“Todas las familias felices se
parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para
sentirse desgraciada”
‘Ana
Karenina’
Leon
Tolstói
Todas las guerras se parecen.
Impasibles frente al televisor, como mirando con un ojo a través de un agujero
por el que se contempla cuanto pasa sin implicar tan siquiera la mirada entera,
todas las guerras se parecen. Las
guerras en oriente siempre son de una polvorienta y tórrida luz clara, que
transmite sequedad en la piel y esparto en la boca. Da igual dónde transcurran:
Irak, Irán, Afganistán, Siria, el Líbano…Palestina; ese calor traspasa y los
soldados, cuando lo son, siempre van uniformados de caqui y envueltos en polvo,
y los que no lo son, civiles militarizados o no, o simplemente víctimas,
siempre muestran desgarro en la mirada y la miseria impregnando desde la piel
hasta el mismo corazón del alma. Todas las guerras se parecen, sí, pero cada
víctima percibe la desgracia que le acontece de manera individual y muy
especial. Como cada país. Como Palestina.
Mientras escribo estas líneas, Israel
ya ha asesinado en Palestina a más de 200 personas y termina de matar a 4 niños que jugaban al fútbol en la playa. Los israelíes han bombardeado desde un barco
el lugar donde se encontraban. Los niños han corrido y esquivado el primer
disparo, pero el segundo ya no. Un día de playa bajo la sombra abrasadora de la
guerra. Debían ser objetivos terroristas. Un sanguinario David contra 4
diminutos Goliat. Fin del partido. El equipo ha sido derrotado.
Palestina lo conforman dos
territorios (además de Jerusalén Este): la franja de Gaza, una región de 365km2
(100km2 más pequeña que Andorra) y Cisjordania, con 5655km2 (1000km2 menos que
la provincia de Castellón); dos espacios mínimos que encierran entre fronteras
levantadas con muros infames, a casi 4’5 millones de personas. Hay más
palestinos, pero el resto, 5’6 millones, son refugiados dispersos por el mundo,
sobre todo en los países árabes vecinos. Palestina es la tierra de sus
antepasados (no solo los judíos tienen historia), pero se vieron forzados a
huir de ella por la presión salvaje e inclemente de los israelíes. Para los que
se han quedado, el día a día es una humillación constante que transcurre en
condiciones de indignidad impuesta. Todos cuanto allí viven son terroristas
potenciales a ojos de un Israel invasor. No tienen derecho a llamarse país, tan
sólo cuentan con un incipiente y precario estado que gestiona parte de los
Territorios Palestinos Ocupados, que la ONU reconoce como tal, al estar bajo un
régimen de ocupación militar, a los que Israel denomina Territorios Disputados,
desde que los ocupara por la fuerza e ilegalmente, tras la Guerra de los 6 días,
en 1967. La perversión lingüística y moral por su parte es tal que llega a ser
vomitivo. Es increíble que una región con resonancias bíblicas tan profundas,
donde la “misericordia”, la “indulgencia” y el “hermanamiento” deberían ser la
base de las relaciones entre los pueblos, sea todo lo contrario, sobre todo
cuando se actúa en nombre de dios.
Yahvé aseguró a Abraham una
Tierra Prometida, la Tierra de Israel; de eso hace más de 35 siglos. Y definitivamente,
en 1948, los israelíes se establecen como nación ahí, donde consideraban su
patria, en la región de Palestina, apartando a cuantos allí había y
limitándolos a un espacio impuesto, reductos de su propio suelo, con el
beneplácito de las grandes potencias y los decadentes imperios coloniales. Poco
importaba que allí vivieran antes, que aquella fuera su tierra. Yahvé se la
había prometido a Israel. Yahvé y los otros dioses más mundanos, que organizaron
el territorio, como tantas otras veces, sin tener en cuenta las peculiaridades
y la historia de los pueblos.
Una mítica promesa de hace miles
de años y una guerra de 6 días han sido suficientes para justificar el
sufrimiento de todo un pueblo y legitimar al invasor con el vergonzoso silencio
de occidente o la tibieza de su repulsa en el mejor de los casos. Matanzas y
humillaciones, para quedarse lo que no es suyo; muros de vergüenza para
asfixiar al débil…por derecho divino; porque Yahvé nos ama.
Poco respeto suscita un estado
que tiene como único mérito que legitime sus actos una promesa de Dios. Netanyahu
conduce a su pueblo como Moisés siglos atrás lo hizo por el desierto. Hacia la
Tierra Prometida. Sea de quien sea. Pese a quien pese. Exhibe las Tablas de la Ley,
su ley, y deja caer todo su poder sobre las cabezas de quienes osan desafiarle
y reclaman a gritos su sitio. Abre sus carnes como aquel separaba las aguas;
levanta muros asfixiantes que impiden ver el horizonte; bombardea sus casas indiscriminadamente…
y zanja partidos infantiles a cañonazos. Yahvé es Grande. E Israel aún más.
Esta receta es para vosotros, palestinos
de dentro y de fuera; para vosotros y para todos aquellos que con vosotros
contemplan y comprenden el sufrimiento y la injusticia a la que os veis
abocados: Canapé Palestina. Ojalá que
el hummus sobre el que descasa fuera
vuestra amada tierra. La vuestra. Ojalá los muros que os encierran, como los de
este tentempié, se pudieran comer. Ojalá que la sangre que se os derrama fuera
el pimiento que contiene, y como el jamón que le acompaña, la combinación
perfecta para que el futuro os deje un maravilloso sabor de boca.
Suerte. Todos somos Gaza.
NECESITARÁS (para 4 personas)
- 16
sardinas limpias, abiertas y sin espina.
- 8
pimientos del piquillo de lata.
- 16 lonchitas de jamón de pato u 8 de cecina.
- 8
cucharadas de hummus de berenjena.
- Sal y
pimienta.
- Una
cucharada de harina.
- Aceite
de oliva virgen extra para freír.
ELABORACIÓN
- Salpimienta
las sardinas y tamiza sobre ellas con un colador un poco de harina.
Fríelas en aceite caliente, pásalas por papel absorbente para quitarles el
aceite sobrante y reserva.
- Pasa
por la sartén aún caliente las lonchas de jamón lo justo para que la grasa
se transparente.
- Emplatado: coloca en el plato una
cucharadita de hummus de berenjena y sobre el mismo y en este orden una
sardina, una loncha de jamón, un pimiento del piquillo y otra sardina. Culmina
con otra cucharadita de hummus. Sirve 2 por comensal.
Umm, un bocado de contrastes que
te sorprenderá.
NOTA
- El hummus es opcional. La combinación sardina, jamón y pimiento funciona a las mil maravillas por sí misma.
- Si los preceptos religiosos no lo impiden, el jamón serrano es una socorrida y estupenda opción en este canapé.
- Puedes
utilizar también boquerones (escógelos grandecitos) o caballa; en este
caso, límpiala muy bien de espinas y extrae dos lomos. Con una por persona es suficiente.
MÚSICA PARA ACOMPAÑAR
Para la elaboración: Teardrop, Massive Attack
Para la degustación: Throw me a line, Iameve
VINO RECOMENDADO
Enterizo joven. Tinto13. DO
Utiel-Requena.
DÓNDE COMER
Junto a ti, allí donde más seguro
te encuentres, más allá de las balas asesinas, donde los chiquillos puedan reír
y gritar sin freno y jugar tranquilos sobre la arena sin tener que pensar en
nada más.
QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS
¿Te parece poco ejercicio acabar
el partido entre colegas?