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A las 9 de la mañana ya está ahí.
Llega con paso lento, pero resuelto, a su edad la velocidad y la rapidez son
conceptos que se viven de forma diferente. Deja un vaso sobre el quicio de la
cristalera de la fachada de un banco, se quita con mucha calma la chaqueta, la
dobla cuidadosamente, y la coloca junto al cristal con un cuidado exquisito. Es
una chaqueta desgastada que siempre lleva encima, haga frío o calor. Es
fascinante la pulcritud con que la trata, la elegancia de sus movimientos,
siempre iguales, siempre precisos. Acto seguido se sienta, coloca el vaso entre
los pies, esboza una sonrisa, un “buenos días” a todo el que pasa y ahí continúa
hasta que acaba la jornada. Ninguna impostura que mueva a la compasión o la
pena; sencillamente él y las
circunstancias injustas que le han debido arrastrar a esa situación.
Hay mucha más dignidad en su
persona, en cualquiera de sus gestos y en su actitud que en muchos escaños del congreso. Resulta muy difícil evitar pensarlo, casi imposible. Ya no son los nombres, es
lo que representan. Ya no es lo que dicen, sino lo que callan y esconden.
Encender el televisor o asomarte
a un diario es una lotería con premio asegurado. Pasas de un “hoy voy a tener
suerte y no leeré nada rancio y casposo” a verte salpicado por el chapapote de
la corrupción en un visto y no visto. Una vez más, una de tantas. Tantas, que
al final ya da igual, porque el resumen se limita a diferentes caras para la
misma representación: el espectáculo indigno y bochornoso de la corrupción
política y empresarial. Unos, pidiendo con un vaso de cartón en la puerta de
una sucursal, y otros, dentro de la misma o de un despacho o desde un escaño,
llevándose a manos llenas y con descaro lo que le pertenece. Y ambos, producto
de la misma crisis, de la misma estafa, aunque el primero, en el papel de
víctima y el segundo, en el de verdugo. Como en las películas, siempre es el
mismo el que muere y ‘el chico’ el que se lleva al final la chica, aunque sea
un capullo.
Nada cambia, tan sólo los nombres,
porque todo sigue igual: el ciudadano la víctima, soportando sobre sus espaldas los desmanes de
esta gente a costa de su presente y de su futuro. Y ‘el chico’, la gente de
trajes caros, de palcos caros, de vuelos
caros, de vinos caros, de mariscadas caras, de amantes caras, de putas caras.
Gente de sonrisa permanente y falsa, gente sin empatía, gente con
discurso ágil y vacío, gente mentirosa y
sibilina capaz de hacerte sentir culpable.
Son ellos, sí, los de enfrente,
porque se sitúan ahí, enfrentados al ciudadano, afrentando al ciudadano,
insultando al ciudadano con sus miserias. Esa gentuza indigna y vergonzosa que
jamás tendrán ni alcanzarán a comprender la dignidad que muestra el hombre que
pide con el vaso a sus pies. Ha sido tan excesiva la corrupción, que hasta
ellos se sorprenden del punto al que han llegado y se deshacen en disculpas y
en pedir perdón, en una carrera para ver quién llega primero, porque les va en
ello la permanencia en el poder. Pero todo son excusas: si no hubiera noticia,
seguirían instalados en el cinismo y revelarían la misma hipocresía que han
mostrado hasta ahora. Sencillamente, se han visto expuestos públicamente y se
han aireado ‘los negocios de la Cosa Nostra’.
Y ahora a pedir perdón: los delincuentes
judicialmente constatados, fingiendo un falso arrepentimiento, porque de no haber
sido ‘pillados’ seguirían en sus timbas y sus clubs de alterne cerrando negocios
a expensas de la ‘Res Publica’; y los que muestran estupefacción y
desconocimiento, pero callaban, disculpándose con la boca pequeña, como el
padre que maleduca a sus hijos y que al mismo tiempo que se avergüenza, los protege.
Porque, no nos engañemos, cuando ya no los apoya, no es más que por dos
motivos: porque han agotado todos los recursos legales que el dinero puede
comprar y por protegerse a sí mismos o al futuro de su organización política o
empresarial. Y aún se sorprenden de la desafección generalizada del ciudadano o
el ascenso como la espuma de nuevas formaciones políticas, cuando no hace falta
mover ni un dedo, tan sólo dejarles hacer.
No, pedir perdón ya no es suficiente,
hay que depurar responsabilidades e irse; y si no es voluntariamente, depurar
responsabilidades y expulsarles no votándoles. Porque a estas alturas, después
de llegar tan lejos, ni las disculpas más sinceras dignifican ya ni a quien las
da.
Por cierto, el hombre que con
tanta dignidad cuida su vieja chaqueta mientras espera que alguien le ayude con
unas monedas, se llama Buenaventura (qué ironía). Es viudo, sin hijos, y tiene
64 años, aunque aparenta unos cuantos más. Fue despedido hace unos años de la
empresa donde llevaba trabajando media vida y la mala suerte y esta crisis le
han llevado donde está. No fuma (ni cigarrillos ni puros buenos) y no bebe (aunque
advierte que le gusta el vino tinto). Confiesa no participar en timbas de póker ni asistir a cacerías o a mariscadas por la patilla. Reconoce, por otra parte,
que no tiene amantes y que no frecuenta clubs de alterne, tan sólo tiene la
costumbre de comer para sobrevivir…Para todo lo demás, MasterBlack.
Y como en lo más sencillo y
humilde siempre se muestra la dignidad en todo su esplendor, unas Patatas a lo Pobre son nuestro plato de
hoy. La trufa de los tubérculos mostrándose sin pretextos y con franqueza, en
este caso acompañada de tres auténticas estrellas Michelin: ajo, pimiento y
huevo. 4 ingredientes que no necesitan presentación cuya combinación dignifica
hasta tal punto un plato modesto, que quedarás rendido a sus pies. Jamás receta
tan módica alcanzó cotas tan altas de sabor.
Que las disfrutes.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 500gr de patatas.
- 1 lata de pimientos del piquillo o 1 pimiento rojo asado.
- 6 dientes de ajo.
- Sal.
- Aceite de oliva virgen extra para freír.
- 1 cucharada de azúcar.
- 1 cucharada de vinagre de manzana.
- 2 huevos duros.
- Pelar, lavar y cortar en juliana las patatas. En una sartén con abundante aceite las sofreímos a fuego lento, removiendo de tanto en tanto evitando romperlas, durante 10 aproximadamente.
- Pelar y cortar los ajos en láminas finas. Incorporarlos a las patatas junto a la cucharada de vinagre y rectificar de sal. Pochar todo junto durante 5’- 6’ aproximadamente o hasta que veas que las patatas están doradas y jugosas. Reservar.
- Mientras tanto, cuece los dos huevos en un cazo con agua hirviendo. Deja enfriar, pela y reserva.
- Corta los pimientos asados en tiras y en una sartén con una cucharada de aceite sofríelos durante 2’. Incorpora la cucharada de azúcar y unas gotas de vinagre de manzana para evitar que se peguen y remover. Cuando se pierda el líquido de la cocción y queden secos y brillantes, ya están.
- Emplatado: Utilizando un molde de cocina cuadrado o redondo, colocar una capa de patatas otra finita de pimientos y otra de patata. Rallar por encima medio huevo duro, aderezar con un chorrito de aceite de oliva virgen extra y unas cuantas escamas de sal, desmoldar y presentar.
NOTA
Las patatas a lo pobre, en
cualquiera de sus versiones, son el acompañamiento perfecto para cualquier otro
alimento. Con huevos fritos están exquisitas, así como con embutidos asados y
carnes de todo tipo.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Vieja rata mentirosa, El Canijo de Jerez
Para la degustación: Mentira, Manu Chao
VINO RECOMENDADO
Alcanta T13, DO Valencia
DÓNDE COMER
Son patatas de fiesta o de diario,
según las presentes con gracia o dejadas caer en el plato de cualquier modo.
Sea como sea, vívelas como el homenaje que suponen a la modesta patata, a ti y
a quienes te acompañan; así que, viste la mesa para la ocasión, usa la vajilla
buena, escancia en copas balón y entrégate a su disfrute y a la buena
conversación, los halagos los tienes garantizados.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
¿Aún sigues ahí sentado y de
charrera? Levántate y ve al baño al menos o ayuda a quitar la mesa; saca al
perro un rato, anda. A veces, es que…de verdad, te lo tienen que decir todo…