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Imagina que de todas las prendas que guardas
en el armario tuvieras que escoger sólo una. Que de toda la ropa de verano y de
invierno, de deporte o interior, de diario y de fiesta, en definitiva, de todo
el vestuario acumulado durante años, tan sólo pudieras llevarte una. Te
resultaría muy difícil ¿verdad? porque, a la postre, todas forman parte de ti,
y te gusten más o menos, te definen. Seguramente,
establecerías un criterio de utilidad para seleccionar con acierto, pero, por
encima de todo, deberías renunciar, renunciar a aquellas otras que junto a la
prenda que nos hemos visto obligados a escoger determinan y completan la
esencia de nuestro propio estilo.
Pasa lo mismo con la identidad. En
el viaje de la vida andamos acompañados de una maleta con todas las
pertenencias que nos definen como persona frente a los demás; una maleta que si
perdemos o llevamos incompleta nos convierte en disidentes de nosotros mismos,
en extranjeros en nuestra propia realidad. Guardamos en su interior las prendas
que nos identifican y hacen que seamos singulares por un lado, y afines a
quienes nos rodean, por otro. Nadie viaja desnudo ni sólo con lo puesto, y
todos sin excepción incluimos en el equipaje de la identidad las pertenencias
que determinan nuestro background y revelan al resto del mundo lo que somos y
sentimos. Tan sólo nos diferenciamos en el ‘estilo’, porque el contenido es
idéntico.
Ahí guardamos la religión que
profesamos o su ausencia; la lengua materna y la que hemos escogido para
comunicarnos con el resto del mundo porque nos resulta útil e incluso bella.
Guardamos la nación que nos vio nacer y la ciudad donde residimos y, del mismo
modo, la provincia a la que nos sentimos tan unidos y tal vez la región de la
que proceden nuestros padres o a la que emigraron nuestros abuelos. Tantas y
tantas cosas que nos relacionan con el mundo que cada uno de nosotros
completaríamos sus compartimentos hasta casi no poder cerrarla. Tantas, que
resulta imposible identificarse tan solo con una, pues es su conjunto el que
nos equilibra y ancla nuestra personalidad al lecho diverso del mundo.
El sentimiento de patria o nación
lo vivimos como una de nuestras pertenencias más significativas, a pesar de que
la percibimos de una manera sutil e inconsciente y alejada en nuestro día a día
cotidiano. En realidad, sólo toma cuerpo consciente en situaciones extremas en
las que nos vemos obligados a tomar partido o cuando se pulsa esa tecla
disonante que enmascara la manipulación interesada de otros; en cualquier caso,
implica siempre su prevalencia sobre las demás pertenencias, cuando no la
renuncia a otras muchas que la completan. Nadie se levanta por la mañana
sintiendo el peso de la patria, nadie; ni siquiera cuando está fuera de ella.
Nos levantamos, en todo caso, sintiendo esa seguridad instintiva de la
pertenencia a una familia determinada que nos quiere, a unos amigos con los que
compartimos y a los que nos parecemos, al colegio donde aprendimos, al equipo
con el que nos emocionamos, al barrio en el que nos reconocemos, a la ciudad
con la que nos identificamos, al paisaje donde nos ubicamos; y todas esas
cosas, todas esas realidades, son las que, en esencia, nos dicen quiénes somos
y a qué lugar pertenecemos. Son la ropa interior de nuestra identidad, las
pertenencias más modestas pero indiscutiblemente más reales y necesarias, las
verdaderas.
Para todo lo demás: para las
fronteras, para los discursos, para las banderas, para lo artificial, está la
política, esa gran puta que es parte de la solución y el origen del problema; ésa
que pretende hacernos ideológicamente simples y sectarios con nosotros mismos.
Para todos aquellos que se
sienten de todas partes y de ninguna, pero tienen muy claro adónde pertenecen,
esta receta: Tosta ‘Independence Day’,
la tosta más pasional, la más
demandada, la reina del expositor. La perfecta combinación de berenjena,
pimiento y anchoa que convierte la escalibada en la enseña de la mesa y en la bandera
del placer de los paladares trotamundos.
Que la disfrutes.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 4 rebanadas de pan de hogaza.
- 1 berenjena grande.
- 2 pimiento rojos.
- 1 pimiento amarillo.
- 1 lata de anchoas.
- 1 diente de ajo.
- Aceite de oliva virgen extra.
- Sal.
ELABORACIÓN
- Asamos en el horno a temperatura media lo berenjena y los pimientos durante 3/4h aproximadamente (envueltos en papel de aluminio el asado es más rápido). Sacamos, dejamos enfriar, pelamos los pimientos y eliminamos todas las semillas y sacamos la carne de la berenjena.
- Cortamos la carne de la berenjena muy finita con el cuchillo y mezclamos con un poco de sal aceite y el ajo rallado o picado muy fino. Mezclamos bien y reservamos.
- Cortamos los pimientos rojos a la medida de las rebanadas de pan y con los amarillos hacemos tiras de la misma longitud que éstas.
- Tostamos las rebanadas.
- Emplatado: sobre cada rebanada extendemos la berenjena a modo de paté, disponemos anchoas al gusto y tapamos con pimiento rojo, colocando sobre el mismo las tiras del amarillo a modo de bandera.
NOTA
Juega con las formas, con los
alimentos y plantea tu propia bandera.
En este caso la he acompañado con anchoa, pero queda perfecta, de igual modo,
con atún y huevo, con bacalao o con aquello que defina mejor el sabor de tu
casa.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Quelque Part, Caracol
Para la degustación: Runaway, The National
VINO RECOMENDADO
Juan de Juanes Cabernet Franc
T13. DO Valencia.
DÓNDE COMER
Rodeado de gente muy diversa, en
cualquier lugar cosmopolita, abierto y sin barreras; y si es la cocina de tu
casa, enhorabuena, mejor que mejor, dice mucho de ti.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Un pequeño viaje, o uno grande,
aún mejor; o salir de casa, tal vez con eso sea suficiente, mientras se haga con el espíritu abierto a la
diferencia y conciliador. Pese a lo que se pudiera pensar, el Canal Viajar, en
este caso, no es suficiente.