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Si hay algo que nos deja
claro 2014 es que el empeño neoliberal de acabar con el estado del bienestar
para reconvertirlo en un bien mercantil más, está dando sus frutos, a cuyo
final se suma también el de la clase media, que echa el cierre por liquidación.
Good bye clase media; hola miseria y compañía. No habrá paz para los malvados,
parecen repetir desde el atril de presidencia mientras se recortan derechos y
nos recuerdan que el estado no está para mantener vagos y maleantes, que si
quieres algo, te lo curras…o mejor dicho, te lo pagas, porque ahora el curro ya
no garantiza absolutamente nada.
Estamos asistiendo a la
defunción de una clase social que mantiene sus constantes vitales tan sólo hasta
agotar existencias, que ha pasado a convertirse en un producto low cost al
ritmo en que aquel se desmantela. No hace falta informe forense que lo
certifique, tan sólo aguzar el olfato y mirar alrededor, pues el hedor se percibe
en la calle: índices de pobreza energética inasumibles, índices de pobreza
infantil infames y vergonzosos, la existencia de trabajos de mierda con
salarios indignos, o la ausencia de trabajo o de salario, desequilibrio
degradante de las relaciones laborales en favor de la empresa, y tantos
aspectos perturbadores, que acongoja. A esto nos han conducido las políticas
ultraconservadoras auspiciadas desde los centros de poder económico y
financiero. No han tenido que ir muy lejos para buscar al agente liquidador
idóneo que hiciera el trabajo sucio e incómodo del desmantelamiento social, lo
tenían en casa: el propio estado; ése que te dice ‘Esto es lo que hay,
muchacho. Si quieres lo coges y si no a la fosa del hambre y la desesperación’.
El Poder y el Dinero siempre
han pensado que trabajar era de pobres, y hoy más que nunca ese
pensamiento se ha hecho realidad. Hoy el
capital se basta a sí mismo para generar dinero a través de la especulación. Si
antes la clase media, la fuerza de trabajo por excelencia, era necesaria como
productora de beneficio, ahora se considera una contingencia en su mayoría prescindible. Nos han puesto de nuevo a
cuatro patas. Nos quitan el mocho y otra vez a fregar de rodillas; a fin de
cuentas qué más da, su docilidad siempre ha sido proverbial porque ha tenido la
extraña costumbre de comer, y hoy no va a ser diferente. Nos creímos a pies
juntillas el lema burgués de que el trabajo dignifica, pero no es así, no a
cualquier precio. Y la realidad es que estamos jodidos, muy jodidos, porque
estamos muriendo y no nos damos cuenta: seguimos pensando con la mentalidad
pequeño-burguesa de la clase media y
creemos que seguimos siéndolo, cuando lo cierto es que económicamente estamos
dejando de serlo a marchas forzadas. Un desarraigo económico al que se suma la
desorientación existencial en la que andamos inmersos. Nos inculcaron el
ideario del buen burgués de provincias y nos enseñaron que si estudiabas y
trabajabas con empeño, si eras obediente y no transgredías las normas, si no
mostrabas un discurso disonante, si te comportabas como ‘dios manda’ y la ley
prescribe, ibas directo al cielo de la estabilidad y la vida acomodada, esa que
garantizaba el estómago lleno, tele, sofá y la cama caliente todas las noches.
Un mantra tan asimilado, tan entreverado en las carnes de la conducta, que terminamos
por creerlo, pero que la realidad nos lo ha escupido en la cara al mostrarnos
que ese futuro plácido y tranquilo ya no está garantizado por más que te dejes
los cuernos trabajando.
Habitábamos una ilusión,
porque la seguridad del mañana ya no existe. Sólo existe un presente
inquietante y un futuro incierto. Lo único que nos pertenece es el pasado,
saber de dónde venimos para tener claro quiénes somos y hacia dónde queremos
ir. Porque con una clase media desorientada, altamente defraudada y en peligro
de extinción, ese ideal de comportamiento obsoleto del buen burgués ya no tiene
razón de ser, y habrá que buscarse otros referentes que se adecúen mejor a la
nueva situación a la que irremediablemente nos vemos abocados. Y como se suele
decir: si es cierto que las chicas buenas van al cielo, las malas van a todas
partes…sobre todo cuando se trata de luchar contra la injusticia y el abuso de
poder.
Saldremos adelante,
seguro; de una u otra manera, pero saldremos. No sé si a nosotros ‘siempre nos
quedará París’, pero lo que debemos tener claro es que sólo contamos con
nosotros mismos para que las cosas cambien. En nuestra mano está.
Mientras tanto, sigamos
habitando en la ilusión en la que creemos vivir, qué importan unos días más o
menos; sigamos engrasando el sistema. A fin de cuentas, es navidad y las luces
iluminan la noche (este año, al menos, con tecnología led, que hay que estar
con los tiempos y ahorrar), y las notas de la música popular y empalagosa, esa
tan familiar y burguesa, flotan suspendidas en el aire de las calles y nos
recuerdan que hay que ser buenos y creer en la buena voluntad de la gente...incluido
el gobierno. Bienaventurados los pobres hasta de espíritu, porque de ellos será
la ayuda familiar.
Y para celebrarla nada
mejor que esta receta, un entrante con personalidad que vaticina una velada
estilosa y sofisticada: Habanos de
ajoarriero, los puritos de clase
media. Unos puritos del terruño, eso sí, con sabor a patata y bacalao, para
seguir manteniendo la ilusión con estilo y satisfechos. Tradición en el
contenido y modernidad en el empaquetado, que se unen para componer un plato
tan equilibrado y exquisito que convertirá en fumadores empedernidos a todos
los comensales.
Que lo disfrutes. Feliz
navidad y próspera ilusión.
NECESITARÁS
(para 4 personas)
- 8 hojas de pasta filo.
- 8 pimientos del piquillo.
- 1 patata pequeña.
- 500gr de bacalao desalado.
- 500gr de patata.
- 3 huevos.
- 250ml de aceite de oliva virgen extra.
- 3 dientes de ajo.
ELABORACIÓN
- Pelamos, lavamos y cortamos en trocitos las patatas y las ponemos a cocer en abundante agua a fuego lento durante 12’-15’. Cuando ya casi estén añadimos el bacalao y seguimos cociendo durante 2’-3’ más. Retiramos del fuego y dejamos y dejamos en su calor 4’ ó 5’ más.
- Colamos y vertemos el contenido en el vaso batidor. Vamos batiendo a potencia mínima mientras incorporamos poco a poco el aceite ‘a hilo’. Rectificamos de sal si fuera necesario, aunque con el bacalao será suficiente.
- Mientras coceremos los huevos. Una vez fríos picaremos muy fino las claras y las incorporaremos al vaso batidor y batiremos. Si tiene una consistencia muy espesa añádele un poquito de agua de la cocción.
- Aparte picar los ajos muy finos y majar en el mortero con las yemas de huevo y un hilito de aceite. Quedará como una crema. Incorporar a la mezcla y mezclar muy bien para que todo el conjunto adquiera un sabor homogéneo. Ya tenemos nuestro ajoarriero.
- Recortamos cada hoja en cuadrados de forma que el resultado sea del tamaño de un puro. Colocamos a 3 ó 4cm de un lado un cordón de ajoarriero y extendemos. Enrollamos teniendo cuidado de cerrar los extremos y con un pincel mojamos con agua el final para que el purito quede sellado. Freímos en abundante aceite y cuando estén doraditos pasamos por papel absorbente para retirar el exceso de aceite.
- Ralla la patata con un rallador y fríe las virutas en aceite muy caliente. Saca y reserva.
- Freímos en el mismo aceite un par de pimientos del padrón por comensal.
- Emplatado: Colocamos en el centro del plato un puñadito de virutas de patata, sobre las mismas los dos pimientos y para terminar disponemos con gracia nuestros habanos de ajoarriero. Adornamos con unas gotitas de salsa de vino, carne o que más te guste para darle color al plato.
NOTA
Si no te ves con ganas de
hacerlo o no tienes tiempo, utiliza ajoarriero ya elaborado, bien enlatado, los
hay muy buenos y de excelente calidad, o de puesto de mercado. En cualquier
caso, rellena tus habanos con lo que más te guste. El morteruelo es otra opción
muy acertada para unos puritos de marcada tradición.
MÚSICA
PARA ACOMPAÑAR
Para
la elaboración: Don’t Shoot Me Santa, The Killers
Para
la degustación: White Chrismas, Guns N' Roses
VINO
RECOMENDADO
Monasterio de las Viñas,
tinto Roble. DO Cariñena.
DÓNDE
COMER
Esta vez sí, y que sirva
de precedente, bien arropado de amigos y conocidos y amigos de estos, te suenen
o no, de desconocidos que dejarán de serlo y de todos aquellos que como tú
desean hacer un frente común para mantener su sitio en la mesa.
QUÉ
HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Cualquier actividad
ligera que evite los ejercicios de genuflexión será suficiente para mitigar los
efectos de tan exquisito bocado. Ya clavamos demasiado las rodillas ¿no te
parece?.