. Puede que sea tarde para el 1-O, pero no para el 2-O. Si hay algo bueno en todo esto es la oportunidad que ofrece para repensar un país plural como el que tenemos. Aprovechadla. No la desperdiciéis. Reformad lo viejo, desechad lo que no funciona, adaptaos a las nuevas realidades, abrid las ventanas y que corra el aire. 

 Se busca viento que arrastre y que disipe tanta porquería, tanta inquina. Razón: la convivencia.

Parlem?


Este post ha sido escrito escuchando esta canción. Creo que le viene al pelo...https://www.youtube.com/watch?v=WZpDaqW4gQc

jueves, 9 de marzo de 2017

Razones por las que siempre hay que ir a la huelga...incluso en educación



9 de marzo de 2017: jornada de huelga general en la enseñanza. Tercera de la ‘era Mariano’. Ha habido movilizaciones estudiantiles de cierta relevancia en estos años, pero esta convocatoria une por primera vez a toda la comunidad educativa en la calle frente al gobierno. Los motivos varían poco y siguen siendo los mismos: la derogación de la LOMCE, la reversión de los recortes y la Dignificación de la enseñanza pública. Dignificar con mayúsculas; es decir, situarla en el lugar que se merece y nos merecemos, no ese territorio oscuro y hostil donde las políticas del PP se han empeñado en abandonarla, en la frontera de la precariedad, de la segregación, de la desigualdad y la falta oportunidades.

La huelga se ha convocado en un clima poco reivindicativo en el sector, esa es la verdad. Casi de calma chicha. Y eso ha planteado dudas sobre su seguimiento entre el profesorado. No es una cuestión de docilidad o de resignación, es una cuestión de ‘clima’, de catarsis, de crear el ambiente adecuado que disipe las dudas en un sector ya de por sí muy castigado económica, laboral y socialmente. Una responsabilidad que recae en los sindicatos y en el tiempo necesario para su preparación, informar y mantener, cuando no encender de nuevo la llama de la reivindicación. De hecho, el reflejo mediático los días previos ha sido prácticamente inexistente.

El éxito de la huelga, por supuesto, está garantizado entre los alumnos y los padres, los primeros deseosos de hacerse oír y los segundos muy sensibilizados con la educación de sus hijos. Pero cuando te tocan el dinero la cosa cambia, ya lo creo que cambia. De hecho, y en espera de los resultados de la huelga al final de la jornada, dudo mucho que el seguimiento entre los profesores y maestros supere el 20%. 2 de cada 10 a lo sumo. Nada. De ser así, más allá de concluir que se está ante un sector aburguesado (falso, no hay más que ver los índices de participación en las huelgas generales de 2012 y 2013) harían bien los sindicatos en revisar sus estrategias de movilización y adaptarlas, cuando no cambiarlas radicalmente, a la realidad de cada momento y del sector, a fin de cuentas son ellos los convocantes y el trabajador quien debe decidir si invierte su dinero en una huelga.

Son los conceptos de valor y precio, lo que invierto y lo que obtengo a cambio, lo que determina el éxito de una huelga. La huelga es el último recurso. Al que se aboca cuando todos los demás caminos han fallado o cuando se quiere presionar con todas las fuerzas disponibles. Los estibadores se ponen en huelga y los armadores tiemblan ante la perspectiva de que sus mercancías acaben en la basura o los retrasos en las entregas encarezcan los costes. Los controladores aéreos convocan un paro en fin de semana y los viajeros morimos de desesperación en la terminal del aeropuerto viendo cómo pasan nuestras vacaciones por delante de nuestros ojos sin poder acariciarlas. Pero los profesores se ponen un día de huelga y qué, solo manifiestan su descontento, poco más. Habría que plantearse formas de protesta adaptadas a este sector, pero ese sería un debate distinto que no ha lugar ahora mismo.  

Lo cierto es que, cada vez que me pongo en huelga, sobre todo en convocatorias como la de hoy, con esa sensación de cierta improvisación para un amplio sector del profesorado entre el que me incluyo, se me plantea el dilema interno de si sirve para algo. Un conflicto entre la razón y el corazón donde siempre acaba imponiéndose el segundo y el primero entendiendo sus razones. Porque, a pesar de todo, estando dónde estamos y estando cómo estamos, al menos en educación hay sobradas razones para ponerse en huelga. Siempre.

Porque es una huelga estatal. Porque lucha contra la política educativa de un gobierno sin sensibilidad hacia lo público, que además excluye de las negociaciones por el ‘Pacto Educativo’ a los propios profesores, convirtiéndolos en meros espectadores frente a un acuerdo político.

Pero sobre todo por dos razones: Porque contra quien te roba y te maltrata se vive mejor que resignado a sus pies; o al menos con la conciencia más tranquila. Y fundamentalmente, por dignidad y compañerismo, los únicos lugares comunes que nos quedan como trabajadores para hacer frente a tanto indeseable.

Hoy no hay receta, estoy de huelga y empieza ya la manifestación. Hoy es día de hacerse oír y de reivindicar una educación mejor.

Que así sea.


viernes, 24 de febrero de 2017

Urdangarines a Ginebra, no; Urdangarines al infierno

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Hace unos años, cuando salieron a la luz los chanchullos ‘Urdangarinescos’ de Urdangarín, antes incluso de que la infanta comenzara a padecer su infantil pero judicialmente exitoso proceso de atontamiento amnésico, en Cocina para Indignados le dedicamos esta receta: 

“Hay infinidad de chorizos en este país. Los hay de León, de Galicia, de Lérida, de orza, dulce, picante…, pero pocos tan afamados y mediáticos como este, que ha llegado a trascender su ámbito estrictamente geográfico hasta convertirse en una denominación de origen propia a la que ha dado nombre: Urdangarín. Casi, casi como un vino de pago (y nunca mejor dicho) pero en chorizo.
Y de verdad que no es por ensañamiento, pero su trascendencia ha sido tan grande que ha ensombrecido a chorizos de corte clásico y manual mucho más arraigados. Más bien es por el sentido de la pertenencia. No se puede ser cura y promiscuo a la vez; vendedor de trajes y nudista a tiempo completo; yerno de un rey y pirulero. O lo uno o lo otro, pero todo queda feo y casposo, muy casposo. Porque pirulero sin nobleza, como que eres uno más, uno de tantos, y en tu casa casi que ni se enteran. Pero siendo yerno de un rey…eso no tiene perdón, es para que te dé un ‘infanto’ de miocardio y no levantar cabeza.
Y es que hay pocas cosas peores y más miserables que ser avaricioso y ladrón, aprovecharse de la posición y maquinar a espaldas de la ley. Sobre todo, cuando al resto de la ciudadanía solo le llueven miserias y los ‘esfuerzos’ que se le exigen suenan como el chasquido de un látigo sobre la espalda del esclavo.
En homenaje a los denodados esfuerzos de este personaje en su carrera a ladrón y al purgatorio de sus fechorías, te sugiero este plato para compartir, muy indicado para días de Pascua o de fútbol (no me preguntes por qué, pero le va). Un aperitivo facilísimo de elaborar y extremadamente aparente, desenfadado y atractivo, como el mismo al que representa. Un chorizo Real, como la vida misma, y un infierno de llamas donde purgar sus penas.

Que te aproveche”.

Casi cuatro años después se demuestra que, al menos en este país, robar sale a cuenta. Robar mucho, me refiero, no miseria. Robar como un duque, como un ministro, como un banquero o como un tesorero. Robar como roba el rey de los ladrones. Robar a manos llenas. Robar sin medida ni media en el rostro; para qué, a cara descubierta, no vayamos a sudar. A fin de cuentas, quien roba de este modo puede contratar bufetes de 1000€ por hora que generen sumarios de 1000 folios por día; o emparentar con la realeza, que su sombra es alargada y te aleja de la sombra del barrote. 

Son ladrones de porte aristocrático, de porte ‘Urdangarinesco’; de tanto arraigo y de conducta tan ejemplar, que, oye, en confianza, para qué poner fianza; que se vayan a Suiza, y a ver si escampa. Porque arraigar en Ginebra no es igual que hacerlo en Móstoles, que a los alpinos lo intachable les viene de serie, no como a nosotros. Y además allí se sienten como en casa, contando billetes en el banco radicado a la vuelta de su casa, esquiando o viajando y atendiendo sus negocios, que son muchos y variados. Y de tanto en tanto pasando por el juzgado, para decir que todo bien, que todo estable, dentro de la levedad.

En fin, es lo que hay. Sentencias que se ajustan a la ley y se saltan la ética y la moral, como tantas veces, en un país donde la justicia no es más que el traje a medida de quien se la puede pagar o puede permitirse el lujo de saltársela.

Desgraciadamente, las recetas de chorizo como esta siguen tan de actualidad hoy como en 2013. Y es la suya, la de Urdangarín, no hay otra.

Urdangarines, pero no a Ginebra; Urdangarines al infierno. Un chorizo hecho carne en la cruda realidad que nos abruma.

Ojalá todos los Urdangarines que nos rodean acabaran de una vez en el infierno.

Ojalá se les atragante.

NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 100 g de choricillos de ración o urdangarines, dulces o picantes, como se prefiera (yo los he escogido ligeramente indignados, a saber, picantes).
  • 4 panes tipo pulguita.
  • Un poquito de queso parmesano o manchego curado rallado.
  • 50 ml aproximadamente de alcohol de 96º, brandy, orujo o whisky para asar los chorizos (yo utilizo orujo blanco, le da un saborcillo muy particular, pero sale igual de bueno con alcohol o cualquier otro licor).


ELABORACIÓN

  1. En una cazuelita de barro o pequeña paella esmaltada verter el alcohol o licor. Prenderle fuego.
  2. Previamente, coger las pulguitas y cortarlas en dos mitades longitudinales. Vaciar parte de la molla formando como pequeños ataúdes de pan. Ensartarlas en una varilla de pincho moruno y pasar ligeramente por la llama para tostar los bordes y darle al ataúd un aspecto más adecuado a su uso y siniestramente apetecible.
  3. Colocar acto seguido sobre la cazuela los urdangarines previamente ensartados en las varillas (hay quien los pone directamente sobre el alcohol, pero a mi me gusta más así, queda más aparente y es más fácil para darles la vuelta). Si vieras que se apaga vuelve a echar orujillo y a encender. Ir dando vueltas de tanto en tanto hasta que los choricillos estén bien hechos y tostaditos.
  4. Colocar sobre los ataúdes un par de urdangarines cortados por la mitad o  enteros.
  5. El toque casposillo-culinario lo dará un poquito de parmesano o manchego curado espolvoreado por encima, proporcionando una pincelada elegante a los urdangarines al infierno.
  6. Umm…A comer.

NOTA

Además de plato sencillísimo es muy agradecido y aparente al hacer, tanto que la elaboración debe formar parte de la degustación, por lo que recomiendo prepararlos en la misma mesa donde se vayan a comer. A los chiquillos les encantará y a los mayores enseguida les sacará el fogonero que llevan dentro ¡Más madera! ¡Más madera!

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Money, de Pink Floyd.
Para la degustación: Rata dealcantarilla. Paquita la del Barrio.


VINO RECOMENDADO

Allozo, tinto crianza 12. DOC La Mancha.

DÓNDE COMER

En mesa camilla, con el brasero bajo las faldas y el infiernillo de los urdangarines acariciando la palma de la manos. Por supuesto, unos copos de nieve cayendo en la noche, iluminados por el reflejo luminoso de las ventanas, darán un toque sofisticado y muy, muy familiar. En su defecto, un televisor y jornada futbolera será el complemento ideal. 

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Jugar un partido de balonmano, aunque sea en el banquillo (si te has pasado con el vino).






sábado, 11 de febrero de 2017

Arroz eléctrico o los ladrones de vatio blanco

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Lo del precio de la luz en España y sus fluctuaciones al minuto es un auténtico ‘poltergeist’, un fenómeno extraño que además de jodidos nos tiene a todo el mundo en vilo y al borde del infarto. “¡Caroline, ve hacia la luz!”, decía aquella madre desesperada a su hija, retenida en las mismísimas entrañas del mal, en el primer ‘Poltergeist’ de la saga. Un grito desesperado que en este país y a día de hoy, se ha convertido justo en lo contrario: ¡Caroline, aléjate de la luz…y si vas no te lleves la cartera! Porque esto es de locos. Más aún, de auténticos ladrones.

Nunca hemos sido los primeros de la clase, pero en este caso por fin lo hemos conseguido y España es primera en algo. Nos hemos convertido en el primer país, no sólo de Europa, sino de la totalidad de la OCDE, donde la electricidad se paga más cara. Vatios a precio de beluga. Un bien básico convertido en un objeto de lujo. Su uso motivo de infartos. No sé quién dijo que la diferencia entre la clase media y los ricos es que, mientras los primeros tenían calefacción central, los segundos podían encenderla. Creo que la definición no puede ser más acertada. Por supuesto que de los más desfavorecidos ni hablamos; a estos les quedan las velas, los braseros y la mala combustión de las bombonas de butano. Si no mueren de frío que lo hagan abrasados, que de todo se quejan. Desgracias de la pobreza energética. Dos telediarios, tres excusas y mirar para otro lado,  que la vida sigue.

Lo cierto es que, a este paso, con el precio del vatio desbocado, con la luz va a pasar lo mismo que ocurría con las impresoras domésticas, que era tan caro el tóner que te regalaban el aparato, más barato que el cartucho. Va a llegar el día en que Endesa e Iberdrola regalarán la instalación eléctrica y de calefacción a los hogares, una minucia incomparable a su mantenimiento.

Estamos secuestrados. Somos literalmente prisioneros de una banda de ladrones sin escrúpulos. Cabría preguntarse ¿Quién es más ladrón, si el empresario, el ejecutivo sin ética ni otro objetivo que el máximo beneficio aun a costa del bienestar de los más desfavorecidos o el político que lo permite y legisla para ello? Tal vez en el ADN del primero vaya inscrito ser así, pero al político lo eliges tú, se debe a ti, es un servidor público. Y sin embargo, actúa en contra de tus intereses. La función del político hoy en día no es otra que justificar con las razones más peregrinas y estrafalarias la estafa de la que está siendo objeto el consumidor, el robo a gran escala que está sufriendo. Y lo hace porque participa de él. Los partidos se matan por sentarse en los consejos de administración de las grandes corporaciones que conforman los sectores estratégicos de un país. No por el interés común, sino porque ellos mismos se han convertido en mercancía que se compra y que se vende.

¿Algún político se pelea por estar sentado en el consejo de administración de Inditex? Amancio Ortega es una de las mayores fortunas del mundo, pero ningún político forma parte de su consejo de administración ¿Por qué? Porque no se necesitan. Inditex no necesita a ningún político que legisle para él (más allá de las leyes laborales que puedan beneficiarle en mayor o menor medida). Sin embargo, en sectores estratégicos como la energía, donde los gobiernos pueden fijar los precios y limitar la autonomía de acción, las empresas necesitan al político para que este legisle a su favor…aunque el coste sea la pobreza energética extrema y convertir el precio del vatio en un problema nacional. Y ellos se venden, claro que sí. Por dinero. Porque ante todo está el bien común, el común a su interés.
Y luego, al lado de noticias sobre el precio del vatio, aparecen otras a cerca de los sueldos de escándalo de los altos ejecutivos y de los políticos estabulados en los consejos de administración de las eléctricas, y no das crédito a lo que ves. Que el ciudadano a duras penas pueda pagar un vatio y esos malnacidos se embolsen salarios obscenos, es otro de esos ‘poltergeist’ de difícil justificación, pero que se afanan en justificar con el primer ‘peaje’ que les viene a la cabeza. Que haya personajes con salarios que superan los 40000€ diarios es otro fenómeno extraño difícilmente explicable. 40000€ al día. Sí, 40000€. Un muy buen salario anual de un trabajador. 7 veces al día lo que el estado considera digno para vivir una persona durante un mes.
Es increíble. ¿Pero qué cagan los hijos de este tipo, oro líquido, uranio enriquecido, joyitas de 1 de 50? Seguro, esos nunca llevan suelto.   
        
Y es que está demostrado: en España la luz atrae por igual a mosquitos, estafadores, ladrones y políticos (tautológico, lo sé). Y esta particularidad de la política patria está generando tal tensión en el seno de los hogares españoles, que al final va a ser el empleado de una compañía eléctrica y no el médico quien nos ponga el tensiómetro y, por supuesto, nos cobre tras la medición un peaje por autoconsumo; pues tanta tensión acumulada (en forma de mala leche) podrá considerarse una ilegalidad que un gobierno preocupado por el bienestar y el interés de sus administrados, no podrá pasar por alto.

Dicen que a los políticos vendidos, a estos ladrones plegados a los intereses de las eléctricas, y a los empresarios sin escrúpulos como aquellos, se les reconoce enseguida: además de ocupar sillones en los consejos de administración de esas grandes corporaciones, cuando pasan por los arcos de seguridad de aeropuertos y edificios oficiales emiten un chasquido particular, como el producido por un mosquito que muere electrocutado, atraído por la luz de una lámpara-trampa en las noches de verano. Ojalá que en su proceso de metamorfosis a insecto chupasangre, estos ladrones de vatio blanco lleguen a cobrar parte de su sueldo en vatios. Una retribución en especie que, a modo de descarga dolorosa les recuerde, mes a mes, lo hijos de puta que han llegado a ser.

Mientras tanto, y a falta de las descargas oportunas, esta receta bien puede ser un aviso; eso sí, dulce y delicado: Arroz eléctrico. Un delicioso arroz con leche, en este caso acompañado de mermelada, galleta y petazetas, cuyas pequeñas explosiones serán nuestro sutil recordatorio de que hay chispazos mucho más placenteros en la vida que los que nos procuran este atajo de sinvergüenzas.

Que lo disfrutes y ojalá se les atragante. 
  
NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 750 ml de leche entera.
  • 3 cucharadas soperas de leche condensada.
  • 100 g de arroz redondo.
  • 75 g de azúcar.
  • 1 palo de canela.
  • 2 cucharaditas de canela en polvo.
  • La piel de un limón.
  • 6 cucharadas de mermelada de arándanos.
  • 6 galletas de canela.
  • Un paquetito de petazetas.


ELABORACIÓN

  1. Ponemos al fuego en un cazo la leche junto con el azúcar, la canela en polvo y en rama y la corteza de limón (cuidando de eliminar la parte blanca interior). Vamos removiendo para que los ingredientes se mezclen bien y en el momento en que comienza a hervir añadimos el arroz.
  2. Seguimos removiendo hasta que rompa hervir de nuevo la leche. Bajamos el fuego al mínimo y dejamos cocer durante 15’ aproximadamente, removiendo de tanto en tanto. Cuando veamos que ya está cocido, retiramos la rama de canela y la corteza del limón y añadimos la leche condensada. Mantenemos en el fuego 4’-5’ sin dejar de remover y listo.
  3. Picamos las galletas en el mortero.
  4. Emplatado: En un vaso de cristal colocamos cucharada y media de mermelada. Cubrimos con la galleta picada y sobre la misma 4 o 5 buenas cucharadas de arroz con leche. Adornar con un poco de canela en polvo y espolvorear por encima una cucharadita de petazetas.

Fácil, original, divertido y exquisito. A disfrutar.

NOTA

Puedes preparar los vasos con antelación, pero hay que servir en cuanto se incorporen los petazetas (notarás que comienzan a explotar). Es una experiencia realmente divertida que no deja indiferente a quien lo prueba. Utiliza la mermelada que más se ajuste a tu gusto, pero el contraste dulce del arroz con leche y la galleta con la mermelada ligeramente ácida de arándanos le da un toque muy refrescante. 


MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Wide open ft Beck. The chemical Brothers
Para la degustación: Roads. Portishead

VINO RECOMENDADO

Castellblanch rosado dulce. DO Cava

DÓNDE COMER

En buena compañía, con la cristalería fina y a la luz de las velas, de la luna o del campingás, cómo no, no vaya a costarnos la luz de la cena más que la cena entera.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Jugar a las sombras chinescas; y si el tiempo lo permite pasear bajo la luz de las estrellas.




martes, 7 de febrero de 2017

El muro de Trump

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I
Inauguramos nueva página en facebook: El Muro de Trump. Te invito a que te pases por él, des a Me Gusta y grafitees lo que te venga en gana. Llenemos su muro de frases ingeniosas, de dibujos, de canciones...cualquier cosa que se nos ocurra.
No dejemos ni uno solo de sus ladrillos sin mensaje.
Donald, como todos, en la intimidad de su alcoba, en la casa Blanca, relajado por las noches junto a su bella Melania después de una jornada dura vociferando y machacando al mundo un poquito más, también se asoma a su muro a ver cómo ha ido el día.
Digámosle, pues, lo que pensamos de él; de su obsesión por levantar paredes y fastidiar.Tal vez consigamos que se ablande...Tal vez.
Ay, ay, ay manito...que "ser un inmigrante es mi deporte". Pa ti, Trump:

martes, 31 de enero de 2017

Chips de Boniato. Trumpantojo, feromoñas y otras expresiones casibaches

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Hay ocasiones en las que, cocinando o enredado en mitad de mis rutinas, me da por inventarme palabras o buscarle significados diferentes a las que ya existen. Es un ejercicio muy recomendable que refresca y te evade por uno momento de esta realidad cargada de palabras y expresiones nacidas del mundo de la política, los medios de comunicación y la economía, que no entendemos la mayoría de las veces pero que, al final, terminan por formar parte del catálogo de términos monótonos, aburridos e inútiles que manejamos.
Así que, entre tanto lenguaje encriptado, políticos y contertulios sin reparos en exhibir sus limitaciones lingüísticas, Trumps de todo pelo y condición soltando mierda por la boca, España yendo de maravilla, Europa cerrada a cal y canto, vatios al alza compitiendo en precio con el jabugo…o lavas el cerebro de tanta miseria o acabas comido por ella. Y un juego divertido para sobrellevar esta realidad embrutecida es jugar con el lenguaje, manosearlo, darle la vuelta, estrujarlo. La verdad es que no te harán jamás académico de la lengua, pero, oye, pasas un rato más que entretenido y, compartido con amigos ingeniosos, como que te echas unas risas que, dadas las circunstancias y, cotizándose como se cotizan, nunca están de más.
Éstas son algunas que surgieron mientras preparaba la receta de esta semana:
  • Cabizvasco: Vasco pensativo. Vasco triste. Ex: Sentado sobre el tronco, hacha en mano, el aizkolari permanecía cabizvasco dudando si podría con él.
  • Mecaguismo: Mecanismo de mierda, eléctrico, mecánico o de cualquier otra naturaleza, habitualmente comprado en los chinos.
  • Bidente: Persona con sólo dos dientes y dotes adivinatorias.
  • Feromoñas: Hormonas gays.
  • Casibache: Que no llega a socavón. Bache en ciernes.
  • Simborgoña: Que no tiene borgoña ni recato alguno. Habitualmente expresado entre signos de admiración cuando se dirige a una persona en particular: ¡Simborgoña! Ex: Los de la rioja ni tienen borgoña ni la conocen; son unos simborgoñas.
  • Trumpantojo: Dícese de la política de Trump, sus muros y sus entresijos: engañoso, falaz, enredoso, trumposo, trumposero, hijo de….
  • Entreshijos: Resultado de un matrimonio en busca de la parejita. Ex: ¿En qué quedó la cosa después de buscar la nena? Entreshijos varones.
  • Enhorabuela: Acto de felicitar a la abuela. Agasajo, congratulación. Ex: ¡Enhorabuela, llalla! Un año más y tan pita como siempre.
  • Caballoroso: Dícese del caballero amable y triste a la vez. Caballero melancólico. Caballo tristón.
  • Flanquicia: Franquicia especializada en todo tipo de flanes. Flanquicio: Flan abandonado a su suerte en el quicio de una puerta o ventana.
  • Hastaelcolmo: Capital sueca de los hartos e indignados.
  • Aggtún: Que no le gusta el atún. Que le provoca nauseas y lo detesta.
  • Majao: (Acepción del verbo majar). Ponerse más guapo. Ex: Estás guapo ¿eh? T’has majao con los años.
  • Almario: Armario donde se cuelgan las almas. Lugar donde se guardan hasta que dios quiera. 
  • Artenativo: Artista local. Su arte. La artenativa a lo foráneo. Que se diferencia en su forma de manifestar su arte siendo de aquí.
  • Ociocho: Más que ocioso; ocho veces ocioso.
  • Sintromizar: Tomar la dosis de sintrom dos personas o más al mismo tiempo. 
  • Afroditorio: (Antónimo de tanatorio) Establecimiento, público o privado, de temática sexual o no, habilitado para el placer y disfrute de los vivos.
  • Jabonés: Japonés que abusa del jabón. Oriundo de ese país, pulcro en exceso.
  • Japonera: Área genital de los oriundos del Japón utilizada en la ducha como jabonera por el método tradicional del frotamiento. Jabonera de estilo japonés.
  • Eurodisíaco: Ciudadano europeo que resulta estimulante o manifiestamente incitante. Cualquier excitante sexual producido en el continente europeo. Tal vez menos eficaces que los afrodisíacos de origen africano, pero con todas las certificaciones ISO.
  • Absentista: Gran bebedor de absenta. Que no hace otra cosa que beberla. 
  • Perreza: Pereza extrema. Perrería. Ex: Hoy llevo una perreza encima…No tengo ganas de hacer nada.
  • Tirititero: Titiritero aterido de frío por trabajar a la intemperie. Titiritero que tirita.
  • Hippypollas: Hippy tonto, estúpido o engreído en exceso. Que aparenta serlo pero no pasa de pijo.  
  • Rasguiño: Herida superficial que algunos individuos son capaces de efectuar con la mirada en el cuerpo de la persona deseada y receptiva.
  • Extres: Tercer ex. 
  • Chumbo: Dícese del individuo tan chungo que su sola presencia pincha. 
  • Panini: Aperitivo para joven que ni estudia ni trabaja. 
  • Himnotizado: Subyugado por los nacionalismos y sus himnos.
  • Quinquilloso: Dícese del quinqui que, además de serlo, es quisquilloso o tiquismiquis en exceso.
  • Apasar: Arrugar. Aplíquese a las personas. Ex: La vida apasa mientras pasa. 
  • Cominola: Atracón desmedido de gominolas.  

…Había más, pero esas, para otra ocasión. Por supuesto la receta que las acompaña no podía ser más que un plato ligero y facilón; un entretenimiento, como el pensamiento en vuelo libre mientras la elaboraba: Chips de Boniato, el bocado perfecto para una tarde de evasión, donde las risas y el ingenio sean el planazo perfecto.
Que los disfrutes.

NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 250 g de boniato.
  • Aceite de oliva virgen extra.
  • Nuez moscada, pimienta y sal.


ELABORACIÓN

  1. Lava muy bien los boniatos y elimina todos los restos de tierra (si lo prefieres, pélalos). Con una mandolina de cocina córtalos en rodajas muy finas.
  2. Precalienta el horno a 180º. Dispón las rodajas de boniato en una bandeja de horno con papel sulfuroso ligeramente engrasado, sin que monten unas sobre las otras. Añádeles un chorrete de aceite por encima, espolvorea con sal, nuez moscada y pimienta al gusto. Introduce en el horno durante 10’. Dales la vuelta y hornea otros 10’ más. Ten mucho cuidado los últimos minutos, deben quedar doradas, pero pueden pasar a quemarse muy rápidamente. Saca y deja enfriar.
  3. Sírvelas acompañadas de mojo picón suave (como en mi caso) o con la salsa que más te guste.

Sano, facilísimo, económico y absolutamente delicioso.   

NOTA

Estos chips las he espolvoreado de nuez moscada y un poquito de pimienta. Prueba con las especias o aromáticas que se ajusten más a tu gusto. La ralladura fina de limón espolvoreada por encima o unas gotas de su jugo también les van de maravilla.
Asimismo, puedes hacer chips con zanahoria, remolacha, chirivía…el proceso es idéntico. Incluso freírlos en lugar de hornearlos; eso sí, el aporte de grasa será mayor.


MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Mutanciones: el infierno. Russian Red.
Para la degustación: Mutanciones: Hermana mía. Dorian.

VINO RECOMENDADO

Alcanta rosado. DO Alicante

DÓNDE COMER

Servidos en mesa de centro y sentados en el sofá, entretenidos con una conversación divertida o una buena película, convierten una tarde en un planazo perfecto.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Si no te pasas  ‘dipeándote’ toda el mojo con tus chips, poca cosa, es un tentempié tan sano como ligero.



viernes, 20 de enero de 2017

Trump, una noticia de mierda

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Hoy hace un frío que pela. Un día de mierda que diríamos. Aunque seremos educados y diremos que hoy hace mal día. Que hoy es un mal día, un día pésimo, el día que coronan a Trump. El día que se desata la Trumpmanía: la de aquellos que no lo pueden ver y la del inicio de su administración. God save the King. Que dios nos pille confesados.

No se habla de otra cosa. Del frío que hace y de su inminente coronación. Del colapso circulatorio que la nieve ha provocado en buena parte de las carreteras del este peninsular; y de los manifestantes que colapsan los accesos al Capitolio, en la capital estadounidense, en protesta por la entrega de las llaves del país (y del mundo) a un sujeto de este calibre. Es curioso cómo combinan con las mismas vocales Capitolio y manicomio. Tal vez política y locura, gobierno y psicopatía, no sean tan diferentes.
Noticias de mierda, en un día de mierda, en un mundo de mierda.

Hoy no caben más primicias. Hoy no hay partes de guerra. Hoy no existen refugiados en las fronteras de la noticia. Nadie muere congelado. Ni de vergüenza. Es lo que tienen las primicias cuando dejan de ser novedad.

Hay días Trumpantojo. Días de trampa, de insidia y de engaño. Días Trump. Un 20 de enero comienza su era.     

De entre todas las noticias de mierda de este gélido día de mierda, tal vez la única cosa buena que ha sucedido es que el nuevo Amo no ha encontrado quien le cante el día de su coronación. Que se joda. Pero que pase pronto, el día, la tarde y su noche, no vaya a venir alguno y lo cague aún más…aunque lo dudo.


Hoy no hay receta, se atragantaría; bastante tenemos ya con el protagonista de este día.

lunes, 9 de enero de 2017

'Pelopinchos' de baklava. Teoría del despeine, del homo peinatus al homo despeinatus

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 Hoy, rebuscando entre mis cosas, ha aparecido una foto mía del colegio, de cuando tenía 6 años, que me ha retrotraído, no tanto a las bambalinas del recuerdo, como a la naftalina de una época, tal vez no tan lejana, llevándome de viaje a mi niñez.
Cuando mis hermanas y yo éramos pequeños e íbamos a Barcelona a ver a mis abuelos, mi madre, poco antes de que el tren llegara a su destino, siempre nos peinaba y nos echaba colonia en espray, con una botellita recargable de colores. Qué obsesión con peinarnos, pensábamos. Y protestábamos. Nos desenredaba el pelo y ponía orden allí donde 6 horas de viaje habían sembrado el alboroto y dejado nuestros cogotes como nidos de golondrina. Que te vea guapo la llalla, decía. ¡Y pórtate bien! Y me peinaba con la raya a un lado, estirando con decisión de mis rizos, dando forma sobre mi cabeza a una suerte de mar ondulado y oscuro que parecía fuera a derramarse por los lados en cualquier momento.
Guapos y presentables, y ante todo muy formales, así nos recibía aquella Barcelona de finales de los 60 y primeros 70. La misma preciosa e inhóspita ciudad que recibió a mis abuelos muchos años atrás, después de un largo viaje desde las profundidades de Andalucía. Ellos llegaron casi con lo puesto, pero, como nosotros después, pulcra, formal y decentemente peinados.

Porque los que tenían poco tal vez no podían cambiar de camisa todos los días, pero mostraban su dignidad, el aseo, la decencia y el decoro yendo limpios, bien peinados y afeitados. Y no sólo eso, casi por encima de todo, expresaban también, de forma sutil e inconsciente, rectitud en las formas y formalidad, su equilibrio interior; su pertenencia al grupo y la aceptación de lo establecido; la predeterminación a ‘portarse bien’, saliendo como salían de la realidad inamovible de un pueblo donde los señoritos-caciques seguían paseando a lomos de sus caballos y de sus jornaleros, y llegando no sabiendo bien a dónde. Carne de inmigración donde la ilusión y los esfuerzos por alcanzar un futuro mejor se entreveraban (ayer como hoy) con los abusos y la explotación. A su manera, la historia no deja jamás de repetirse.   

Así pues, no es de extrañar que, en esos años de peine y de gomina, para las personas de origen humilde como mi familia, que entraba de puntillas en la incipiente clase media de un país que se sacudía de la miseria y se desperezaba de los sueños de un dictador, esos valores siguieran siendo muy importantes; tanto, como la educación que ellos apenas habían recibido y nos regalaban como la llave que nos abriera el mejor de los porvenires. Después de años de sacrificios, poder mostrar a los hijos y a los nietos bien peinados y limpios, formales y educados, era una demostración de orgullo y de dignidad, de integración social y de aceptación de lo establecido.
No hay más que asomarse a la foto y mirarme: Sentado en una silla, acodado en la mesa, con un lápiz en la mano simulando escribir en un cuaderno, mirando serio al espectador. Y detrás, sobre la pared, un mapamundi representando el estudio y el conocimiento; lo que la familia desea. Y como san Gabrieles protectores, encarnando la formalidad y el orden, todo lo que es y debe ser, la cruz y el retrato de Franco. El niño perfectamente peinado. Con el pelo alineado con la raya a un lado trazada a tiralíneas (o con el flequillo cortado a cartabón, justo hasta mitad de la frente, de haberlo tenido liso). Ni un pelo fuera de su lugar. Domesticado. La perfección como norma. Orden, formalidad y decencia. El dominio de lo establecido sobre todas las cosas.

Ir bien peinado no es solo una cuestión estética, es también, y sobre todas las cosas, una cuestión ética. Una cuestión de comportamiento social. Los gobiernos trabajan las 24 horas del día, los 365 días al año, para que no nos despeinemos. Para que seamos decentes y limpitos.  Porque lo correcto, la cordura y lo ‘shenshato’ es ir peinado. Por fuera y por dentro. Sobre todo por dentro. Nos peinan las formas para que no las perdamos. Nos peinan los hábitos para que no nos movamos. Nos peinan las creencias y las necesidades para que no las abandonemos y nos anclen a una realidad inamovible. Nos peinan y nos peinan al gusto del momento y de mil formas diferentes para que no nos percatemos que nos están peinando. Porque una ciudadanía peinada y formal es una ciudadanía perfecta y cómoda. Maleable. Es una masa obediente que no cuestiona. Manipulable. Nos peinan con normas sociales tan profundamente arraigadas que ni nos cuestionamos cuestionar. Nos peinan la imaginación y la información. Nos peinan el conocimiento. Y por si te despeinas se inventan peines envenenados a los que llaman leyes de Seguridad Ciudadana para que el despeine no sea más que el leve soplo rendido de una brisa pasajera.  

Los estados no soportan la imperfección y su pelo alborotado. No soportan la divergencia y el criterio. Porque el despeine es la locura y la locura no se admite. Y si se admite es porque esa forma de locura despeinada está ya tan arraigada (en forma de arte, movimiento o protesta -no hay más que ver lo hippie, lo heavy, lo punky, lo rasta, lo hipster o incluso lo skinhead-) que, o es ya inocua o produce beneficios al estado. Porque el estado que nos peina y nos engaña lo admite todo si da dinero, desde la irreverencia más explícita, hasta lo disidente. Así de puta es.
Así que hay que despeinarse. Buscar y encontrar el estilo y la forma que le permita expresar a cada uno la locura que atesora en su interior. Huecos por donde fluir y avanzar. Vías por las que sentirse libres. Porque en una sociedad tan  tremendamente formal, tan exageradamente peinada y educada (aunque creamos ser libres para elegir o nos hagan creer en ello) despeinarse es una obligación. Por salud y por tocar los huevos. Soltarse el pelo. Saltarse las normas. Da igual el estilo. Lo correcto, siempre, siempre es despeinarse, arriesgar, enfrentar, atreverse, osar…
Todas estas cosas me decía aquel niño que fui, atrapado en esa foto…Con tu permiso, mamá, discúlpame; qué le voy a hacer es lo que pienso y no puedo evitarlo.

Y es que aún hoy mi madre, bien pasados los ‘cuarentaydiez’, me dice que me corte el pelo, que estoy más guapo. Que con esos rizos parezco un guarro. Que siendo profesor debería parecer más serio. Y más aseado. Y la miro con tanto cariño… Cuánto me ha dado y con cuánto sacrificio. Ella y mi padre y todos cuantos la precedieron. Cuánto cuesta romper con lo establecido. Modificarlo. Cuán difícil nos resulta parar las inercias que nos impulsan. A todos. Cuántas generaciones…

Como es costumbre maridar las reflexiones de este Blog con un plato dedicado a su protagonista, para todas esas generaciones que nos precedieron y sus esfuerzos por despeinarse, esta receta: Pelopinchos de Baklava. Y especialmente para Nati, mi cocinera atómica y galáctica, pues es de ella y con ella me ha llevado al cielo sin paradas ni apeaderos. Un dulce tan dulce como el cariño y la esperanza de quienes nos han acompañado hasta aquí. Un dulce puramente marroquí y exquisito que, al cortarlo y ponerlo en la fuente de esta manera, me pareció un despeinado rebelde y descarado que me hizo gracia, sin más. Una delicia tan sutil y placentera como un viaje en moto, sin casco y el pelo alborotado por el viento.
Que lo disfrutes.  

 
NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 1 paquete de pasta filo (12 hojas).
  • 200 g de dátiles sin hueso.
  • 100 g de almendra en blanco.
  • 100 g de pistacho sin piel.
  • 2 cucharadas de miel líquida.
  • ½ cucharada de canela.
  • 100 g de mantequilla.
  • Una cucharada de aceite de oliva virgen extra.
  • 200 ml de agua.
  • 150 g de azúcar.
  • 2 cucharadas de zumo de naranja.
  • La ralladura de la piel de media naranja.


ELABORACIÓN

  1. Calienta el aceite en una sartén y tuesta las almendras y los pistachos sin piel (para quitársela escalda los pistachos en agua caliente y saldrá enseguida). Dejar que enfríe. Introducir en el vaso batidor junto a los dátiles, la miel y la canela y picar hasta conseguir una masa homogénea y fácil de manipular.
  2. Cogemos las hojas de pasta filo y las pintamos con la mantequilla superponiendo una sobre la otra en grupos de 4. Las partimos por la mitad. Cogemos 4 medias mitades y extendemos sobre ellas una capa fina de la masa de frutos secos y dátiles. Cubrimos con  otras 4 mitades y extendemos otra capa de masa y sobre la misma otras 4. Enrollamos con cuidado formando un rulo compacto. Procedemos de igual modo con las otras hojas de pasta y el resto de la masa hasta obtener otro rulo.
  3. En un cacito llevamos a ebullición el agua junto al azúcar, el zumo de naranja y la ralladura y vamos dando vueltas a fuego medio hasta que nos quede un almíbar.
  4. Ponemos los rulos en una bandeja sobre papel de horno untado en mantequilla y los metemos al horno (una vez precalentado a 150º-60º c) durante 50’ y 5’ finales a 210º.
  5. Sacamos del horno y los rociamos con el almíbar. Dejamos que se enfríen. Los cortamos en pequeños rectángulos y cada uno de estos por la mitad con un corte en diagonal para formar nuestros ‘pelopinchos’.
  6. Presentación: colocar en una bandeja con las ‘puntas’ hacia arriba y servir.

Una auténtica delicia. Para no parar hasta no dejar ni uno.

NOTA

Puedes espolvorear por encima un poquito de azúcar glass, le queda muy bien. Si lo deseas, puedes sustituir el almíbar de naranja por un hilillo de miel a la hora de servirlos. Es más rápido y también está muy bueno, pero el toque del almíbar es de una sutileza especial.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Que todo se pare. Diego Vasallo.
Para la degustación: El lado más bestia de la vida. Albert Pla

VINO RECOMENDADO

Lerchundi Moscatel. DOC Jerez

DÓNDE COMER

Bueno, bueno, los pelopinchos, en una tarde cualquiera de sofá y mantita alejada de un periodo vacacional donde hayas comido a discreción, con la compañía adecuada, se convierten en uno de los mayores placeres que un dulce te pueda ofrecer. Cuida de que las copas de vino, bien frío, estén siempre llenas. Es un plan que abre un amplio abanico de posibilidades para acabar la tarde…o alargarla.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Si la tarde ha evolucionado como cabía esperar, con lo que imaginas será suficiente. De lo contrario, levántate, cálzate las zapatillas y corre, que seguro que no has parado de comer en el primero y los pelopinchos piden a gritos quemarlos.