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Estos días atrás en los que tanto
se ha hablado del abandono de Grecia de la zona euro y las consecuencias suicidas
que supondría la vuelta al dragma para su economía y la ciudadanía, en caso de
elegir soltar la mano caritativa de los dioses protectores del Olimpo europeo,
me he preguntado qué sería de nosotros si volviésemos a la peseta.
Desde luego, después de ver cómo
ese Zeus llamado Alemania le ha tendido la mano y con el pie le pisaba el cuello,
mientras el resto de diosecillos menores la mantenían sujeta al suelo, sería
para pensárselo. Si después de tanto paripé, de tanto órdago a grandes y a
chicas, han decidido no cruzar el Rubicón, qué negro lo habrá visto Grecia y
qué averno de pobreza tan grande habrán intuido para asumir la humillación, al
menos de cara a la opinión pública, de un despiadado, despreciable y
omnipresente Olimpo europeo.
Debe dar auténtico pánico
asomarse al abismo del infierno financiero. Al menos solo. Al menos sin Europa.
Dicen que la debacle: Lo primero que sucedería sería una fuga de capitales
impulsados por el pánico, y acto seguido, el gobierno, para evitar la parálisis
financiera pondría restricciones a la retirada de dinero, es decir montaría un
‘corralito financiero’. ¿Cómo nos afectaría? Pues que aunque tuviéramos dinero en
el banco (toda una proeza en los tiempos que corren) no podrías acceder a él o
lo harías con cuentagotas, que es lo primero que hizo Grecia ante el anuncio de
las elecciones. Y lo peor, la nueva moneda se depreciaría, con lo que seríamos
tanto más pobres cuanto mayor fuera su pérdida de valor respecto al €, perdida
estimada entre un 25-50%. Es decir, que todo lo que poseyeras valdría muchísimo
menos, aunque la deuda contraída por haberlo obtenerlo seguiría siendo la misma,
al estar en euros. Prácticamente todos los ciudadanos estaríamos condenados al
impago, del mismo modo que el gobierno y las grandes empresas que se financian
en el exterior, lo que se conoce en el argot financiero como default. Eso sí, mejorarían
las exportaciones y el turismo; jo, qué suerte.
Menuda como nos la metieron el 1
de enero de 2002 con la entrada del euro y los cuentos de una moneda común en
una Europa unida. Nos propusieron matrimonio, pero sin posibilidad de divorcio,
y aceptamos sin saberlo aunque la convivencia fuera un infierno, y nada más
comenzar a vivir juntos ya nos empobrecimos por encima de nuestras
posibilidades. Así, sin vaselina ni antidepresivos. Y de este modo, de un día
para otro, el café que costaba 100 ptas., pasó a valer 1€, y el menú de 1000
ptas., pasó a costar12€, del mismo modo que una barra por la que pagábamos 30
ptas., se cotizaba después a 0’85€. Y no fue sólo el comercio quien infló los
precios, que el estado no perdió un segundo en unirse a la fiesta de subir el
precio a sus servicios. Claro que, como no llevábamos tarjeta de equivalencias,
ni nos enteramos, éramos unos felices infelices que a duras penas llegaban a
fin de mes, porque, eso sí, ninguna nómina pasó de llamarse 100.000 ptas. a
1000€, que hubiera sido el trueque justo.
Y es que las cosas suenan mejor
en decenas, centenas o millares que en unidades. O al menos se entienden más
rápido. No es lo mismo pagar por un piso 240000€ que 40000000 millones de
ptas.; o por un botellín de cerveza 3€ que 500ptas.Vamos, que si te dice un
camarero hace unos años que le dieras ‘medio talego’ por el tercio, las
carcajadas se iban a oír por toda la provincia.
La verdad es que uno no puede
dejar de recordar con cierta nostalgia aquellos tiempos en que salir con 5000 ptas.
en el bolsillo te permitía alcanzar la madrugada con relativa solvencia y daban
más seguridad a tu cartera que un ‘mascachapas’ a la puerta de una discoteca.
Casi lo mismo que los 30€ que suponen al cambio hoy en día. Porque el Euro,
además de una nueva moneda supuso un cambio de época que nos hizo pasar del
“¡esta ronda la pago yo!”, así, con alegría y sin miramiento, al “que cada uno
se pague lo suyo, que no veas lo que cuesta aquí una caña”, a la velocidad del
rayo.
Afortunadamente, ya nadie cuenta
en pesetas ni traduce el precio de lo que paga a pesetas. Ni siquiera los más
viejos del lugar. Ha sido una adaptación forzosa por una cuestión de salud
mental: correríamos el riesgo de ser ingresados en urgencias de un ataque de
ansiedad (o indignación) provocado por el susto que nos llevaríamos.
Y es que al final va ser por eso
por lo que ningún estado quiere abandonar el euro: porque con esa enorme
magnanimidad de la que hacen gala sólo miran por nosotros y nuestra salud
mental, no vayamos a llenar los hospitales ahora que andan escasos de personal.
En fin, que sí, que nos la metieron bien con el €
y ahora ya no podemos hacer nada. Igual que se la han metido a estos pimientos,
pero en este caso con más miramiento y por supuesto con mucho mejor gusto: Pimientos sodomizados de tortilla de
patatas. Unos pimientos que guardan en su interior la tradición de un plato
por excelencia de nuestra cocina, como lo fue de nuestra economía la peseta
durante tantos años. Lleno de cabo a rabo; aprovechando hasta el último céntimo.
Una tortilla como las de siempre, pero presentada de forma diferente y que
combinada con el color y el sabor intenso del pimiento no dejará
indiferente nadie que se siente delante
de ella.
Que los disfrutes.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 4 pimientos verdes italianos.
- 2 patatas.
- 1 cebolleta.
- 2 huevos.
- Aceite de oliva virgen extra para freír las patatas y la cebolla.
- Sal.
- Una pizca de romero (opcional).
ELABORACIÓN
- Lava y corta en trocitos las patatas y la cebolleta. En una sartén con abundante aceite sofríelo todo hasta que quede bien pochado. Añade sal al gusto y la pizca de romero.
- Cuélalo del aceite y deja que se enfríe. Es muy importante que se enfríe la mezcla, si no a la hora de incorporar los huevos se cuajarán. Bate los huevos e incorpóralos. Remueve bien para que quede una mezcla homogénea.
- Lava los pimientos, córtales la parte superior y elimina todas las semillas. Rellénalos con la mezcla procurando que se reparta perfectamente por su interior.
- En el mismo aceite donde hemos hecho las patatas y la cebolla los sofreímos, dándoles la vuelta con frecuencia para que se hagan bien y procurando que no se salga la mezcla. Cuando la tortilla cuaje ya están. Retirar, pasar por papel absorbente y servir.
- Emplatado: sírvelos enteros o cortados en rodajas espolvoreados de escamas de sal.
Umm, sencillísimo, exquisito y
por ‘dos pesetas’.
NOTA
Si los pimientos son muy grandes
utiliza una patata y un huevo más. Puedes preparar tu tortilla como más te guste y rellenarlos
posteriormente; con calabacín y patata, por ejemplo, queda buenísimo también.
Una vez hechos, envueltos con finas lonchas de jamón serrano y cortados
posteriormente, quedan exquisitos.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: ¡Adiós!, Jorge Marazu
Para la degustación: Si tú te vas. Platero y tú.
VINO RECOMENDADO
Los Molinos, tempranillo tinto
13. DO Valdepeñas
DÓNDE COMER
Lo miremos en euros o en pesetas
aún hoy ir a la playa o a la montaña es gratis (salvo exclusivas excepciones).
Así que en mesita de camping, silla plegable y bajo sombrilla o toldo, que éste
es plato muy de pasear en fiambrera y compartir, que siempre te dejará de
maravilla allá donde lo pongas.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Levantarte de la silla y pasear a
buen paso por la orilla de la playa o la montaña será faena suficiente que
mantenga la lorza a raya, además de todo un placer.