martes, 31 de enero de 2017

Chips de Boniato. Trumpantojo, feromoñas y otras expresiones casibaches

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Hay ocasiones en las que, cocinando o enredado en mitad de mis rutinas, me da por inventarme palabras o buscarle significados diferentes a las que ya existen. Es un ejercicio muy recomendable que refresca y te evade por uno momento de esta realidad cargada de palabras y expresiones nacidas del mundo de la política, los medios de comunicación y la economía, que no entendemos la mayoría de las veces pero que, al final, terminan por formar parte del catálogo de términos monótonos, aburridos e inútiles que manejamos.
Así que, entre tanto lenguaje encriptado, políticos y contertulios sin reparos en exhibir sus limitaciones lingüísticas, Trumps de todo pelo y condición soltando mierda por la boca, España yendo de maravilla, Europa cerrada a cal y canto, vatios al alza compitiendo en precio con el jabugo…o lavas el cerebro de tanta miseria o acabas comido por ella. Y un juego divertido para sobrellevar esta realidad embrutecida es jugar con el lenguaje, manosearlo, darle la vuelta, estrujarlo. La verdad es que no te harán jamás académico de la lengua, pero, oye, pasas un rato más que entretenido y, compartido con amigos ingeniosos, como que te echas unas risas que, dadas las circunstancias y, cotizándose como se cotizan, nunca están de más.
Éstas son algunas que surgieron mientras preparaba la receta de esta semana:
  • Cabizvasco: Vasco pensativo. Vasco triste. Ex: Sentado sobre el tronco, hacha en mano, el aizkolari permanecía cabizvasco dudando si podría con él.
  • Mecaguismo: Mecanismo de mierda, eléctrico, mecánico o de cualquier otra naturaleza, habitualmente comprado en los chinos.
  • Bidente: Persona con sólo dos dientes y dotes adivinatorias.
  • Feromoñas: Hormonas gays.
  • Casibache: Que no llega a socavón. Bache en ciernes.
  • Simborgoña: Que no tiene borgoña ni recato alguno. Habitualmente expresado entre signos de admiración cuando se dirige a una persona en particular: ¡Simborgoña! Ex: Los de la rioja ni tienen borgoña ni la conocen; son unos simborgoñas.
  • Trumpantojo: Dícese de la política de Trump, sus muros y sus entresijos: engañoso, falaz, enredoso, trumposo, trumposero, hijo de….
  • Entreshijos: Resultado de un matrimonio en busca de la parejita. Ex: ¿En qué quedó la cosa después de buscar la nena? Entreshijos varones.
  • Enhorabuela: Acto de felicitar a la abuela. Agasajo, congratulación. Ex: ¡Enhorabuela, llalla! Un año más y tan pita como siempre.
  • Caballoroso: Dícese del caballero amable y triste a la vez. Caballero melancólico. Caballo tristón.
  • Flanquicia: Franquicia especializada en todo tipo de flanes. Flanquicio: Flan abandonado a su suerte en el quicio de una puerta o ventana.
  • Hastaelcolmo: Capital sueca de los hartos e indignados.
  • Aggtún: Que no le gusta el atún. Que le provoca nauseas y lo detesta.
  • Majao: (Acepción del verbo majar). Ponerse más guapo. Ex: Estás guapo ¿eh? T’has majao con los años.
  • Almario: Armario donde se cuelgan las almas. Lugar donde se guardan hasta que dios quiera. 
  • Artenativo: Artista local. Su arte. La artenativa a lo foráneo. Que se diferencia en su forma de manifestar su arte siendo de aquí.
  • Ociocho: Más que ocioso; ocho veces ocioso.
  • Sintromizar: Tomar la dosis de sintrom dos personas o más al mismo tiempo. 
  • Afroditorio: (Antónimo de tanatorio) Establecimiento, público o privado, de temática sexual o no, habilitado para el placer y disfrute de los vivos.
  • Jabonés: Japonés que abusa del jabón. Oriundo de ese país, pulcro en exceso.
  • Japonera: Área genital de los oriundos del Japón utilizada en la ducha como jabonera por el método tradicional del frotamiento. Jabonera de estilo japonés.
  • Eurodisíaco: Ciudadano europeo que resulta estimulante o manifiestamente incitante. Cualquier excitante sexual producido en el continente europeo. Tal vez menos eficaces que los afrodisíacos de origen africano, pero con todas las certificaciones ISO.
  • Absentista: Gran bebedor de absenta. Que no hace otra cosa que beberla. 
  • Perreza: Pereza extrema. Perrería. Ex: Hoy llevo una perreza encima…No tengo ganas de hacer nada.
  • Tirititero: Titiritero aterido de frío por trabajar a la intemperie. Titiritero que tirita.
  • Hippypollas: Hippy tonto, estúpido o engreído en exceso. Que aparenta serlo pero no pasa de pijo.  
  • Rasguiño: Herida superficial que algunos individuos son capaces de efectuar con la mirada en el cuerpo de la persona deseada y receptiva.
  • Extres: Tercer ex. 
  • Chumbo: Dícese del individuo tan chungo que su sola presencia pincha. 
  • Panini: Aperitivo para joven que ni estudia ni trabaja. 
  • Himnotizado: Subyugado por los nacionalismos y sus himnos.
  • Quinquilloso: Dícese del quinqui que, además de serlo, es quisquilloso o tiquismiquis en exceso.
  • Apasar: Arrugar. Aplíquese a las personas. Ex: La vida apasa mientras pasa. 
  • Cominola: Atracón desmedido de gominolas.  

…Había más, pero esas, para otra ocasión. Por supuesto la receta que las acompaña no podía ser más que un plato ligero y facilón; un entretenimiento, como el pensamiento en vuelo libre mientras la elaboraba: Chips de Boniato, el bocado perfecto para una tarde de evasión, donde las risas y el ingenio sean el planazo perfecto.
Que los disfrutes.

NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 250 g de boniato.
  • Aceite de oliva virgen extra.
  • Nuez moscada, pimienta y sal.


ELABORACIÓN

  1. Lava muy bien los boniatos y elimina todos los restos de tierra (si lo prefieres, pélalos). Con una mandolina de cocina córtalos en rodajas muy finas.
  2. Precalienta el horno a 180º. Dispón las rodajas de boniato en una bandeja de horno con papel sulfuroso ligeramente engrasado, sin que monten unas sobre las otras. Añádeles un chorrete de aceite por encima, espolvorea con sal, nuez moscada y pimienta al gusto. Introduce en el horno durante 10’. Dales la vuelta y hornea otros 10’ más. Ten mucho cuidado los últimos minutos, deben quedar doradas, pero pueden pasar a quemarse muy rápidamente. Saca y deja enfriar.
  3. Sírvelas acompañadas de mojo picón suave (como en mi caso) o con la salsa que más te guste.

Sano, facilísimo, económico y absolutamente delicioso.   

NOTA

Estos chips las he espolvoreado de nuez moscada y un poquito de pimienta. Prueba con las especias o aromáticas que se ajusten más a tu gusto. La ralladura fina de limón espolvoreada por encima o unas gotas de su jugo también les van de maravilla.
Asimismo, puedes hacer chips con zanahoria, remolacha, chirivía…el proceso es idéntico. Incluso freírlos en lugar de hornearlos; eso sí, el aporte de grasa será mayor.


MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Mutanciones: el infierno. Russian Red.
Para la degustación: Mutanciones: Hermana mía. Dorian.

VINO RECOMENDADO

Alcanta rosado. DO Alicante

DÓNDE COMER

Servidos en mesa de centro y sentados en el sofá, entretenidos con una conversación divertida o una buena película, convierten una tarde en un planazo perfecto.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Si no te pasas  ‘dipeándote’ toda el mojo con tus chips, poca cosa, es un tentempié tan sano como ligero.



viernes, 20 de enero de 2017

Trump, una noticia de mierda

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Hoy hace un frío que pela. Un día de mierda que diríamos. Aunque seremos educados y diremos que hoy hace mal día. Que hoy es un mal día, un día pésimo, el día que coronan a Trump. El día que se desata la Trumpmanía: la de aquellos que no lo pueden ver y la del inicio de su administración. God save the King. Que dios nos pille confesados.

No se habla de otra cosa. Del frío que hace y de su inminente coronación. Del colapso circulatorio que la nieve ha provocado en buena parte de las carreteras del este peninsular; y de los manifestantes que colapsan los accesos al Capitolio, en la capital estadounidense, en protesta por la entrega de las llaves del país (y del mundo) a un sujeto de este calibre. Es curioso cómo combinan con las mismas vocales Capitolio y manicomio. Tal vez política y locura, gobierno y psicopatía, no sean tan diferentes.
Noticias de mierda, en un día de mierda, en un mundo de mierda.

Hoy no caben más primicias. Hoy no hay partes de guerra. Hoy no existen refugiados en las fronteras de la noticia. Nadie muere congelado. Ni de vergüenza. Es lo que tienen las primicias cuando dejan de ser novedad.

Hay días Trumpantojo. Días de trampa, de insidia y de engaño. Días Trump. Un 20 de enero comienza su era.     

De entre todas las noticias de mierda de este gélido día de mierda, tal vez la única cosa buena que ha sucedido es que el nuevo Amo no ha encontrado quien le cante el día de su coronación. Que se joda. Pero que pase pronto, el día, la tarde y su noche, no vaya a venir alguno y lo cague aún más…aunque lo dudo.


Hoy no hay receta, se atragantaría; bastante tenemos ya con el protagonista de este día.

lunes, 9 de enero de 2017

'Pelopinchos' de baklava. Teoría del despeine, del homo peinatus al homo despeinatus

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 Hoy, rebuscando entre mis cosas, ha aparecido una foto mía del colegio, de cuando tenía 6 años, que me ha retrotraído, no tanto a las bambalinas del recuerdo, como a la naftalina de una época, tal vez no tan lejana, llevándome de viaje a mi niñez.
Cuando mis hermanas y yo éramos pequeños e íbamos a Barcelona a ver a mis abuelos, mi madre, poco antes de que el tren llegara a su destino, siempre nos peinaba y nos echaba colonia en espray, con una botellita recargable de colores. Qué obsesión con peinarnos, pensábamos. Y protestábamos. Nos desenredaba el pelo y ponía orden allí donde 6 horas de viaje habían sembrado el alboroto y dejado nuestros cogotes como nidos de golondrina. Que te vea guapo la llalla, decía. ¡Y pórtate bien! Y me peinaba con la raya a un lado, estirando con decisión de mis rizos, dando forma sobre mi cabeza a una suerte de mar ondulado y oscuro que parecía fuera a derramarse por los lados en cualquier momento.
Guapos y presentables, y ante todo muy formales, así nos recibía aquella Barcelona de finales de los 60 y primeros 70. La misma preciosa e inhóspita ciudad que recibió a mis abuelos muchos años atrás, después de un largo viaje desde las profundidades de Andalucía. Ellos llegaron casi con lo puesto, pero, como nosotros después, pulcra, formal y decentemente peinados.

Porque los que tenían poco tal vez no podían cambiar de camisa todos los días, pero mostraban su dignidad, el aseo, la decencia y el decoro yendo limpios, bien peinados y afeitados. Y no sólo eso, casi por encima de todo, expresaban también, de forma sutil e inconsciente, rectitud en las formas y formalidad, su equilibrio interior; su pertenencia al grupo y la aceptación de lo establecido; la predeterminación a ‘portarse bien’, saliendo como salían de la realidad inamovible de un pueblo donde los señoritos-caciques seguían paseando a lomos de sus caballos y de sus jornaleros, y llegando no sabiendo bien a dónde. Carne de inmigración donde la ilusión y los esfuerzos por alcanzar un futuro mejor se entreveraban (ayer como hoy) con los abusos y la explotación. A su manera, la historia no deja jamás de repetirse.   

Así pues, no es de extrañar que, en esos años de peine y de gomina, para las personas de origen humilde como mi familia, que entraba de puntillas en la incipiente clase media de un país que se sacudía de la miseria y se desperezaba de los sueños de un dictador, esos valores siguieran siendo muy importantes; tanto, como la educación que ellos apenas habían recibido y nos regalaban como la llave que nos abriera el mejor de los porvenires. Después de años de sacrificios, poder mostrar a los hijos y a los nietos bien peinados y limpios, formales y educados, era una demostración de orgullo y de dignidad, de integración social y de aceptación de lo establecido.
No hay más que asomarse a la foto y mirarme: Sentado en una silla, acodado en la mesa, con un lápiz en la mano simulando escribir en un cuaderno, mirando serio al espectador. Y detrás, sobre la pared, un mapamundi representando el estudio y el conocimiento; lo que la familia desea. Y como san Gabrieles protectores, encarnando la formalidad y el orden, todo lo que es y debe ser, la cruz y el retrato de Franco. El niño perfectamente peinado. Con el pelo alineado con la raya a un lado trazada a tiralíneas (o con el flequillo cortado a cartabón, justo hasta mitad de la frente, de haberlo tenido liso). Ni un pelo fuera de su lugar. Domesticado. La perfección como norma. Orden, formalidad y decencia. El dominio de lo establecido sobre todas las cosas.

Ir bien peinado no es solo una cuestión estética, es también, y sobre todas las cosas, una cuestión ética. Una cuestión de comportamiento social. Los gobiernos trabajan las 24 horas del día, los 365 días al año, para que no nos despeinemos. Para que seamos decentes y limpitos.  Porque lo correcto, la cordura y lo ‘shenshato’ es ir peinado. Por fuera y por dentro. Sobre todo por dentro. Nos peinan las formas para que no las perdamos. Nos peinan los hábitos para que no nos movamos. Nos peinan las creencias y las necesidades para que no las abandonemos y nos anclen a una realidad inamovible. Nos peinan y nos peinan al gusto del momento y de mil formas diferentes para que no nos percatemos que nos están peinando. Porque una ciudadanía peinada y formal es una ciudadanía perfecta y cómoda. Maleable. Es una masa obediente que no cuestiona. Manipulable. Nos peinan con normas sociales tan profundamente arraigadas que ni nos cuestionamos cuestionar. Nos peinan la imaginación y la información. Nos peinan el conocimiento. Y por si te despeinas se inventan peines envenenados a los que llaman leyes de Seguridad Ciudadana para que el despeine no sea más que el leve soplo rendido de una brisa pasajera.  

Los estados no soportan la imperfección y su pelo alborotado. No soportan la divergencia y el criterio. Porque el despeine es la locura y la locura no se admite. Y si se admite es porque esa forma de locura despeinada está ya tan arraigada (en forma de arte, movimiento o protesta -no hay más que ver lo hippie, lo heavy, lo punky, lo rasta, lo hipster o incluso lo skinhead-) que, o es ya inocua o produce beneficios al estado. Porque el estado que nos peina y nos engaña lo admite todo si da dinero, desde la irreverencia más explícita, hasta lo disidente. Así de puta es.
Así que hay que despeinarse. Buscar y encontrar el estilo y la forma que le permita expresar a cada uno la locura que atesora en su interior. Huecos por donde fluir y avanzar. Vías por las que sentirse libres. Porque en una sociedad tan  tremendamente formal, tan exageradamente peinada y educada (aunque creamos ser libres para elegir o nos hagan creer en ello) despeinarse es una obligación. Por salud y por tocar los huevos. Soltarse el pelo. Saltarse las normas. Da igual el estilo. Lo correcto, siempre, siempre es despeinarse, arriesgar, enfrentar, atreverse, osar…
Todas estas cosas me decía aquel niño que fui, atrapado en esa foto…Con tu permiso, mamá, discúlpame; qué le voy a hacer es lo que pienso y no puedo evitarlo.

Y es que aún hoy mi madre, bien pasados los ‘cuarentaydiez’, me dice que me corte el pelo, que estoy más guapo. Que con esos rizos parezco un guarro. Que siendo profesor debería parecer más serio. Y más aseado. Y la miro con tanto cariño… Cuánto me ha dado y con cuánto sacrificio. Ella y mi padre y todos cuantos la precedieron. Cuánto cuesta romper con lo establecido. Modificarlo. Cuán difícil nos resulta parar las inercias que nos impulsan. A todos. Cuántas generaciones…

Como es costumbre maridar las reflexiones de este Blog con un plato dedicado a su protagonista, para todas esas generaciones que nos precedieron y sus esfuerzos por despeinarse, esta receta: Pelopinchos de Baklava. Y especialmente para Nati, mi cocinera atómica y galáctica, pues es de ella y con ella me ha llevado al cielo sin paradas ni apeaderos. Un dulce tan dulce como el cariño y la esperanza de quienes nos han acompañado hasta aquí. Un dulce puramente marroquí y exquisito que, al cortarlo y ponerlo en la fuente de esta manera, me pareció un despeinado rebelde y descarado que me hizo gracia, sin más. Una delicia tan sutil y placentera como un viaje en moto, sin casco y el pelo alborotado por el viento.
Que lo disfrutes.  

 
NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 1 paquete de pasta filo (12 hojas).
  • 200 g de dátiles sin hueso.
  • 100 g de almendra en blanco.
  • 100 g de pistacho sin piel.
  • 2 cucharadas de miel líquida.
  • ½ cucharada de canela.
  • 100 g de mantequilla.
  • Una cucharada de aceite de oliva virgen extra.
  • 200 ml de agua.
  • 150 g de azúcar.
  • 2 cucharadas de zumo de naranja.
  • La ralladura de la piel de media naranja.


ELABORACIÓN

  1. Calienta el aceite en una sartén y tuesta las almendras y los pistachos sin piel (para quitársela escalda los pistachos en agua caliente y saldrá enseguida). Dejar que enfríe. Introducir en el vaso batidor junto a los dátiles, la miel y la canela y picar hasta conseguir una masa homogénea y fácil de manipular.
  2. Cogemos las hojas de pasta filo y las pintamos con la mantequilla superponiendo una sobre la otra en grupos de 4. Las partimos por la mitad. Cogemos 4 medias mitades y extendemos sobre ellas una capa fina de la masa de frutos secos y dátiles. Cubrimos con  otras 4 mitades y extendemos otra capa de masa y sobre la misma otras 4. Enrollamos con cuidado formando un rulo compacto. Procedemos de igual modo con las otras hojas de pasta y el resto de la masa hasta obtener otro rulo.
  3. En un cacito llevamos a ebullición el agua junto al azúcar, el zumo de naranja y la ralladura y vamos dando vueltas a fuego medio hasta que nos quede un almíbar.
  4. Ponemos los rulos en una bandeja sobre papel de horno untado en mantequilla y los metemos al horno (una vez precalentado a 150º-60º c) durante 50’ y 5’ finales a 210º.
  5. Sacamos del horno y los rociamos con el almíbar. Dejamos que se enfríen. Los cortamos en pequeños rectángulos y cada uno de estos por la mitad con un corte en diagonal para formar nuestros ‘pelopinchos’.
  6. Presentación: colocar en una bandeja con las ‘puntas’ hacia arriba y servir.

Una auténtica delicia. Para no parar hasta no dejar ni uno.

NOTA

Puedes espolvorear por encima un poquito de azúcar glass, le queda muy bien. Si lo deseas, puedes sustituir el almíbar de naranja por un hilillo de miel a la hora de servirlos. Es más rápido y también está muy bueno, pero el toque del almíbar es de una sutileza especial.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Que todo se pare. Diego Vasallo.
Para la degustación: El lado más bestia de la vida. Albert Pla

VINO RECOMENDADO

Lerchundi Moscatel. DOC Jerez

DÓNDE COMER

Bueno, bueno, los pelopinchos, en una tarde cualquiera de sofá y mantita alejada de un periodo vacacional donde hayas comido a discreción, con la compañía adecuada, se convierten en uno de los mayores placeres que un dulce te pueda ofrecer. Cuida de que las copas de vino, bien frío, estén siempre llenas. Es un plan que abre un amplio abanico de posibilidades para acabar la tarde…o alargarla.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Si la tarde ha evolucionado como cabía esperar, con lo que imaginas será suficiente. De lo contrario, levántate, cálzate las zapatillas y corre, que seguro que no has parado de comer en el primero y los pelopinchos piden a gritos quemarlos.