Primero fueron las ratas y las
cucarachas, que en su lucha con el hombre por compartir espacios han terminado
recluidas en las catacumbas de la
ciudad, lejos de la mirada y el contacto con las personas. Luego fueron las
palomas, y también los estorninos, quienes, más allá de su simbolismo
libertario, ensuciaban con sus excrementos las viejas piedras y el mobiliario
urbano. Ahora les toca a ellos, a los vagabundos, a los sintecho, a los
mendigos, cuya presencia indecorosa y mugrienta ensucia nuestra mirada
inmaculada y nos recuerda el mundo despiadado y cruel en que vivimos, ese mundo
donde lo que no se ve, no existe, y donde el muerto no lo es si hay ausencia de
hedor. Nada personal en el fondo, una cuestión de limpieza; pura asepsia
social.
Vagabundo, homeless, indigente,
mendigo, sintecho, excluido,… son acepciones que nos ofrece el diccionario para
designar a quienes, por una u otra razón, están viviendo en la calle. También
lo son las de merodeador, inestable, mostrenco, sospechoso, holgazán, vago, gandul,
pordiosero, indocumentado…lo contrario a decente y honrado, los dos términos
que encabezan la lista de antónimos en este catálogo tantas veces cruel e
infame cuando una persona ve condicionada su existencia por el uso que los
demás le den a las palabras.
Personas. A veces lo olvidamos, pero
antes que nada somos personas…o deberíamos serlo. ‘Es una persona muy humana’,
dicen algunos cuando quieren alabar la bondad de un conocido; pero la verdad es
que las personas no somos más o menos humanas, sino que los humanos somos o no personas,
pues la condición de humano la poseemos por género, mientras que la de persona
la adquirimos por educación y civilización. La crisis y la globalización han
llegado a límites tales que deshumanizan la sociedad y eliminan la condición de
persona a quienes quedan al margen de la misma.
Es una estrategia eficaz para no
tener cargo de conciencia (de eso saben mucho los nazis respecto de los judíos o
los extremistas de cualquier ideología), y hasta ese punto hemos empujado a los
sintecho, a los indigentes, a quienes la sociedad ha incluido dentro del
selecto grupo de animales que debe ser eliminado de nuestras calles. Porque es
esa misma sociedad que los ha condenado a la marginación, la que ahora los
quiere borrar de su vista y pretende negar su existencia.
Aquellos pinchos que se colocaron
en los tejados de muchos edificios para que las palomas no pudieran posarse,
tienen el mismo sentido que esos otros que están llegando a los portales para
que los vagabundos levanten el vuelo. Han bajado desde ahí arriba para posarse
en el suelo y perturbar el sueño, ya de por sí roto, de los desposeídos, como
pájaros de mal agüero, como camas de faquir. Son los pinchos antivagabundos, los
pinchos de la vergüenza.
No es el primer síntoma de esta
enfermedad municipal que da la espalda a quien necesita ayuda; sí el más
vergonzoso, el más ofensivo, el más descarado, que sólo la presión ciudadana ha
sido capaz de retirar…por ahora. La
ciudad está llena de ejemplos, bien a través de actuaciones como la del
ayuntamiento de Tarragona de elaborar un censo de mendigos, o en forma de bancos
individuales o esos otros con su asiento accidentado por duros asideros. La ciudad
rebosa trabas para quien ha quedado excluido de su seno y no tiene más opción
que la calle. Una imagen vale más que mil palabras y cualquier cosa es
justificable con tal de ofrecer la postal más bonita, aunque encierre un
corazón podrido.
Y me pregunto: Si las normativas
municipales prohíben sacar la basura antes de la noche por motivos de
salubridad ¿Por qué no prohíben exhibir la miseria humana en artefactos
semejantes? ¿Por qué no prohíben exhibir la ausencia de ética y humanidad, la
carencia de sensibilidad? Porque desde el fondo de su negro corazón creen con
fe ciega que los vagabundos, que los excluidos, que los indigentes, que los
mendigos, como las ratas y los insectos o las palomas, no forman parte de esta sociedad,
la ensucian y afean con su sola presencia, y como a aquellos hay que quitarlos
del medio. Y, ya se sabe: en aras de la buena imagen se permite todo, incluso
lo más indecente, incluso la crueldad infinita.
Tal vez llegue un día en que acabemos
viendo el kid completo antivagabundos a un módico precio en grandes superficies…y
lo peor de todo, que nos hayan hecho creer que es necesario.
Hoy este plato es para ti, para
todos los que os habéis visto abocados a la calle y a la marginación, para
todos los que os habéis visto empujados a la miseria por una sociedad injusta y
cruel, que en lugar de auxiliar pisa el cuello de quien un día le sirvió bien. Pintxo ‘Antivagabundos’, un pincho que
lejos de ser una vergüenza es un homenaje a ti y a la cama que te niegan. Con
un somier de pan de calidad, con un colchón que en lugar de látex es de
gelatina y con unas suaves sábanas de manzana caramelizada. Para que descanses
bien la espalda en forma de exquisito foie.
Que descanses…y lo disfrutes.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 100gr de bloc de foie de pato.
- 4 rebanadas de pan de semillas de molde sin corteza.
- 2 manzanas.
- 100ml de Oporto tinto.
- 3 cucharadas de azúcar.
- Un puñado de pasas sin pepitas.
- Un chorrito de vinagre.
- Un poco de aceite de oliva virgen extra.
- Escamas de sal.
- hojas de gelatina.
ELABORACIÓN
- Con una manzana, 2 cucharadas de azúcar, el Oporto y las pasas, elabora una salsa de Oporto como se indicaba en la receta Apechugas Triple A, pero sin la salsa de castañas. Deja que se enfríe.
- Mete las dos hojas de gelatina en agua fría que las cubra y deja que se hidraten unos 5’. Sácalas y escúrrelas con delicadeza. En un cacillo a fuego bajo disuelve la gelatina en unas cuantas cucharadas de la salsa fría. A continuación, incorpora el resto y remueve bien para que quede todo homogéneo. Recuerda que debe estar la salsa fría e incorporarla a la gelatina y no al revés. Vierte la mezcla en un molde plano cuidando de que al solidificar quede con un grosor de algo menos de un cm (dependerá de cómo quieras que sea el grueso del "colchón") y reserva en la nevera.
- Pela y corta la manzana en láminas finas, aproximadamente de 4-5mm. Procede a su caramelizado como en la receta Apechugas Triple A.
- Con un rodillo de cocina extiende las rebanadas de pan hasta conseguir unas láminas finas. Córtalas con la forma deseada y dóralas en el horno cuidando que no se tuesten demasiado.
- Desmolda la gelatina (con un cuchillo húmedo despega de la bandeja los bordes de la masa y si es necesario introduce el exterior de la misma en agua tibia; vuelca en una superficie limpia).
- Emplatado: Corta la gelatina de Oporto en porciones iguales a las del pan tostado y colócala encima a modo de colchón de látex; sobre la misma, una "sábana" de manzana caramelizada (incluso si alguna tiene forma de gajo te servirá de almohada) y culminando porciones de bloc de unos 4-5mm de grosor. Dale un golpe de calor en el horno o microondas y espolvorea por encima unas escamas de sal.
- Sencillamente, espectacular y buenísimo.
NOTA
El bloc de foie un puntito
caliente da el pego totalmente, pero un foie puro de pato pasado por la plancha
mejora el pintxo sin dudarlo.
Si prefieres puedes caramelizar
el bloc con un soplete y un poco de azúcar moreno; sin embargo, el contraste
dulce y salado de las escamas de sal es mucho más sugerente.
Si no tienes tiempo de salsas,
puedes sustituir ésta por una buena mermelada de higo, cebolla y uva o la que
prefieras, procediendo después del mismo modo con la gelatina.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Tonight, Six City Stompers
Para la degustación: Dream a Little Dream, Silje Nergaard
VINO RECOMENDADO
Xtales blanco semidulce. DO La
Mancha
DÓNDE COMER
Es la pequeña reproducción de un
lecho confortable y cómodo, apto para ser comido con las manos y sin miedo a
mancharse en cualquier rincón, en el lugar más recóndito, en el portal más
insospechado, arropado y sintiendo el calor de quien te acompañe
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
¿No dicen que el descanso es la
base del equilibrio? Un sueño reparador y sin sobresaltos será ejercicio más
que suficiente para compensarlo…sobre todo cuando se trata de un vivac
improvisado y rara vez voluntario.