domingo, 8 de noviembre de 2015

Bombas de patata 'Anti-machos' o por qué era necesaria la marcha del 7N


 
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El mismo día en que el centro de Madrid se colapsaba  por una manifestación en contra de la violencia machista, TVE abría el telediario con un Rajoy en ‘modo campaña’. No debió parecer una noticia suficientemente relevante. O tal vez se consideró que las andanzas electoralistas de Mariano eran de mayor calado mediático para el interés general que el objetivo de la Marcha: Llamar la atención sobre un problema que hunde sus raíces en lo más profundo de la sociedad, demandar la implicación de todas las instituciones y exigir que la lucha contra la violencia machista se convierta en una cuestión de Estado, una lacra considerada como la principal causa de muerte  de la mujer en el mundo. No es más que un ejemplo de manipulación informativa, pero refleja a las claras el escaso interés que suscita para el gobierno un problema de esta magnitud.

Que en pleno siglo XXI, en un país occidental desarrollado económica y socialmente, se haya convocado una marcha reivindicativa contra las diferentes formas de violencia machista, debería ser un anacronismo; sin embargo, (y visto lo visto) no sólo ha estado plenamente justificada, sino que ha sido necesaria para dirigir la mirada sobre una realidad con la que se convive y que se muestra en todos los ámbitos de la sociedad, a veces de forma tan sutil que apenas nos percatamos.

Porque son las mujeres asesinadas, sí; es la violencia sexual o el maltrato físico y psicológico; es la recuperación económica y social de las víctimas: las mujeres y sus hijos; es que los maltratadores puedan seguir teniendo la patria potestad sobre sus hijos y ocupar el mismo espacio vital que sus víctimas, a pesar de todo... Pero no sólo es eso (de ahí el nombre de la manifestación: ‘Marcha contra las Violencias Machistas’). Porque la violencia machista se ejerce de muchas maneras y esconde su rostro detrás de multitud de máscaras. Es violencia machista cobrar menos por realizar las mismas funciones o tener que demostrar la valía para promocionar en el trabajo por encima de tus posibilidades; es aguantar un lenguaje sexista intolerable o tener que demostrar que eres la víctima de un acoso y no la provocadora; es soportar la condescendencia o el ninguneo, cuando no el desprecio. Es el problema de una sociedad que ha basado las vínculos de sus hombres y mujeres en una relación de desigualdad, y aún hoy para muchas de dependencia. Un ADN siniestro que en cierta medida convierte a todos en víctimas de unas relaciones perversas basadas en ese desequilibrio, donde las mujeres se llevan, por supuesto, la peor parte. Una sociedad que  ha alentado la desigualdad y limitado la autonomía económica y social de quien la padece. Una sociedad que garantiza la igualdad de derechos ciudadanos ante la ley, que avala la protección jurídica, pero donde la fuerza de la costumbre, más allá de las demostraciones de brutalidad extrema, al mismo tiempo, permite otras formas  de violencia explícitas o sutiles, e insta a asumir lo inasumible y a aceptarlo de manera inconsciente.  

Nadie nace machista; se hace. Es una cuestión de educación; de educación y de empatía, de compañerismo, de amor al otro, hombres y mujeres. Legislar e involucrar a todas las instituciones del estado es necesario, pero educar en valores en la casa y en la escuela es prioritario. Así que empecemos por ahí: más casa, más ciudadanía, más ética, y menos religión. Porque es en nosotros y en  nuestra capacidad para ponernos en el lugar del otro donde está la solución; y eso, se aprende.

Ojalá pudiéramos gritar “El macho ha muerto. Viva el hombre”…el hombre y la mujer iguales, claro; aunque a la vista de cómo está el patio aún es imposible hacerlo. Mientras tanto,  podemos ir haciendo algunas cosas entre todos, empezando por salir a la calle y manifestarlo.

Y que esta receta nos lo recuerde y sirva de homenaje a todos aquellos, hombres y mujeres, que creen en la igualdad y basan sus relaciones en el respeto mutuo: Bomba de patata ‘Anti-machos’. Un plato que combina como ninguno dos posibilidades igual de placenteras: la de arma arrojadiza contra todos aquellos que siguen instalados en la caverna, o bocado perfecto con billete directo al centro del sabor. Una receta que combina como ninguna el mar y la tierra a través de la textura térrea de la patata y la sutileza de la carne blanca y tersa de la sepia. Un plato sorprendente y sencillo que no dejará indiferente a nadie.

Que lo disfrutes.

NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 600 g de patatas.
  • Agua para cocerlas.
  • 300 g de sepia limpia y sin las patas.
  • 125 ml de aceite de oliva virgen extra.
  • 1 huevo y la clara de otro.
  • 1 cucharada de mostaza a la antigua.
  • 2 dientes de ajo.
  • Sal y pimienta.
  • Cebollino y alguna florecilla para decorar (si quieres darte un toque de distinción y el pisto toda la noche).
  • 4 cucharaditas de sucedáneo de caviar (o del auténtico, si te atreves, aunque no le hace falta).


ELABORACIÓN

  1. Pela las patatas y cuécelas enteras en abundante agua con sal durante 35’-40’ según tamaño. Una vez hechas, retíralas de la cazuela, cháfalas con un tenedor, salpimienta al gusto y añádele un leve hilillo de aceite. Remueve bien. Debe quedar un puré espeso y consistente para poder hacer bien las bolas posteriormente. Reserva.
  2. Corta la sepia en trozos pequeños. Salpimienta. Pela un ajo, quítale la raíz y córtalo finito. Pica la ramita de perejil. Junta todo y añade un poco de aceite de oliva virgen. Mézclalo bien todo y deja reposar en la nevera durante 1h aproximadamente. Pasado este tiempo  viértelo en una sartén caliente y sofríe en su propio aceite del adobo durante 2’ más o menos. Si te pasas quedará dura. Reserva.
  3. Pela, elimina la raíz y pica fino el otro ajo. Ponlo en el vaso batidor junto al huevo, una pizca de sal y el resto del aceite (100 ml aproximadamente). Coloca la batidora con la zona de las cuchillas pegada al fondo y sin levantarla bate a potencia media-alta. Una vez veas que ha cuajado puedes ir levantando las cuchillas. En unos segundos ya tienes tu ‘ajonesa’. Añádele la cucharada de mostaza a la antigua y remueve bien todo.
  4. Monta la clara que tenemos a punto de nieve, bien con la batidora o a mano. Añádela a la ‘ajonesa’ y remueve con cuidado para que le dé un aspecto más liviano y aéreo a la salsa. Ya tenemos una muselina de ‘ajonesa’ y mostaza.
  5. Extiende sobre la palma de la mano puré de patata, coloca en el centro un par de cucharadas de sepia a la plancha y con gracia forma volasen las que quede ésta en el medio; ve añadiendo más puré si es necesario.
  6. Emplatado: en el centro de un plato hondo coloca una bomba, cúbrela con la muselina y corona con una cucharadita de sucedáneo de caviar. Decora con un poco de cebollino picado o perejil y si quieres estirarte con alguna florecilla comestible.

Umm, ¿has visto algo más sencillo y apetitoso? Con tanto color como sabor, además de económico y muy, muy estiloso. Que lo disfrutes. 

NOTA

Rellénalas con lo que más te guste, pero con sepia se convierten en un bocado muy original y especialmente sabroso. Si lo prefieres puedes utilizar un puré de sobre; sin embargo, el punto que se consigue cociendo las patatas es mucho mejor. Para montar las claras, es conveniente que esté a temperatura ambiente. Si le añades un poquito de sal y unas gotas de limón el resultado será perfecto.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: La Otra, La Otra
Para la degustación: Malo, Bebe.

VINO RECOMENDADO

Mo Salinas, tinto. DO Alicante.

DÓNDE COMER

En mesa redonda y bien dispuesta, como las propias bombas que la presiden, y rodeado de amigos que te hagan reír y sentir a gusto ¿acaso hay algo mejor y más divertido? Y si no es así, siempre podrás darle una utilidad más belicosa a tan aguerrido plato ¿no crees?

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

¿Y si después os vais todos de manifestación? La ocasión bien lo merece ¿no te parece?