“Ojalá llegues a ser la persona
que eres” me decía mi abuela parafraseando a Pindaro. Ella veía en aquel niño
las buenas cualidades que a esa edad tenemos y anhelaba que las mantuviera
intactas el resto de mis días, sabiendo que, con los años, sería muy fácil que
algunas de ellas, cuando no todas, quedarían prendidas de las ramas que en el
camino de la vida irían apareciendo, sembrando el recorrido con los jirones de la
sensibilidad perdida y transformando aquel niño bueno en un individuo
desconfiado e interesado. Mucho me temo, después de haber sido sacudidos por la
vida, que en ese tránsito de pérdida de la inocencia todos perdemos cualidades
que impiden definitivamente que saquemos lo mejor de nosotros mismos y nos
incapacita para construir una persona y una sociedad mejores. Algunos más que
otros, desde luego, pero todos, en definitiva, en mayor o menor medida.
A veces me pregunto si quienes
nos gobiernan y manejan nuestro dinero alguna vez han sido niños buenos que se
fueron maleando con el tiempo o por el contrario ya venían de serie con el gen
de la vanidad y la soberbia. Pienso, que un poco de las dos cosas debe haber. La
bondad como cualidad política es un activo que se ha despreciado siempre, y lo
peor de todo es que estamos tan acostumbrados a su ausencia que aceptamos que
debe ser así, escandalizamos sólo cuando afloran como setas los casos de
corrupción. La bondad, como la honestidad, el rigor y el sacrificio, pues son
también cualidades políticas inexistentes por desdeñadas, a pesar de ser reconocido
el valor terapéutico de su influencia en el colectivo social. Se espera de las
personas que sean ciudadanos buenos y leales dentro de una sociedad que se
muestra despiadada y cruel, y esa perversión
genera contradicciones por la ausencia de referentes honestos que tiene desubicado y perdido al personal.
Consentimos y aceptamos, sin
percatarnos de ello, la perversidad frente a la bondad, la impostura frente a la
naturalidad, el hedonismo frente al sacrificio, la crueldad frente a la caridad,
la inmoralidad frente a la honradez…aun sabiendo que esta ausencia de valores
nos pervierte como personas y como sociedad. Porque, ésta, al final, no es más
que la suma de sus componentes, el reflejo de sus intereses, y si el material
con que están hechos sus sentimientos y cuanto piensa no son de calidad,
reacciona con la grosería y la sordidez a la que la infinitud de casos de
corrupción ya nos tiene acostumbrados en todos los ámbitos de la vida.
Afortunadamente todo es
recuperable, todo es ‘entrenable’, desde el movimiento hasta el pensamiento,
pasando por las emociones. Porque de no ser así, de sucumbir al influjo de la falta
de valores que se manifiesta desde el poder, acabaremos ‘sonados’. Incorporar o
rencontrarnos con aquellas buenas cualidades que fuimos dejando por el camino
para reconstruirnos como mejores personas y como sociedad frente a la
deshumanización impuesta, es la sana e higiénica tarea a la que debemos
entregarnos para mantenernos vivos y no vernos arrastrados por el tsunami
grosero y feo que nos ofertan como realidad.
En el mundo del deporte lo saben
bien: es muy importante interiorizar y mecanizar perfectamente los gestos
técnicos para rentabilizar posteriormente el esfuerzo y que éste sea eficaz,
porque igual que se interioriza la perfección (y a su vez la eficacia) sucede
otro tanto con la imperfección, una vez que el cuerpo ha elaborado un ‘programa motor’, a partir del cual, automatizado el gesto, éste se reproduce bien o mal
dependiendo de cómo se ha desarrollado su aprendizaje.
Podemos y debemos elaborar
nuestro propio y mejorado ‘programa motor’ personal, ofrecer una versión de
nosotros mismos mucho más sana y eficaz que dé opciones a una sociedad de
futuro donde la bondad, la solidaridad, la honradez y el respeto, como el
sentido crítico, la autocrítica y la responsabilidad sean activos personales y por
extensión políticos.
Y esto no es utopía, es
supervivencia. Lo que en su día fueron las cualidades con las que nos
‘desayunábamos’ en la vida, pueden convertirse en el ‘postre’, la guinda más
dulce que mejore nuestros actos y por extensión la sociedad en su conjunto.
Tal vez las cualidades de aquel
niño que fuimos, aquella visión del mundo y las promesas que nos hicimos para
cuando nos hiciéramos mayores, fueran muy optimistas, pero ¿sabes? llegados hasta
aquí y viendo lo que hay, vale la pena emprender el bonito y apasionante viaje
de intentar recuperarlas, aunque sólo sea para no decepcionarlo.
Para todos los niños grandes y
pequeños que saben que en la sencillez y la simplicidad se encuentra la
realidad y que un mundo mejor es posible, esta receta. Un postre otoñal, en el
fondo y en las formas; dulce, aparente y mostrando sin reservas lo que es: Amanitas Dulzóides, las setas de la ilusión, los níscalos de
sobremesa; la receta creada por un grande de tan sólo 17 años con un futuro
prometedor: Víctor Aliaga Martínez. Un postre donde las setas simbolizan el
otoño y los casos de corrupción (esos que surgen casi de manera espontánea día
tras día, como éstas en temporada), que sorprenderá a todos por su sabor y la
espectacularidad de su puesta en escena.
Que lo disfrutes.
NECESITARÁS (para 4 personas)
Para la ‘tierra’:
- 100gr de galletas integrales.
- 25gr de mantequilla.
- 1 cucharada de azúcar.
- 1 cucharada de cacao en polvo.
- 3 níscalos pequeños.
- 200gr de queso de untar.
- 50gr de setas de cardo.
- 1 cucharada de azúcar.
- 3 huevos.
- 1 cucharada de harina.
- 1 vaso de vino de azúcar.
- 6 cucharadas de pistachos pelados y bien picados.
- 4 barquillos.
- 150gr de Chocolate blanco.
- Colorante rojo.
ELABORACIÓN
- Para la ‘tierra’: derretir la mitad de la mantequilla en un cazo, incorporar los níscalos cortados muy finitos y dejar que se tuesten a fuego lento, añadir una cucharada de azúcar y apagar el fuego. Dejar enfriar. Por otro lado, machacar las galletas en el mortero, añadimos el cacao y el resto de la mantequilla derretida, mezclamos bien y extendemos en una bandeja que introduciremos en el horno precalentado, 5´ a 150º. Ha de quedar crujiente. Una vez frío, rompemos y picamos en el mortero para obtener la tierra.
- Para el ‘musgo’: introducir todos los ingredientes en el vaso batidor y batir muy bien para obtener una masa homogénea. Introducir en un sifón, cargar y agitar bien. Llenar con la espuma hasta la mitad unos vasos aptos para microondas, cocer 1’ a potencia máxima. Sacar y dejar enfriar. Desmoldar y romper en trocitos.
- Crema de queso con mermelada de setas de cardo para el relleno de los barquillos: derretir la mantequilla en un cazo, añadir las setas de cardo cortadas muy finitas y el azúcar dejando caramelizar. Una vez fría, verter en el vaso batidor junto al queso de untar y batir.
- Para el sombrero de las amanitas dulzóides: derretir el chocolate y mezclar con el colorante, reservando un poquito en blanco. Verter sobre papel de horno 1 ó 2 cucharadas de chocolate (según lo grandes que queramos el sombrero) y sobre el mismo, en caliente, dejamos caer gotitas de chocolate blanco para emular las manchas del hongo. Dejar enfriar.
- Emplatado: Esparcimos la ‘tierra’ por la base del plato. Le cortamos al barquillo 1/3 con un corte ligeramente oblicuo para crear dos amanitas y darle realismo, rellenamos con la crema y colocamos sobre la tierra con la parte más ancha hacia abajo, ponemos el sombrero encima (se sujeta con la misma crema) y esparcimos el musgo alrededor.
NOTA
Juega con los tipos de chocolate
para darle a tus setas el aspecto que desees. Si no tienes sifón montador, bate
con delicadeza levantando la batidora de tanto en tanto para hacer la mezcla
más aérea, el efecto es similar.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Tóxic, Yael Näim
Para la degustación: Thirteen Thirtyfive, Dillon
VINO RECOMENDADO
Sol del Mediterráneo,
mistela-moscatel. DO Valencia.
DÓNDE COMER
Un plato tan aparente bien merece
que le hagas los honores para no desmerecer: en mesa de fiesta, con lo mejor de
la vitrina y rodeado de multitud de amigos que te abrumen con los elogios.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
No seas ‘palanca’ y muévete: sal
a correr y si tienes la suerte de vivir cerca del bosque, estando en la época
que estamos, coge la cesta, la navajilla y súrtete de nuevo de tus setas
favoritas, que de éstas ya has dado buena cuenta.