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Todos los 2 de noviembre las olas
arrastran hasta la orilla el recuerdo de los que se fueron en forma de flor.
Son flores lanzadas al agua en memoria de los que ya no están; flores rotas por
el hipnótico vaivén del mar, flores muertas, tallos sin espinas y sin hojas,
pétalos arrancados y sin olor que las olas han ido depositando sobre la arena formando
un rosario de recuerdos sin memoria, anónimos y sin sentido. Como esas flores
que siguen al día de difuntos, los 222 trabajadores despedidos de Bosal, en
Sagunto, viven su particular 2 de noviembre como un perpetuo ‘lunes al sol’,
arrastrados por las aguas implacables de la empresa hasta la temida orilla del
paro. 222 despedidos más que se suman a los casi 4 millones y medio de parados;
tantos, que se pierden en el bosque de la fría estadística, del mismo modo que
un puñado más de granos entre la infinitud que componen la arena del desempleo.
'Los lunes al sol' son como los
martes de un crudo invierno a la sombra, fríos y solitarios. No hay miércoles
tampoco sin frío y soledad, ni jueves ni domingos, porque cuando te empujan a
la nada en ausencia de excusas y sobrados de arrogancia, la soledad y el
desamparo se sienten como un frío puñal clavado en la espalda, justo en el
centro de la dignidad. Y lo peor no es la traición, lo peor es que estamos ya tan
habituados que lo vivimos con esa apática resignación cincelada a golpe de inercia
y de costumbre. Pero ni todas las orillas son iguales ni todas las flores
tienen por qué perder su aroma cuando hay razones que excusan lanzarlas al mar.
Y es que al trabajador le pasa con su
empresa lo mismo que a las parejas de novios: comprende que cuando las cosas no
funcionan y el amor se acaba todo concluye, pero cuando es sólo a él a quien le
va mal, por más que haga y ponga de su parte, termina por sentirse engañado y
manipulado y es cuando descubre el rostro miserable, calculador y malo de la
otra parte.
Algo parecido sucede con Bosal,
una multinacional dedicada a la fabricación de componentes para automóvil (tubos
de escape), una de cuyas plantas, la nº 47, radica en Puerto de Sagunto. Llegó al
calor de las subvenciones y del dinero fácil, y como tantas otras empresas, se
ha beneficiado de todo tipo de exenciones fiscales y ayudas. Sin embargo, ha
decidido echar el cierre sin dar más explicaciones y de una manera tan obscena,
que ni tan siquiera ha permitido a los trabajadores retirar sus pertenencias.
La crónica del cierre no deja de
ser el diario de tantas otras, una vulgaridad, por cuanto es la práctica
habitual de empresas sin escrúpulos, que vienen y se van al calor de
legislaciones ventajosas con el único propósito del dinero asegurado.
De este modo, y cubierto su
objetivo, en los últimos años han dejado morir la planta de Sagunto. Una
empresa con beneficios, arrastrada a la ruina sibilinamente por la dirección
hasta su cierre. Una muerte inducida por intereses espurios y asistida por una
legislación injusta. Primero, desviando la producción a la planta filial de
Zaragoza; después, descapitalizando la de Sagunto, vendiendo o trasladando toda
la maquinaria, salvo la obsoleta o inservible. Y en ese tiempo, aprovechando
las ventajas que le ofrece la reforma laboral auspiciada por el gobierno,
despidiendo trabajadores mal indemnizados y utilizando los ERE como mecanismo
de regulación del gasto. Por último, ha dejado de pagar a proveedores, acumulando un deuda de 3m € que le abren la
puerta al cierre a través del Concurso de Acreedores. 3m €. 3m € para una
multinacional asentada en medio mundo. 3m de €, 222 despidos. 222 trabajadores.
222 vidas. 222 historias. 222 personas con sus vidas y sus historias.
Bosal bien podría haberse llamado
‘Bosar’, porque eso es lo que hace la dirección con sus trabajadores: bosarles
encima, vomitarles todo su desprecio como una puta fea y deshonesta, con prisa
y con miseria, sin ningún tipo de aprecio ni agradecimiento. El negro corazón
del ángel sobre las esperanzas caídas de sus trabajadores.
Es lo que hay. Menos mal que “Ya se ha perdido el miedo a perder el puesto de trabajo”. Y debe ser así, sobre
todo cuando se es ministro y se viene de la Lehman Brothers de hundir el mundo;
sobre todo, cuando más que empleado se es ‘fichaje’; sobre todo, cuando la
impoluta moqueta es la frontera infinita e impermeable entre sus zapatos y la
sucia realidad del suelo que pisan los trabajadores, ése manchado de sudor y
grasa sobre el que ven pasar la vida mal pagados; esos que jamás serán ‘fichaje
estrella’, sino estrella fugaz vana y prescindible por exigencias de un guion
escrito tan solo para ganar dinero y donde el trabajador no es sino un coste
laboral más, jamás objeto del beneficio, y blanco preferido para ahorrar gastos
y ampliar los márgenes. Un guion donde beneficio se escribe con b mayúscula y
despido, por correo y con desprecio. Porque es esa asepsia humillante y
ofensiva la que hace aún más triste las tristes historias. Nada personal, tan
solo son negocios.
Qué hipócritas con sus brotes verdes,
con su final de crisis ¿Para quién? Porque está claro que para los trabajadores
de Bosal y el futuro industrial de toda una comarca, no. Al trabajador se le ha
condenado a vivir en estado de excepción permanente: desamparado y
definitivamente al margen de leyes que lo protejan con dignidad. El único color
verde que conoce no es el de los brotes que deberían alfombrar su futuro protegidos
por la ley, sino el de la hiel que tragan diariamente para soportar el deprecio
de empresas sin escrúpulos, y el de las camisetas que simbolizan su protesta.
Es lamentable, pero está claro que sólo pueda intuirse luz al final del negro
túnel del desempleo encabezando manifestaciones, plantando cara en los juzgados
y apostándose allá donde sea necesario. A ese futuro nos tienen condenados
cuando nos roban el presente con tanto descaro. Pues habrá que armarse de
paciencia e ir por ellos. Ánimo, que no estáis solos; todos vamos en el mismo
barco.
En homenaje a todos los trabajadores
que se ven en esta situación, esta receta, para que ‘los lunes al sol’ sólo
sirvan para calentarse y disfrutar; para que ‘los lunes al sol’ no sean para el
trabajador lo más crudo del crudo invierno, sino una frase hecha; para que ‘los
lunes al sol’ sean por fin el destierro de aquellos que con tanto descaro nos
lo ofrecen como hogar y legislan para ello: Patatas ‘a la Bosal’, las
patatas luchadoras; la mezcla perfecta entre esa joya de polvo y tierra que
es la patata, la sutil suavidad de las setas y la salina finura del langostino.
Tierra y mar en armonía compartiendo espacio en el mismo bocado para sorprender
a los paladares más pesimistas. Un arma arrojadiza de sabor inigualable al
centro del paladar.
Ánimo. Que la disfrutes y que se
les atragante.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 400gr de patatas
- 200gr de langostinos
- 250gr de setas variadas.
- 1 diente de ajo
- Un ramito de perejil fresco
- 1 cucharada de almendra molida
- Sal y pimienta
- Una puntita de pimentón
- 150ml de aceite de oliva virgen extra
- Escamas de sal
- Unas ramitas de cebollino fresco
- Pela y lava las patatas y ponlas a cocer en una olla con agua hirviendo y sal. Cuando ya estén cocidas, retira, y machácalas con un tenedor, pero sin que llegue a tener la consistencia de un puré. Salpimienta.
- Lava los langostinos, pélalos y sofríe las cabezas en 4 cucharadas de aceite. Cuando veas que están tostadas, cháfalas con el tenedor para que libere sus jugos. Retira las cabezas, añádele una puntita de pimentón, remueve bien y cuela. Ya tienes un aceite de langostino. Reserva.
- Pica el ajo muy fino. Lava el perejil y pícalo también. Introdúcelos en el vaso batidor junto a la cucharadita de almendra molida, un poco de sal y pimienta y el resto del aceite y bate. Ya tienes una picada de ajo y perejil. Reserva.
- En una sartén con una cucharada de aceite saltea las setas. Cuando se haya evaporado el agua de la cocción, rectifica de sal y añade 3 cucharadas de la picada, removiendo bien. Incorpora la patata machacada y mezcla bien para que queden los sabores bien conjuntados.
- Con dos cucharas forma pequeñas croquetas o quenelles y hornea a fuego medio durante 5’ aproximadamente.
- Saltea las colas de langostino en una sartén con un poco de aceite.
- Emplatado: Sobre la quenelle coloca una cola de langostino, rocía con un hilillo de aceite de marisco, añade unas escamas de sal y decora con unas ramitas de cebollino.
NOTA
Puedes prescindir de la almendra
en tu picada de ajo y perejil, aunque particularmente me gusta la densidad que
le aporta. Te sobrará. Queda perfecta en multitud de elaboraciones sea
verduras, carnes o pescados.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Sol y sombra, The Cat Empire
Para la degustación: Camas vacías, María Jiménez y Sabina
VINO RECOMENDADO
Castillo de Liria, Rosado. DO Valencia
DÓNDE COMER
A pie de manifestación, a pie de
magistratura, a pie de fábrica, a pie…y siempre rodeado de quienes como tú se
ven arrastrados por la misma injusticia
y por quienes te arropan.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
No hay problema, un bocado tan
ligero y exquisito no puede aportar nada extra más allá de un recuerdo tan
agradable que nos impulse locamente a comernos otro. En ese caso, las prisas
por alcanzarlo serán suficiente penitencia para compensarlo.