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Es un hecho: en política la
belleza es un valor en alza. Los guapos han asaltado el poder. Han extendido su
influjo más allá de la barra del bar, de la discoteca o la cola del supermercado,
anexionando otro territorio donde ejercer su reinado. Armados de juventud y un
atractivo indiscutible, con el cuello de la camisa abierta y sin corbata,
pantalones de talle bajo y mochila al hombro, han dejado claro que ni la
barriga ni la calvicie son ya un valor añadido a la credibilidad. Los años del señor
serio, poco agraciado y estilo descuidado han llegado a su fin.
Ha sido la reacción de los
partidos a la embestida brutal que supuso el ascenso de Podemos en las
elecciones europeas de mayo pasado; la respuesta ante una actitud diferente y
un estilo más próximo al ciudadano que a la casposa imagen que secularmente se
ha proyectado desde la esfera del poder. En definitiva, el erotismo como ‘arma
de persuasión masiva’ al servicio de la política; el atractivo físico como
ventaja frente a los demás. O lo que es lo mismo: utilizar el ‘capital erótico’
como factor determinante en la consecución del éxito.
El tablón de anuncios de todas
las sedes de partido han mostrado carteles similares en el último año: “Se
busca chico guapo, menor de 40 años, vitalista, de marcado atractivo sexual,
que vista bien, tenga don de gentes y mucho encanto. Son, además, requisitos
imprescindibles la elocuencia, la inteligencia y la credibilidad, así como el
dominio perfecto del inglés, valorándose positivamente el conocimiento de otras
lenguas. No es necesario pedigrí. Razón: próximo congreso del partido”. De
estos casting han salido las nuevas caras que tienen como difícil misión
renovar la imagen deteriorada de unos partidos muy mal tratados por el paso del
tiempo, en cuyas arrugas y deformidades pueden leerse los excesos cometidos a
lo largo de los años. Pedro Sánchez, Alberto Garzón o Borja Semper son los nominados más destacados para reflotarlos, encarnar el papel de nuevas estrellas mediáticas de la política española, y hacer frente a los rostros inmaculados de las formaciones emergentes como Podemos y Ciudadanos. Se
han mirado en el estilo desenfadado impuesto por los primeros y tienen como referentes otras
estrellas internacionales ya consagradas que levantan pasiones allá por donde
pisan. Yanis Varufakis, ministro de economía griego, es uno de ellos, quien, como
un renovado Ulises griego, en su travesía europea ha sido capaz de poner una pica en Flandes (nunca mejor dicho) y consagrarse como uno de los políticos
más deseados y con mayor número de groupies, no solo por sus conocimientos en materia
económica, sino por su atractivo sexual y por su estilo.
Todo chicos, sí ¿Acaso el capital
erótico en política es sólo ‘cosa de hombres’, como el coñac en los anuncios
preconstitucionales? No, pero en una cultura donde aún prevalecen los valores
machistas, desprenderse de los prejuicios es una tarea ardua y sobre todo
lenta. Asociar a la mujer con el poder está superado y si es guapa, mejor;
ligarla además con el encanto y el atractivo sexual puede ser más que un valor
añadido un freno para votantes anticuados que vean en ese capital un mérito a
expensas de su inteligencia. Y parece ser que de este tipo de votante hay y
muchos.
Así pues, la arena política se
nos ha llenado de cachas seductores dispuestos a hacernos soñar. Y es que el
capital erótico puede que sea un valor difícilmente mesurable y a veces
inconsciente, pero su influencia es evidente y cada vez es tenido más en
cuenta. La palabra es el vehículo de nuestras ideas, sí, pero nuestra imagen y
lo que mostramos a través de la cara, los gestos y el movimiento es una parte
importantísima del mensaje que queremos transmitir. Continente y contenido
juntos y de la mano. Buen discurso e imagen atractiva y deseable. El maridaje
perfecto.
Algo así como le ocurre a esta
receta, tan atractiva, tan pagada consigo misma, tan segura de sí que se ofrece
cruda, apenas maquillada, porque está orgullosa de ser como es y quien es: Carpaccio de ‘Atúnsiasmado’, el bocado natural sin impostura. Un lomo
de atún crudo y en directo, con todo su sabor y sin amagos. Porque se siente
guapo, porque lo es y lo sabe y así se ofrece a pecho descubierto y apenas
adobado. La carne roja de un atún servido al plato orgulloso de ser quien es
para que la disfrutes de principio a fin sin sentirte defraudado.
Que la disfrutes.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 400 g de lomo de atún.
- 4 cucharadas de aceite de oliva virgen extra.
- 2 cucharadas de salsa de soja.
- El zumo de ½ lima y un poco de su ralladura.
- Sal y pimienta.
- Unas gotas de salsa Perrins.
- 4 rabanitos.
- Semillas de sésamo.
- Escamas de sal.
ELABORACIÓN
- Quítale la piel al lomo y límpialo bien. Enróllalo en papel film y mételo en el congelador.
- Prepara un adobo con el aceite con la salsa de soja, el zumo de la lima las gotitas de perrins y la sal y la pimienta (al gusto).
- Cuando el lomo esté congelado sácalo y córtalo muy fino con la máquina de cortar fiambres. Si no tienes deja que se descongele un poquito y hazlo con un buen cuchillo muy afilado.
- Pela los rabanitos, rállalos, salpimienta y añádeles unas gotitas de aceite.
- Emplatado: dispón el Carpaccio en el plato, ralla un poquito de cáscara de lima por encima, añade unas escamas de sal y cúbrelo con el adobo. Decora con semillas de sésamo y el rábano rallado.
Sencillísimo, cromático y
espectacular. A triunfar.
NOTA
Está listo para consumir en
cuanto se descongele el atún, pero si lo dejas en el adobo durante1h el
resultado es formidable. Si te atreves, tienes buena mano y mejor cuchillería,
puedes cortar el lomo sin congelar; las láminas serán algo más gruesas, pero
el sabor es inmejorable.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: I’m a man, Black Strobe
Para la degustación: Army of me, Björk
VINO RECOMENDADO
Señorío de Sarria, rosado
garnacha 13. DO Navarra.
DÓNDE COMER
Es un plato cuya sola presencia ya enamora;
aprovecha pues esa ventaja y disfrútalo en un encuentro en pareja, con la mesa
perfectamente dispuesta y luz la justa, que no oculte el Carpaccio a sus ojos e
insinúe perfectamente tus intenciones.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
Pero ¿2+2 no son 4?...