sábado, 12 de marzo de 2016

Cosas que expulsar de Europa antes que a los refugiados


Dice José María Aznar, con esa afectación de seductor a la que nos tiene acostumbrados desde que perdiera el bigote a saber en qué guerra, que hay razones para estar extraordinariamente preocupados por la situación política en España. Y en esta ocasión, aunque por diferentes razones, lleva razón.

Algo extraordinariamente preocupante está pasando en la política, es cierto. Algo extraordinariamente preocupante, vergonzoso y podrido cuando es capaz de llegar a acuerdos como el suscrito porla UE con Turquía, en virtud del cual la expulsión masiva de refugiados se va a hacer efectiva. Un acuerdo donde Europa se sacude el polvo del camino de los refugiados, abandonándolos a su suerte, y Turquía ve más cerca su ingreso en una Unión que lo único que debería suscitarle son arcadas; y si no es así, será porque cuando el interés aprieta la moral es lo primero que se pierde.

Algo extraordinariamente preocupante está pasando en la política española, sí, cuando ese pre-acuerdo infame y repulsivo ha sido suscrito por Mariano Rajoy, por unanimidad con el resto de socios europeos, y será ratificado el próximo 17 de marzo. Rectifica ahora su posición inicial y buscará el consenso con el resto de fuerzas políticas. Un consenso contrario a la firma que, en un principio, el gobierno y su partido iba a pasar por alto, y que finalmente ha tenido en cuenta; de tal modo, que España trasladará a Bruselas, afortunadamente, su rechazo a las expulsiones colectivas de refugiados. 

Algo extraordinariamente preocupante está pasando en la política, sí, cuando dejamos sin pudor a un lado los Derechos Humanos, cuando nos saltamos la Convención de Ginebra, cuando damos la espalda a las resoluciones de la ONU en materia de refugiados, al derecho internacional al asilo, y somos capaces de suscribir, con convenios como este, el genocidio perpetrado en Siria y tantos otros lugares.

Algo extraordinariamente preocupante está pasando en la política, sí, cuando Europa se convierte en una concertina maligna y perversa, y se blinda sin vergüenza frente a la mano que suplica la ayuda que por derecho le corresponde. Ese tropel de almas desgarradas a sus puertas. Almas aterrorizadas y en pena yendo, viniendo, y muriendo en el camino. Almas abandonadas, con rostro, nombres y apellidos, vagando como zombies involuntarios a la espera incierta de humanidad. Almas cuyo naufragio a las puertas de Europa muestran la cruda realidad de la hipocresía: la Europa que con una mano se jugaba a los chinos un cupo de vidas y con la otra se echaba un cubo de mierda a su conciencia. Y ahora la nada. Vuelva usted mañana. Mejor aún, no haber venido, aquí ni les queremos ni se les ha perdido nada. Europa avalando genocidios. Europa perpetrando políticas sin alma y con descaro, con brutal radicalidad, con una frialdad donde el más leve atisbo de sensibilidad no tiene cabida; al amparo de su propia ley, pero contraria a todas las normas de la ética y la moral que pudiéramos imaginar.

Se me ocurren muchas cosas que expulsar de Europa antes que a los refugiados. Se me ocurre expulsar a todos los Aznares capaces de suscribir sin titubeos el sufrimiento de miles de personas. Todos, desde la A hasta la Z. Todos en patera y al amparo de las mafias que ellos mismos alimentan.

Se me ocurre expulsar antes la indecencia como forma sistemática de gestionar la vida de las personas. La indecencia y la obscenidad, esas que clavan sus puñales por la espalda con la mejor de sus caras.

Se me ocurre expulsar antes a todos aquellos empeñados en buscar razones legales que limpien su conciencia. A todos aquellos juristas, abogados, magistrados que dedican su tiempo y mi dinero en conseguirlo.

Se me ocurre expulsar antes a todos aquellos que aprovechan la ocasión y hacen del sufrimiento carnaza en los platós de televisión, convirtiendo en espectáculo lo desgracia ajena. 

Se me ocurre expulsar antes a quien levanta concertinas y las fabrica. A quien se esconde detrás de ellas y mira con asco y con desprecio la carne desgarrada en las cuchillas, los gritos de auxilio y el sufrimiento ajeno.

Se me ocurre expulsar antes la indiferencia, la insolidaridad, la falta de humanidad, el dinero lo primero, la prepotencia, la crueldad y la hipocresía.

Tantas cosas…

Todas ellas a la mierda de una vez. Y a todos ellos que les den.

Hoy se me han quitado las ganas de comer. Hoy se me ha cerrado el estómago. Hoy no tengo receta que ofrecer. Lo siento. Tal vez mañana. Tal vez el día que el mañana sea también de ellos.