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…Ser jóvenes sin prisa
y con memoria
Situarse en una
historia que es la suya
No convertirse en
viejos prematuros…
Mario Benedetti, ‘¿Qué les queda a
los jóvenes?’
Los 50 molan. A los 50 todas las
canciones del mundo han hablado ya de ti, pero aún quedan reservadas muchas
baladas por vivir, tal vez las mejores, pues la vida, que es un pozo inagotable
de sorpresas, guarda melodías que jamás hubiéramos imaginado pudieran sonar
para nosotros. Molan además, porque imprimen a la existencia el ritmo que
deseas y no otro, pues eres tú quien lo marca y no los demás. Y no lo digo
porque me quiera convencer de ello, sino porque de todas las edades posibles ésta,
que gravita entre los años del estrés por labrarte el futuro y sacar adelante
tus hijos, y esa otra en la que ya alcanzas la madurez sin paliativos, se convierte
en una segunda juventud de confines alejados y con mucho futuro por delante.
Porque no se trata de recuperar
el tiempo perdido o revivir las experiencias de los 20, sino de continuar
emocionándote y sumando experiencias con la serenidad y firmeza de los 50 y
buscando el equilibrio entre lo hecho y lo que queda por hacer…con permiso de
las circunstancias, que en muchas ocasiones nos atrapan y no podemos eludir, y
a poco que te hayas cuidado, y ni la mala vida, la mala suerte o tu mala cabeza
te hayan arrastrado hasta aquí hecho un escombro.
La juventud no deja de ser más
que un estado del alma que nada tiene que ver con la edad. Si antes los 40 eran
el paso del Rubicón, ahora son los 50. Verlos como la antesala del precipicio o
como el inicio de la década prodigiosa solo depende de ti. Deprímete o pacta
con el diablo si lo crees necesario, pero lo aconsejable es mirar al futuro con
la actitud de un Beatle en Abbey Road: atravesando la calle con paso firme, la
cabeza bien alta y yendo hacia tu propio destino. Porque el secreto, al final
de la película, no es hacia dónde vas sino cómo llegas y has vivido el camino. Y
hay muchas razones para pensar que los 50 nos invitan a creerlo así.
Ya eres capaz de valorar en lo
que valen las cosas y las personas sin perder el tiempo en juicios de valor, porque tener criterio te ha
costado lo tuyo y ganar seguridad en ti mismo ha sido una conquista de años que
te ha permitido saber quién eres, de dónde vienes y dónde estás, y cómo eres, y
eso mola.
Tienes una independencia
económica que te permite satisfacer los deseos y caprichos que a los 20 no eran
más que un sueño, con el añadido de que a los 50 tienes clarísimo que ‘vivir
por encima de tus posibilidades’ no es una opción aceptable para jóvenes
maduros y responsables, y eso mola, vaya que si mola.
Tienes más tiempo para ti
(siempre y cuando el cuidado de los demás no te lo imposibilite) y te
encuentras en plenitud de facultades y lleno de inquietudes que te llevan a
emprender nuevos proyectos profesionales o personales, y mola.
Sexualmente sigues en activo, muy
en activo, pero el vigor sexual de años
atrás ha comenzado a decaer. Sin embargo, a esta circunstancia le sumas la
seguridad de los 50 que te permite ser
capaz de engarzar con precisión sexualidad con sensualidad, no como un
mecanismo que supla la potencia en tus relaciones, sino porque la experiencia
de los años te ha enseñado que es así, y eso también mola, y mucho.
Sí, por todas estas razones los
50 molan. La actitud ante ellos sólo va a depender de ti, del vértigo que te
produzcan, de cómo afrontes las circunstancias que te toquen vivir, sean las
que sean. Da igual que des la vuelta al mundo en 80 días, que bebas de las
nieves del Kilimanjaro o que pases la vida en la casa del pueblo. Puedes
decidir seguir siendo un Rolling, escoger de entre todas las vidas posibles la
del pirata malo, de pata de palo y parche en el ojo, o la de Pantuflo Zapatilla
con su bata cruzada; qué más da, mientras dejes a un lado la impostura (por
fin) y seas tú, sin trampa ni cartón, porque más allá de la forma exterior que
muestres al mundo, está la fidelidad a ti mismo, tu eterna capacidad para
sorprenderte y el modo con que encaras la vida.
Para todos aquellos que siguen
mirando la vida con los ojos del joven que lleva dentro, esta receta: Brandada de Bacalao y mermelada de pimiento,
el Bacalao Maravillao que no conoce edad.
Una receta atemporal pero adaptada a su tiempo que combina tradición y
contemporaneidad, armonizando la sutileza de la brandada con la suave y ligera
mermelada de pimiento. Un plato sofisticado, cromático y sorprendente que no
dejará indiferente a nadie, tenga los años que tenga.
Que lo disfrutes.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 300gr de bacalao.
- 1kg de cebolla.
- 500gr de crema de leche.
- 8 cucharadas de mermelada de pimiento.
- 4 cucharaditas de olivada negra.
- Sal y pimienta.
- Aceite de oliva virgen extra.
ELABORACIÓN
- Desalar el bacalao durante 24h en agua fría cambiándola al menos 4 veces. Escurrir y triturar.
- Pelar y cortar muy fina la cebolla y sofreír a fuego lento. Cuando veas que está dorada añadir el bacalao y seguir rehogando hasta que esté bien hecho.
- Añadir la crema de leche, un poquito de pimienta y rectificar de sal. Ir removiendo hasta que esté hecho (10’ aproximadamente). Pasar por la batidora hasta conseguir una crema fina y homogénea.
- Emplatado: disponer en vasitos la brandada llenando unos 2/3 de su volumen. Sobre la misma 2 cucharadas de mermelada de pimiento y culminando la cucharadita de olivada negra.
NOTA
La brandada está mucho más buena
si la dejas reposar 24h en el frigorífico. Si quieres conseguir un resultado
aún más sofisticado, sustituye la mermelada de pimiento por mouse de pimiento
(tanto la una como la otra las encuentras muy buenas en la sección gourmet de
los supermercados) le aportara una finura más que aparente.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Vértigo, U2
Para la degustación: Sympathy for the Devil, The Rolling Stones
VINO RECOMENDADO
Estola blanco fermentado en
barrica 11, DO La Mancha.
DÓNDE COMER
En terracita levemente iluminada,
el sonido del mar rompiendo pausado en la arena, buena cristalería y mesita
para dos perfectamente preparada y cubierta por un gran mantel que caiga sobre
vuestras rodillas, permitiendo la intimidad de las manos bajo su protección
frente a las miradas indiscretas. Tu experiencia y la entrega incondicional de
tu pareja harán el resto.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Menos hablar de los viejos
tiempos cualquier cosa será suficiente; pero si después de lo anterior
preguntas esto, está claro que aún te queda mucho camino por recorrer.