domingo, 27 de noviembre de 2016

All i Pebre al estilo maledicente. Un político muere envenenado por morderse la lengua en un acto público

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Me preguntaba una alumna, al hilo de una conversación sobre la maledicencia, si una serpiente venenosa podía morir víctima de su propio veneno. La pregunta puede dar risa, parecer ridícula, pero os aseguro que genera dudas a esas edades tempranas (como me temo que también entre algunos adultos, aunque en su caso tal vez más por el deseo de que fuera así para más de uno, al hilo de su paso por la vida, que por desconocimiento de la respuesta). De hecho, pregunté al resto de la clase qué opinaba y, como suponía, no hubo unanimidad.

Mientras ellos divagaban sobre la circunstancia de que el veneno que fluye por las venas de un ser vivo pudiera certificar su propia muerte, mi cabeza vagabundeaba sobre el mundo de posibilidades que se abriría de ser así. Recordaba la obsesión de mis padres por el ‘qué dirán’ en aquella época en blanco y negro de mi niñez y aquella forma cruel de control social que suponían las habladurías, a poco que te descuidaras. Aquel ‘no salirse del tiesto’, no llamar la atención y pasar desapercibido para que tus vecinos no derramaran sus prejuicios y su veneno a tus espaldas. En definitiva, guardar las apariencias, nadar y guardar la ropa en aquella ‘Calle Mayor’ infame y asfixiante en la que la dictadura convirtió este país. Con los años comprendí que la maledicencia no se esconde sólo en los rincones grises de la memoria, sino que extiende su veneno allá donde la mezquindad campa a sus anchas a expensas de la vacuidad de las vidas. Que había existencias tan tristes y vacías, las de los envidiosos, los tediosos y las personas con un fondo de armario tan negro como sus propias vidas, cuyo background no es otro que una suma de carencias, el reflejo de la insatisfacción en la que bracean. Un ‘blackground’ que estalla frente al éxito de los otros, frente a estilos de vida que critican ferozmente y que envidian, siempre a espaldas de un protagonista que desconoce serlo. 

No deseo que estés mal, pero tampoco que estés mejor. Y con ese fin conspiraré, malmeteré, hablaré mal de ti. El lema del envidioso. El leitmotiv del mediocre.

Y todas estas cosas servían de gasolina para que mi cabeza echara a andar por libre. Mi cerebro, que cuando funciona como embebido en absenta sale a correr a velocidades olímpicas y no vuelve hasta que se harta, comenzó a elaborar realidades amparadas en el supuesto del auto-envenenamiento en forma de titulares de periódico que abrirían portadas o páginas de sucesos. He de confesar, no sin cierta vergüenza (para qué mentir, era casi un éxtasis onanístico) que algunas imágenes que transitaban por mis sinapsis neuronales me producían, además de gracia, cierto placer (me reservo muchas por excesivas). Un placer culpable eso sí. Con cierto tufo a delincuente, vale. Pero muy, muy placentero. Ojalá la imaginación superara algún día la realidad.

¿Te imaginas? Me preguntaba a mí mismo.

 “Mueren en el acto sobre sus desayunos, en el interior de una cafetería, tres mujeres y un hombre. Otras dos personas resultaron intoxicadas de gravedad y se teme por sus vidas. La muerte se produjo por el veneno vertido en la conversación”.
“Un político muere envenenado por morderse la lengua en un acto público”.
“La envidia, entre las principales causas de muerte en la población. Varios laboratorios financian estudios para encontrar un antídoto contra el auto-envenenamiento”.
“Muere una costurera que se chupó el dedo después de clavarse una aguja”.
“Muere de sobredosis el Último Superviviente al chuparse una herida para extraerse el veneno”.
“Dos ancianos en estado crítico al confundir la medicación y tomar ‘viborizantes’(Sintrom) en lugar de vigorizantes”.
“Hallan el cuerpo sin vida de Drácula. Al parecer murió de miedo y hambre”.
“(…) El espía murió en el acto al ser detenido tras ingerir una cápsula de morcilla de Burgos, un veneno más potente que el cianuro (…)”
Sí, el mundo dejaría de estar superpoblado, seguro. Y los malos pensamientos, los pensamientos malintencionados, velados o expresados, la mayor causa de muerte de la humanidad…

Tuve que bajar de mi nube cuando concluyeron que no, que era imposible, que el cuerpo construye mecanismos de defensa que le hace inmune al veneno que contiene (casi como  a los maledicentes, pensé). Y me alegré por ellos, por la alegría que les da cuando encuentran la respuesta, por lo satisfechos que se llegan a sentir. Y me entristecí en parte, porque tal vez si no fuera así, si la naturaleza no fuera tan perfecta, más de uno probaría de su propia medicina. Una terapia de choque. Bebería de su propio veneno y comprendería que hay líneas que jamás ninguna persona deberíamos pasar. 


Concluimos, más allá de la anécdota de la víbora venenosa, que no hay antídoto que nos protejan de la maledicencia. No hay recetas. Mejor dicho, existe una. Una perfecta que no admite variaciones: centrarnos en nuestras vidas y no en la de los demás. Ponernos en el lugar de los otros antes de emitir juicios de valor. Alejarnos de la crítica destructiva, del comentario gratuito. Y en definitiva, no hacer aquello que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros. Puede parecer infantil, pero no hay otra. Porque las palabras golpean mucho más fuerte que el puño, y unidas a la mentira y al odio o la indiferencia, pueden hacer más daño que la más brutal de las palizas. Tan sencillo y al parecer tan inalcanzable. Un plato que utiliza en su elaboración unos ingredientes tan comunes como: la verdad, conocer, respetar y educación. Comunes, sí, pero poco frecuentes. 

Como la sustancia de este blog se consigue maridando una reflexión con un plato que llevarnos a la mesa, les pregunté qué receta le acoplaría a un maledicente, a una 'víbora venenosa'. Triunfó un plato con anguila frente a preparaciones alejadas aún del gusto occidental con protagonistas como los lagartos, las culebras y bichos raros. Pues eso, en la Cocina Indignada, maledicencia se escribe con ajo y guindilla, y víbora, con anguila: All i pebre de anguila al estilo maledicente. Ojalá que todos los venenos que puedan verter sobre nosotros fueran un antídoto contra el mal gusto como este plato.

Que lo disfrutes. 

NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 1 kg y ½ de anguila troceada.
  • 1 cabeza de ajos (incluso unos dientes de más).
  • 1 o 2 guindillas.
  • 2 cucharadas y ½  de pimentón dulce de la Vera.
  • 1 ramillete de perejil.
  • 1 puñado de almendras tostadas.
  • Aceite de oliva virgen extra.
  • Sal.
  • ¾ l de agua.
  • 1 pan de pueblo del día anterior.


ELABORACIÓN

  1. Lo normal es que las anguilas las maten en la pescadería delante de ti y las troceen. Si no es así, hazlo tú cortándoles la cabeza y trocéalas. Sala y reserva.
  2. Pela los ajos y lamínalos. Reserva uno. Pica menudo el perejil. Machaca ambos en el mortero junto al puñadito de almendras. En una cazuela con un poco de aceite fríe el majado sin dejar de darle vueltas. Añade el pimentón y las guindillas troceadas y remueve bien para que no se queme. Añade el agua. Cuando rompa a hervir introduce las anguilas troceadas y déjalas cocer durante 10’ aproximadamente. Retira del fuego y deja reposar unos minutos.
  3. Corta el pan en trozos y tuéstalos. Restriégalos con el ajo reservado y adereza con un hilillo de aceite.
  4. Emplatado: En plato hondo o en el centro en cazuela compartida, acompañado con los trozos de pan tostado.

Rápido, fácil y exquisito. A disfrutar.

NOTA

El plato puedes completarlo añadiéndole patata, que cocerán 20’ antes de añadir las anguilas.
El colmo del sibaritismo es volcar un huevo frito sobre la salsa que quede, romperlo y mojar pan…pocas cosas tan deliciosas.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Son las malas lenguas. Santiago y Luís Auserón.
Para la degustación: Bad Reputation. Joan Jett.

VINO RECOMENDADO

Hacienda Uvanis tinto joven. D.O Navarra.

DÓNDE COMER

Donde te dé la gana, a cubierto o a la vista de todos; a fin de cuentas si han de hablar de ti lo harán igual… aunque sea bien. 

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Poca cosa si no gastas todas tus energías en mojar en la salsa hasta que salte la porcelana el plato. Y si es así, camina o revienta.


jueves, 24 de noviembre de 2016

Rita, las otras y el respeto


 La sombra de Rita es alargada incluso a la hora de su muerte, y las reacciones de los grupos políticos y de algunos ciudadanos no se han hecho esperar. Más allá de minutos de silencio (puestos a escoger, ninguno como el de Xavi Castillo), siempre me ha parecido fascinante cómo reaccionamos ante la desgracia ajena, y en el caso de una política de su calado, con tantas sombras sobre ella, por supuesto las respuestas han estado a la altura de las circunstancias. Para empezar, la falta de decoro y de respeto por parte de algunos partidos políticos y ciudadanos ha sido tan vergonzosa como miserable, y una muestra de falta de sensibilidad que ya de por sí les descalifica. Porque tan vergonzosa y miserable ha sido la reacción del PP como de Unidos Podemos. El PP, porque en lo que tarda en pararse un corazón, ha sido capaz de cambio de rumbo hacia un discurso hagiográfico que exalta la vida y obra de Barberá cuando horas antes no querían tocarla ni con un palo y la escondía en lo más alto y oscuro del gallinero. Ellos, que para salvarse de la quema la sirvieron en bandeja y la abandonaron a su suerte, ahora hablan de cacerías mediáticas y de que “allá cada uno con su conciencia”. Pues eso, allá ellos con la suya, si es que la encuentran. Y Unidos Podemos, porque con esa escenificación absurda del minuto de silencio han dado para horas de discusión injustificadas y solo han afeado su propia actitud, por más que hayan derivado la cuestión en un infantil ‘Rita sí, Labordeta no’. Como dice Gabilondo, “querer estar dentro y al tiempo ser un outsider es una ingenuidad y debilita la imagen de madurez que necesitan transmitir”.

Pero lo que más me asombra de las reacciones ante la desgracia ajena o ante lo ajeno sin más, son los comentarios de la gente en las redes sociales y en la calle, la impunidad con que se habla, el odio y la falta de compasión y de respeto. Y no hablo de justificar su figura política, ni mucho menos. Pocas personas tan alejadas de mis planteamientos políticos y éticos como Rita Barbará. Hablo de insultar, alegrarse, reírse, burlarse, mofarse, hablar por hablar, en definitiva, de la muerte de una persona. Es una cuestión de respeto y de compasión hacia ella, su familia y sus allegados. Pero el respeto y la compasión no parecen estar de moda; la exhibición de la miseria moral disfrazada de ingenio, sí. Parece ser que el protagonismo fugaz de cafetería y red social bien lo vale. Conocemos el yo de una persona, en este caso el yo político, y nos olvidamos del resto de yos y sus circunstancias que también forman parte de ella, que la completan y que desconocemos. Y nos creemos con todo el derecho, cuando no la obligación, de decir de ella todo lo que asome por la boca, por más que haya alguien a quien le duela. Todos estamos compuestos de muchos yos, pero algunos se empeñan en elaborar un argumento completo con uno solo de ellos para justificar su discurso, y generalmente son aquellos que defienden con tanta vehemencia lo que les interesa, como denuestan lo que desprecian o se la trae al pairo.

Pero no olvidemos que, si todos los actos de nuestra vida tienen un significado, nosotros también nos significamos con ellos. Banalizamos todo hasta tal punto que cada vez perdemos las formas con más frecuencia. Y lo que es peor aún: no nos damos ni cuenta. A veces incluso perdemos la noción de lo que está bien y está mal; de lo que es y lo que debería ser. Lo grave es que educamos en esos parámetros del desconcierto y así nos luce el pelo luego en el aula.

Curiosamente ayer, un par de horas después del fallecimiento de la ex-alcaldesa, cuando las redes sociales hervían con su fallecimiento y algunos entraban en éxtasis narcisista cuando no en coma, mi hija estaba tomando un café en una cafetería. En la mesa de al lado unas mujeres hablaban de sus hijos y salió a relucir un profesor. Era yo. Las barbaridades que decían sobre mí, sobre el ejercicio de mi profesión, mis actividades fuera de ella y mi persona, algunas de las cuales desconocía yo mismo y serían motivo de denuncia, le parecieron tan graves a mi hija que salió en mi defensa. Lo que dijeron no viene al caso. Ni siquiera es lo importante. Seguramente, los motivos de los argumentos desmedidos y pasados de frenada que escupían por sus bocas, debieron surgir en una posible advertencia con suspender al hijo de alguna de las allí presentes, alguna reacción o gesto mío considerado inapropiado fuera del contexto de la clase o vete tú a saber,  porque no se me ocurre otra explicación.

Lo curioso de la anécdota es que, como en el caso de las barbaridades que se dicen de los personajes públicos como Rita Barberá en las redes sociales (y los profesores en cierta medida lo somos), no me conocen de nada, no hemos convivido o ni siquiera han hablado jamás conmigo. Jamás. Y eso es lo triste en todo este tipo de actitudes, que a pesar de ello haya gente que se crea con el derecho de decir lo que le venga en gana sin pensar en las consecuencias o el dolor que su palabras puedan causar. “Es lo que me han dicho. Lo que dicen”. Le contestaron a mi hija. Qué se le va a hacer, es lo que hay. Esto no se cura prohibiendo y persiguiendo los comentarios hirientes como pretendía el PP; esto sólo se cura con educación y empatía, con humanidad y compasión. Pero mientras la basura siga teniendo más cartel que el respeto y se valore más, muy poco o nada se puede hacer. Eso sí, al menos yo sigo vivo, que ya es mucho.

Tenía reservada una receta para Rita, en el caso hipotético y altamente improbable de que un día hubiera entrado en prisión por sus desmanes políticos: Presa Ibérica al estilo Rita Barberá. Una elaboración hecha con esa pieza del cerdo ibérico y que por razones obvias ya no tiene sentido. Es una lástima, porque así y todo creo que le hubiera encantado. Seguro que sí. A pesar de que hoy, muy a su pesar, me haya dejado sin receta.

Descanse en paz…ella y las otras. Que tranquilas, vuestros hijos al final aprobarán. Estoy seguro de ello.


domingo, 13 de noviembre de 2016

Perrito Ardiente al estilo Donald Trump. La Amérikkka de Trump y mis alumnos de 12 y 14 años

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Si pensabas que se había dicho todo sobre las últimas elecciones en EEUU estabas muy equivocado. Nadie es ajeno al huracán Trump, ni siquiera los chavales de 12 a 14 años. No solo tienen opinión, sino que tienen mucho que decir, y sus razonamientos, así como la forma de expresarlos, lejos de ser pueriles, muestran una verdad sin filtro y exenta de maquillaje que no deja de sorprender por certera e irrefutable. El mismo día que supimos que Trump había ganado las elecciones pregunté a un 1º y a un 3º de la ESO (12 a 14 años) qué opinaban sobre su victoria y qué le recomendarían para el buen gobierno de su país. Eran las 8´30 de la mañana y hubo ‘palos’ por contestar. Yo me limité a moderar y a registrar aquellas reflexiones que me parecieron más interesantes. Si esperas encontrar respuestas del nivel de concursante de Gran Hermano, te equivocas. Mostraron un interés por la actualidad y en muchos casos una madurez que me dejaron gratamente sorprendido. Después de todo, algo bueno se estará haciendo en las familias y en la escuela, a pesar de lo que a veces se piensa. Estas son algunas de las cosas que se dijeron.

“(…) ¡Pero si es un racista y un xenófobo! ¡Odia a las mujeres! ¡Solo las quiere para una cosa. Incluso dice que si su hija no fuera su hija, como está muy buena, le gustaría…! ¡Va a generar una guerra! ¡Es un loco que nos va a llevar a la 3ª guerra mundial! ¡Odia a las mujeres! ¡Y a los homosexuales! ¡Y a los mejicanos!... ¡A todos los inmigrantes! ¡Está loco!... ¡Y a los musulmanes! (…) (En cuanto les hice la pregunta contestaron casi a una misma voz y como impulsados por un resorte. Hicieron gala de la misma sorpresa e indignación que el resto del mundo por lo inconcebible de su elección, y estaban tan ansiosos por expresarse que hizo necesario establecer turnos de palabra).  
“(…) ¿Cómo es posible que una persona que ha dicho barbaridades de las mujeres, de los inmigrantes, de los negros y de los musulmanes haya tenido muchos votos de todos ellos? Es machista y racista. Es xenófobo. Yo no entiendo cómo una mujer o un inmigrante pueden haberle votado después de todo lo que ha dicho de ellos, que si son asesinos y violadores, que si la mujer en casa (...)”.
“(…) Y quiere levantar un muro que separe EEUU de Méjico y el resto del continente. Y eso les va a aislar también a ellos y va a generar mucho odio en los países vecinos. ¿Te imaginas que España levantara un muro en la frontera con Portugal? ¿O con Francia? Eso…no se entendería y sería malo seguro”.
“(…) Un muro será por seguridad, pero también es una falta de respeto para la gente que está al otro lado”.
(Esta me encanta) “(…) Nosotros somos una versión mini de EEUU. Nosotros también levantamos muros en nuestras fronteras (refiriéndose a Ceuta y Melilla) y evitamos a quien no nos conviene”.
 “(…) Esto, indirectamente, nos va a afectar a todos, porque EEUU es el centro del  mundo”.
“(…) Se ha dado demasiado poder a una persona de pensamiento retrógrado y sin experiencia política”.
“(…) Donald Trump representa a quien le ha votado, y la agresividad de sus formas y de su lenguaje refleja ese voto. Tal vez no sea más que una máscara para identificarse con el votante. Esperemos que todo lo que ha dicho no lo cumpla cuando esté en el poder”.
“(…) Esperemos que una cosa sea lo que ha dicho y otra lo que va a hacer (…)”
(…)

“(…) Yo le recomendaría que dejase de decir las barbaridades que dice en público sobre las mujeres y los inmigrantes, porque su lenguaje genera violencia. Que sea más amable y empático, sin más”.
“(…) Yo le recomendaría que no desconectase a EEUU del resto del continente ni de los lugares del mundo que considera peligrosos, porque se va a encerrar en sí mismo y va a perder la riqueza económica y cultural que ha caracterizado a ese país. Por eso le recomiendo que no lo haga”. (casi nada…).
“(…) Yo le pediría que moderara y mejorase su lenguaje y no haga todo lo que ha prometido, porque aún no es presidente y su menaje ya ha generado rechazo y violencia”. (Más acertado imposible).
“(…) Que sea más sincero con la gente y trabaje para mejorar la vida de los demás y no sólo de los que a él le interesa”.
“(…) Yo le recomendaría que se preocupe menos de defender sus intereses y se preocupe más del bienestar de sus ciudadanos y del mundo, porque él, si quiere, puede mejorarlo”.
“(…) Debería prohibir las armas, porque al final las armas resultan un problema para la humanidad porque generan más violencia y terrorismo del que quieren evitar”.
“(…) Que tenga más empatía con los demás y que respete la opinión, el color, el sexo y la sexualidad de la gente”.
(…)

Se dijeron muchas más cosas, pero no caben todas aquí. Como vemos, la imagen que ha proyectado el futuro presidente al mundo no tiene desperdicio. Da miedo incluso a niños de 12 años que viven en paz y separados de él por un océano ¿Afectará a nuestras vidas la elección de Trump? A mis alumnos no les cabe duda; y, visto lo visto, si ellos lo dicen… En fin, crucemos los dedos porque ya no hay remedio. Trump, con esa boca como una enorme cloaca vertiendo mierda al mundo, da miedo, sí, pero aún da más pavor y arcada toda esa gente que se esconde tras su discurso, esa que le vota y a quien representa, todos aquellos que con su apoyo han justificado su existencia. A fin de cuentas, él no es más que un empresario provocador, demagogo y egocéntrico al que han aupado al gobierno de ese enorme negocio que es USA.

Afortunadamente, somos seres en continua adaptación. Así que tranquilos, nos adaptaremos también a esto, mal que nos pese. Más nos vale. Empecemos cuanto antes a tomárnoslo con deportividad y sentido del humor…tiriti Trump, Trump, Trump, tiriti Trump, Trump, Trump…

Como buenos alumnos indignados, también se han empeñado en dedicar a este personaje alguna receta indignada. Han ido desde estrambóticas ensaladas a patatas (Patatas Trump, “Una patata pelada y cocida, bien amarilla como su cara, y un trozo de panceta doradita encima como su pelo”. Que se ría el ‘León come-gamba’ de Master Chef). Pero si hay una que ha dado en el clavo por la sutiliza e intención con que lo expresa y que simboliza como ninguna al próximo presidente de los EEUU, sin duda es el ‘perrito caliente’ de un chaval de 12 años “Porque gusta a mucha gente, pero nadie se para a pensar de qué está hecho de verdad por dentro” (ahí es nada el razonamiento a su edad). ¿De qué estás hecho por dentro Donald Trump? Esperemos que esa fachada pútrida que has mostrado no sea un reflejo fiel de tu interior.

Nosotros lo hemos adaptado un poquito par que no se diga. Y oye, como que está de vicio: Perrito ardiente a la manera Donald Trump.

Que no te queme y lo disfrutes…a mis alumnos les ha encantado. Va por ellos. 


NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 4 panecillos de leche.
  • 4 salchichas.
  • 2 huevos duros.
  • Unas hojas de brotes verdes.
  • Salsa brava picante.
  • Mostaza.
  • Agua para cocer.


ELABORACIÓN

  1. Cuece durante 5’ las salchichas. Mientras, corta en dos mitades longitudinales y tuesta el pan. Añade al gusto y extiende en una de ellas salsa brava picante y en la otra mostaza. Distribuye unos trozos de huevo duro y las hojas de brotes verdes, sobre las mismas una salchicha, tapa, aprieta y ataca, sin más.

Ultra-rápido y extraordinariamente delicioso. A disfrutar.

NOTA

Si no te va lo ardiente, transfórmalo en caliente; sustituye la salsa brava picante por kétchup.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Born in the USA. Bruce Springsteen
Para la degustación: Pa’l norte. Calle 13

VINO RECOMENDADO

Academia de los nocturnos tinto. DO Utiel-Requena.

DÓNDE COMER

Es bocado agradecido que se acomoda a cualquier lugar donde te encuentres cómodo para poder disfrutarlo. Eso sí, siempre que esté lo suficientemente alejado y a cubierto de sujetos siniestros como Trump.


QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Trotar o correr, dependiendo de su proximidad, y alejarte lo más posible de tipos como él.